Profecías del fin del mundo – Sección 3

LA CASA NUPCIAL
El Esposo celebra su boda, es decir su indisoluble unión con la Iglesia, como
renovándose constantemente, y para presentarla a Dios el Padre puro y sin mancha
en todos sus miembros, Él vierte incesantemente torrentes de gracia. Pero cada uno
de estos dones debe ser tenido en cuenta y entre aquellos que los reciben, un
pequeño número solamente podría encontrarse en regla para esta rendición de
cuentas, si el Esposo de la Iglesia no preparase en todas las épocas instrumentos que
recojan lo que otros dejan perder, que hacen valer los talentos que otros rechazan ,
que paguen las deudas contraídas por otros.
Antes de haberse manifestado en carne en la plenitud de los tiempos para conduir en
su Sangre el nuevo matrimonio, Él había, por el misterio de la Inmaculada Concepción,
preparado a María para ser el tipo primordial y eternamente inmaculado de la Iglesia.
(AA.II .247)
Hace veinte años ahora que mi novio me condujo a la casa nupcial y me puso sobre el
áspero lecho de novia en el cual estoy todavía yaciendo. (AA.1.246)
Me encontraba en la Casa Nupcial y vi un ruidoso cortejo matrimonial llegar en varias
carrozas. La novia, que tenia cerca de ella muchos hombres y mujeres, era una
persona de gran talla, con aspecto descarado y con una apariencia de cortesana.

Tenía sobre la cabeza una corona, en el pecho muchas joyas, tres cadenas y tres
broches de oropel de los que estaban suspendidos una cantidad de instrumentos, de
figuras representando cangrejos de río, ranas, sapos, saltamontes, y también
pequeños cuernos, anillos, silbatos, etc. Su vestimenta era escarlata. Sobre su hombro
se agitaba un búho, que le hablaba a la oreja, tanto a la derecha, tanto a la izquierda:
parecía ser su espíritu familiar.
Esta mujer, con toda su corte y numerosos equipajes, entró pomposamente en la casa
nupcial y expulsó a todos los que allí estaban. Los viejos señores y eclesiásticos
tuvieron a penas tiempo de recoger sus libros y sus papeles, todos fueron obligados a
salir, unos llenos de horror, otros llenos de simpatía hacia la cortesana. Unos fueron a
la iglesia, otros en diversas direcciones, marchando en grupo separados.
Ella dio la vuelta a todo lo que había en la casa, hasta la mesa y los vasos que
estaban encima.
Tan solo la habitación donde estaban los hábitos de la novia y la sala que yo vi
transformarse en una iglesia consagrada a la Madre de Dios permanecieron firmes e
intactas.
Cosa remarcable, la cortesana, todos sus pertrechos y sus libros brillaban lustrosos, y
ella tenía el olor infecto de ese escarabajo brillante que huele tan mal. Las mujeres
que la rodeaban eran profetisas magnéticas: ellas profetizaban y la sostenían.
Pero esta innoble novia quería casarse y, lo que es más, con un joven sacerdote
piadoso e iluminado. Creo que era uno de los doce que veo a menudo operar obras
importantes bajo la influencia del Espíritu Santo. El había huido de la casa ante esta
mujer. Ella le hizo volver dirigiéndole las palabras más aduladoras.
Cuando él llegó, ella le mostró todo y quería poner todo en sus manos. El se detuvo
algún tiempo: pero como ella se mostraba con él presionante y sin discreción, y que
ella empleaba todos los medios imaginables para llevarlo a tomarla como mujer, él
tomo un aspecto muy grave y muy imponente: la maldijo así como todos sus manejos,
como siendo los de una infame cortesana, y se retiró.
Entonces vi todo lo que había con ella, irse, ceder el lugar, morir y calumniar. Toda la
Casa nupcial devino en un instante sombría y negra, y las cosas brillantes comenzaron
a carcomerse. La mujer misma, carcomida enteramente, cayó por tierra y quedo en el
suelo, conservando su forma exterior: pero todo en ella se había descompuesto.
Entonces, cuando todo se redujo a polvo y el silencio reinó por todo, el joven
sacerdote volvió y con él otros dos, de los cuales uno, que era un hombre de edad,
parecía enviado de Roma.
El viejo llevaba una cruz que plantó ante la Casa nupcial, que se había vuelto
totalmente negra: sacó algo de esa cruz, entró en la casa, abrió las puertas y
ventanas, y pareció que los demás que estaban ante la casa oraban, consagraban y
hacían exorcismos.
Se levantó una tormenta impetuosa que pasó a través de la casa y salió de ella un
vapor negro que se fue a lo lejos hacia una gran ciudad en la que se dividió en nubes
de diverso tamaño. En cuanto a la Casa, fue de nuevo ocupada por un número elegido
entre los antiguos habitantes. Se instalaron también algunos de aquellos que habían
venido con la novia impura y que se habían convertido. Todo fue purificado y comenzó
a prosperar. El jardín también volvió a su primitivo estado. (AAII.398)
Vi una gran fiesta en la iglesia que, tras la victoria irradiaba como el sol
Vi un nuevo Papa muy austero y muy enérgico
Vi antes del comienzo de la fiesta, muchos obispos y pastores expulsados por él a
causa de su maldad.
Vi entonces, cerca de ser cumplida, la plegaria: «Venga a nosotros tu reino …
(AA.II.209)
El 27 de diciembre, fiesta de San Juan Evangelista, ella vio a la Iglesia romana
brillante como un sol. Partían de ella rayos que se repartían por el mundo entero: «Se
me dijo que eso se relacionaba con el Apocalipsis de san Juan, sobre el cual diversas
personas en la Iglesia deben recibir luces y esa luz caerá toda ella sobre la Iglesia».
(AA.II.202)
Mientras el combate tenía lugar sobre la tierra, la Iglesia y el ángel, que desapareció
pronto, se habían vuelto blancos y luminosos. La cruz también se desvaneció y en su
lugar se mantenía de pié sobre la Iglesia una gran mujer brillante de luz que extendía
hasta lejos y por encima de ella su manto de oro irradiante.

LA RENOVACIÓN DE LA IGLESIA
En la Iglesia se vio operar una reconciliación acompañada de testimonios de humildad.
Vi a los obispos y pastores aproximarse unos a otros y cambiar sus libros: las sectas
reconocían a la Iglesia, a su maravillosa victoria y a las claridades de la revelación que
ellas habían visto con sus ojos irradiar sobre ella. Estas claridades venían de los rayos
del surtidor que san Juan había hecho brotar del lago de la montaña de los profetas.
Cuando vi esta reunión , sentí una profunda impresión de la proximidad del reino de
Dios. Sentí un esplendor y una vida superior manifestarse en toda la naturaleza y una
santa emoción embargar a todos los hombres, como en los tiempos cuando el
nacimiento del Señor estaba próximo y sentí de tal manera la cercanía del reino de
Dios que me sentí forzada a correr a su encuentro y a dar gritos de alegría.
Tuve el sentimiento del advenimiento de María en sus primeros ancestros. Vi su
estirpe ennoblecerse a medida que Ella se aproximaba al punto en el que se
produciría esta flor. Vi llegar a María, ¿cómo fue? Yo no sé expresarlo; es de la misma
manera que tengo el presentimiento de un acercamiento del reino de Dios. Yo lo he
visto aproximarse, atraído por el ardiente deseo de muchos cristianos, llenos de
humildad, de amor y de fe; era el deseo que le atraía.
Vi una gran fiesta en la Iglesia que, tras la victoria conseguida, irradiaba como el sol.
Vi un nuevo Papa austero y muy enérgico. Vi, antes del comienzo de la fiesta, muchos
obispos y pastores expulsados por él , a causa de su maldad. Vi a los santos apóstoles
tomar una parte muy especial en la celebración de esta fiesta en la Iglesia. Vi entonces
muy cerca de su realización la plegaria: «Venga a nosotros tu reino». Me parecía ver
jardines celestes, brillantes de luz, descender de arriba, reunirse en la tierra, en
lugares donde el fuego estaba encendido, y bañar todo lo que está por debajo en una
luz primordial.
( … )
Lo mismo que en la estirpe de David, la promesa fue preservada hasta su
cumplimiento en María en la plenitud de los tiempos; lo mismo que esa estirpe fue
cuidada, protegida, purificada hasta el momento en el que ella produjo en la Santa
Virgen la luz del mundo, de la misma manera, este santo de la montaña de los
profetas purifica y conserva todos los tesoros de la creación y de la promesa, así como
el significado y la esencia de toda palabra y de toda criatura hasta que los tiempos se
cumplan. Él rechaza y borra todo lo que es falso y malo; entonces es una corriente tan
pura como cuando sale del seno de Dios, y es así como fluye hoy en la naturaleza
entera.
Yo estaba en el jardín de la Casa nupcial. La matrona estaba todavía enferma, pero
sin embargo ella ponía en orden, limpiaba y quitaba los escombros por aquí y por allí
en el jardín.
Vi a varios santos revestidos de antiguos hábitos sacerdotales que limpiaban diversas
partes de la iglesia y quitaban las telas de araña. La puesta estaba abierta, la iglesia
se volvía cada vez más luminosa. Era como si los dueños hicieran el trabajo de los
criados: ya que aquellos que estaban en la casa nupcial no hacían nada y muchos
estaban descontentos. (AA.II.361)
Había sin embargo por aquí un gran movimiento. Parecía que algunos dudaran de
entrar aun cuando la iglesia estaba totalmente puesta en orden: pero algunos
entonces debían ser apartados a un lado. (AA.II.361)
Mientras que la iglesia se volvía cada vez mas bella y más luminosa, surgió de repente
en su seno una bella fuente limpia que extendió por todas partes un agua pura como el
cristal, salió a través de los muros y, fluyendo en el jardín, reanimó todo. (AA.II.361 )
A la efusión de esta fuente, todo se volvió luminoso y más dichoso y vi por encima de
ella un altar resplandeciente como un espíritu celeste, como una manifestación y un
crecimiento futuros (AA.II.361)
Parecía que todo iba creciendo en la iglesia, muros, tejados, decoraciones, cuerpo del
edificio, en fin todo; y los santos continuaban trabajando y el movimiento cada vez más
grande en la Casa nupcial. (AA.II.361)
Entonces tuve una nueva visión. Vi a la Santa Virgen por encima de la iglesia, y
alrededor de ella a los apóstoles y obispos. Vi por encima grandes procesiones y
ceremonias solemnes.
Vi grandes bendiciones repartidas desde lo alto y muchos cambios. Vi también al Papa
ordenar y regular todo ello. Vi surgir hombres pobres y simples de los cuales muchos
eran todavía jóvenes. Vi muchos antiguos dignatarios eclesiásticos que, habiéndose
puesto al servicio de los malos obispos, habían dejado en el olvido los intereses de la
Iglesia, arrastrarse en muletas, oomo cojos y paralíticos; fueron llevados por dos
conductores y recibieron su perdón.
Vi una cantidad de malos obispos, que habían creído poder hacer algo ellos mismos y
que no recibían por sus trabajos la fuerza de Cristo por la intermediación de sus
santos predecesores y de la Iglesia, alejados y reemplazados por otros. (AA.II .492)
Los enemigos que habían huido en el combate no fueron perseguidos; pero se
dispersaron por todos lados. (AA.II.240)
Vi al sacerdocio y a las órdenes religiosas renovarse tras una larga decadencia.
Me parecía que una masa de personas piadosas había surgido y que todo salla de
ellos y se desarrollaba (AA.III.176)
Vi en la iglesia de San Pedro, en Roma, una gran fiesta con muchas luces y vi que el
Santo Padre, así como muchos otros, ha sido fortalecido por el Espíritu Santo.
Vi también, en diversos lugares del mundo, la luz descender sobre los doce hombres
que veo tan a menudo como doce nuevos apóstoles o profetas de la Iglesia.
(AA.II.429)

EL PAPA FUTURO
Le vi a la vez suave y severo. Sabía atraerse a los buenos sacerdotes y rechazar lejos
de él a los malos. Vi todo renovarse y una iglesia que se elevaba hasta el cielo.
(AA.III.103)
Vi un nuevo Papa muy firme (AA.III.161)
Hubo en la iglesia espiritual una fiesta de acción de gracias; había allí una gloria
espléndida, un trono magníficamente adornado. San Pablo, San Agustín y otros santos
convertidos figuraban alll de una manera muy especial. Era una fiesta en la que la
Iglesia triunfante daba gracias a Dios de una gran gracia que no debe llegar a su
madurez más que en el futuro. Era algo como una consagración futura. Esto tenía
relación con el cambio moral operado en un hombre de condición esbelta y bastante
joven, el cual debe un día llegar a ser Papa.
He visto también en esta visión muchos cristianos entrar en la Iglesia. Entraban a
través de los muros de la iglesia. (AA.III.177)
Vi que este Papa debe ser severo y que él alejará de sí a todos los obispos tibios y
fríos. Pero mucho tiempo debe todavía pasar hasta que esto ocurra.(AA.III.177)
Vi a este futuro Papa en la iglesia rodeado de otros hombres piadosos: estaba
relacionado con ese viejo sacerdote que vi morir en Roma, hace algunos días.
El joven estaba ya en las ordenes y parecía que recibiera hoy (27 de enero de 1822)
una dignidad. No es Romano, sino Italiano, de un lugar que no está muy alejado de
Roma, y pertenece, creo, a una piadosa familia principesca. (Se trataba del futuro
Papa Pío IX) (AA.III.178)

EL LIBRO DE LOS SIETE SELLOS
Hubo una gran solemnidad en la iglesia y vi por encima de ella una nube luminosa
sobre la cual descendían los apóstoles y los santos obispos que se reunían en coros
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por encima del altar. Vi entre ellos a san Agustín, san Ambrosio y todos aquellos que
han trabajado mucho por la exaltación de la Iglesia. (AA.II.493)
Era una gran solemnidad; la misa fue celebrada, y vi en medio de la iglesia un gran
libro abierto del que pendían tres sellos por el lado más ancho y dos otros sellos por
cada uno de los otros lados. Vi también en lo alto al apóstol san Juan y aprendí que
eran las revelaciones que él había tenido en Pathmos. El libro estaba situado sobre un
pupitre en el coro. Antes de que ese libro fuera abierto, ocurrió algo que he olvidado.
Es una pena que haya esta laguna en la visión. (AA.II.493)
El 27 de diciembre ella vio la Iglesia romana brillante como un sol:
Se me dijo que eso se relacionaba con el Apocalipsis de san Juan, sobre el cual
diversas personas en la iglesia deben recibir luces y esta luz caerá toda ella sobre la
Iglesia. (AA.II.202)

LA VUELTA A LA UNIDAD CRISTIANA
El Papa no estaba en la Iglesia. Estaba oculto. (AA.II.493)
Creo que aquellos que estaban en la iglesia no sabían donde estaba. No se si él
rezaba o estaba muerto. Pero vi que todos los asistentes, sacerdotes y laicos, debían
poner la mano sobre un cierto pasaje del libro de los Evangelios y que sobre muchos
de ellos descendía, como un signo particular, una luz que era transmitida por los
santos apóstoles y los santos obispos. Vi también que varios de ellos no hacían esto
más que por la forma. (AA.II.493)
Vi muchos antiguos dignatarios eclesiásticos que, habiéndose puesto al servicio de los
malos obispos, hablan dejado en el olvido los intereses de la Iglesia, arrastrarse en
muletas, como cojos y paralíticos; fueron llevados por dos conductores y recibieron su
perdón. (AA.II.492)
Fuera, alrededor de la iglesia, vi llegar muchos judíos que querían entrar, pero que no
lo podían hacer todavía. (AA.II.493)
Al final, aquellos que no habían entrado al comienzo llegaron, formando una multitud
innumerable: pero vi entonces el libro cerrarse de golpe, como bajo el impulso de un
poder sobrenatural.
Al fondo en lontananza, vi un sangriento y terrible combate y vi especialmente una
inmensa batalla del lado norte y por el poniente.
Fue una gran visión muy impactante. Siento mucho haber olvidado el lugar del libro
sobre el cual se debía poner el dedo. (AA.II.493)
Conocí, por una visión, que hacia el fin del mundo, una batalla será librada contra el
Anticristo, en la planicie de Mageddo. (EE. I.234)

El TIEMPO DE PAZ
Ese día Ana Catalina tuvo una larga conversación con dos de sus visitantes celestes,
san Francisco de Sales y San Francisco de Chantal:
Ellos decían que la época actual era muy triste, pero que tras muchas tribuladones,
vendría un tiempo de paz en el que la religión retomaría su imperio y en el que habda
entre los hombres mucha cordialidad y caridad, y que entonces muchos conventos
reflorecerían en el verdadero sentido de la palabra. Vi también una imagen de este
tiempo lejano que no puedo describir, pero vi sobre toda la tierra retirarse la noche y el
amor extender una nueva vida. Tuve en esta ocasión visiones de toda especie sobre el
renacimiento de las ordenes religiosas. (AA.II.440)
El tiempo del Anticristo, no está tan próximo como algunos piensan. Habrá todavía
precursores. He visto en dos ciudades a doctores, de la escuela de los cuales podrían
salir estos precursores. (AA.II.441)

EL NUEVO PENTECOSTÉS
He visto Pentecostés, en tanto que fiesta en la Iglesia, la comunicación del Espíritu
Santo, a través del mundo entero, me ha sido mostrada en diversas escenas, tal y
como me ha ocurrido a menudo. He visto también a los doce nuevos apóstoles y su
relación con la Iglesia .. He visto todavía una iglesia espiritual formarse con muchas
parroquias reunidas y estas recibir el Espíritu Santo. Era un nuevo despertar de la
Iglesia católica. He visto un gran número de personas recibir el Espíritu Santo.
(AA.III.144

LA IGLESIA ESPIRITUAL
Tuve una visión del Espíritu Santo: era como una figura alada, en una superficie
triangular, con una efusión de luz de siete colores. Vi como esta luz se extendió sobre
la Iglesia espiritual flotando en el aire, y sobre aquellos que se encontraban en relación
con ella. (AA.III.144)
Un incendio estallará en la Iglesia, amenazándola de una ruina total. (AA.II.244)
Este incendio, cuyo aspecto era espantoso, indicaba en primer lugar un gran peligro;
en segundo lugar, un nuevo esplendor en la Iglesia, tras la tempestad. (AA.II.244)
Vi sobre toda la tierra una gran cantidad de efusiones del Espíritu: algunas veces era
como un relámpago que descendía sobre una iglesia; yo veía a los fieles en la iglesia,
y entre ellos a aquellos que habían recibido la gracia: o bien los veían aisladamente en
sus moradas o en las iglesias en las que llegaba la luz y la fuerza. Esto me causó una
gran alegría y me dio confianza, de que en medio de las tribulaciones siempre
crecientes, la Iglesia no sucumbirá, puesto que he visto en todos los países del mundo
al Espíritu Santo suscitar instrumentos. Si, he sentido que la opresión exterior que le
hacen sufrir los poderes de este mundo prepara a la Iglesia mejor a recibir una fuerza
interior.
Vi en la iglesia de San Pedro, en Roma, una gran fiesta con muchas luces y vi que el
Santo Padre, así como muchos otros, fue fortificado en el Espíritu Santo. (AA.II.429)
Vi también, en diversos lugares del mundo, la luz descender sobre los doce hombres
que veo a menudo como doce nuevos apóstoles o profetas de la Iglesia. (AA.II.429)

LOS DOCE APÓSTOLES FUTUROS
Del lado oriental de esta iglesia avanzó con un esplendor infinito una figura sacerdotal:
era como si fuera el Señor. Pronto se mostraron alrededor de el doce hombres
luminosos y alrededor de estos muchos más todavía. Entonces salió de la boca del
Señor un pequeño cuerpo luminoso que, habiendo salido, se hizo cada vez más
grande y con una forma más definida, después, repitiéndose de nuevo, entró como
una figura de niño resplandeciente en la boca de los doce que rodeaban al Señor,
después en la de los demás. No era la escena histórica del Señor haciendo la cena
con los discípulos, tal como la vi el jueves santo, sin embargo lo que vi me la recordó.
Aquí todos eran luminosos e irradiantes, era un oficio divino, era como una solemnidad
eclesiástica.
Vi la fiesta eclesiástica llegar a su fin y eso fue par mi como si hubiera visto allí a esos
hombres que iban a despertar y animar de un fervor nuevo el sentimiento adormecido
del admirable misterio de la presencia de Dios multiplicándose sobre la tierra.
(AA.II.425)
Los sacerdotes estaban sumidos en un profundo sueño y lo que hacían me parecía
semejante a telas de araña. Por varios lados la malicia, la astucia y la violencia
tomaban tal crecimiento que se traicionaban a si mismas. Vi a algunas personas
perder sus lugares que eran tomados por otros, y todo un encadenamiento de infamias
descendiendo de arriba hacia abajo hacia el mundo.
Entonces vi a un grupo de hombres que avanzaban por una gran pradera que veía a
cierta distancia. Uno de ellos se elevaba por encima de todos los demás. Eran una
centena al menos. Me preguntaba si sería el lugar donde el Señor dio de comer a siete
mil hombres.
El Señor vino a mi encuentro con todos sus discfpulos y eligió doce de entre ellos. Vi
como ponía los ojos en uno y en otro. Los reconocí a todos: los viejos llenos de
simplicidad y los jóvenes robustos con tez curtida. Vi también como Él les enviaba a lo
lejos en todas direcciones, y los seguía con la mirada en sus caminatas lejanas entre
las naciones. Y como yo me decía: «¡ay! ¿qué puede hacer un tan pequeño número
de hombres entre las multitudes innumerables?•• el Señor me dijo aproximadamente:
<<Su voz se hace oír a lo lejos por todos los lados. Así, ahora todavía, varios son
enviados; cualesquiera que sean, hombres y mujeres, pueden lo mismo. Mira la
salvación que esos doce han aportado; los que envío a tu época la aportan también,
aunque permanezcan oscuros y despreciados. (AA.II.128)
Ella vio a los doce apóstoles futuros, cada uno en su lugar. (AA.II.422)
Vi la Iglesia de San Pedro que un hombre pequeño llevaba sobre sus hombros; tenía
algo de judío en los trazos del rostro. El asunto parecía muy peligroso. María estaba
de pié sobre la iglesia en el lado norte y extendía su manto para protegerla.
(AA.III.124)
Ese hombrecito parecía sucumbir. Parecía ser todavía laico y yo lo conocía.
Los doce hombres que veo siempre como nuevos apóstoles debían ayudarle a llevar
su carga: pero ellos venían demasiado lentamente. Parecía que él caería bajo el peso
de la carga, entonces, finalmente, llegaron todos ellos, se pusieron debajo y
numerosos ángeles vinieron en su ayuda. Eran solamente los cimientos y la parte
posterior de la iglesia (el coro y el altar), todo el resto había sido demolido por la secta
y por los servidores de la iglesia mismos. (AA.III.124)
Vi muchas abominaciones con gran detalle; reconocí a Roma y vi a la Iglesia oprimida
y su decadencia en el interior y en el exterior.
Durante ese tiempo, vi todavía en medio de los desastres a los doce hombres de lo
que ya he hablado, dispersos en diversos lugares sin saber nada los unos de los otros,
recibir rayos del agua viva. Vi que todos hacían el mismo trabajo de diversos lados;
que ellos no sabían de donde se les encomendaba ese trabajo y que cuando una cosa
se había hecho, otra se les daba para hacer. Siempre eran doce de los cuales ninguno
tenía más de cuarenta años.
No había nada de particular en su vestimenta, pero cada uno estaba vestido a la
manera de su país y siguiendo la moda actual: vi que todos recibían de Dios lo que se
había perdido y que ellos operaban el bien por todos los lados; eran todos católicos.
(AA.III.159)
Vi también en los tenebrosos destructores a falsos profetas y a personas que
trabajaban contra los escritos de los doce nuevos apóstoles. Vi también una centena
de mujeres sentadas con en estado de maravillamiento y cerca de ellas hombres que
las magnetizaban; las vi profetizar. (AA.III.160)

LOS QUE REHUSAN EL ADVENIMIENTO
¡El tiempo del martirio de los santo Inocentes está próximo! (AA.III.227)
Un día en la Casa nupcial, Ana Catalina vio un belén … «con imágenes de santos
Inocentes y la escena del castigo infligido a Herodes por haber querido suprimir el
advenimiento del Salvador. Conocí que esta imágenes se aplicaban al tiempo
presente, sobre todo como se relacionaban con aquellos que quieren quitar del mundo
y destruir la gracia renovada de este advenimiento. (AA.III.476)
Vi, próxima a ser realizada la plegaria «VENGA A NOSOTROS TU REINO» .
(AA.II.209)

VISIÓN DE LA ISLA DE LAS PROFECfAS
Algunas semanas antes de la Navidad de 1819, Ana Catharina fue conducida por el
ángel, su guía, como cada año, sobre el alto-lugar que ella llamaba cela Montaña de
los Profetas, situada, según nos dice ella, encima de la cima más elevada y
completamente inaccesible de una montaña del Tíbet.
Aquí está el relato casi entero de las impresiones que contó de su extraordinario viaje.
Fue anotado por Brentano los días 9 y 1 O de Diciembre de 1819. No fue más que
algunos días más tarde, parece ser, cuando Ana Catharina comprendió todo el asunto.
Ella lo describe aquí sin comentarios según su costumbre:
Esta noche he recorrido en diversas direcciones la Tierra prometida, tal como era en
tiempos de Nuestro Señor. .. Vi varias escenas y fui rápidamente de lugar en lugar.
Partiendo de Jerusalén, avancé muy lejos hacia Oriente. Pasé varias veces cerca de
grandes cantidades de agua y por encima de las montañas que habían franqueado los
magos de oriente para venir a Belén. Atravesé también países muy poblados, pero no
tocaba los lugares habitados: la mayor parte del tiempo pasaba por desiertos. Uegue a
continuación a una región en la que hacía mucho frío y fui conducida cada vez más
alto hasta un punto extremadamente elevado; a lo largo de las montañas, desde el
poniente al levante, se dirigía una gran ruta sobre la cual vi pasar grupos de hombres.
Había una raza de pequeña talla, pero muy viva en sus movimientos, llevaban con
ellos pequeños estandartes, los de la otra raza eran de una talla alta, no eran
cristianos. Esta ruta iba descendiendo; mi camino me conducía hacia arriba a una
región de una belleza increíble. Allí hada calor y todo era verde y fértil, había flores
maravillosamente bellas, bellos bosquecillos y bellos bosques; una cantidad de
animales jugueteaban por alrededor, no parecían peligrosos.
Esta tierra no estaba habitada por ninguna criatura humana y nunca ningún hombre
venía por aquí; porque de la gran ruta no se veían más que nubes.
Vi grupos de animales semejantes a pequeños corzos con las patas muy finas; no
tenían cuernos, su piel era de un marrón claro con manchas negras. Vi también un
animal rechoncho de color negro semejante a un cerdo, y después animales como
machos cabríos de gran tamaño, pero más parecidos a corzos; eran muy familiares,
muy ligeros a la carrera: tenían unos bellos ojos muy brillantes: vi a otros semejantes a
corderos; eran muy gruesos, tenían como una peluca de lana y colas muy gruesas:
otros parecían pequeños asnos, pero moteados; grandes aves con largas patas que
corrían muy rápido, otros semejantes a pollos agradablemente adornados y finalmente
una cantidad de bonitos pájaros muy pequeños y de colores variados. Todos estos
animales jugaban libremente, como si ignoraran la existencia de los hombres.
De este lugar paradisíaco, subí más arriba y era como si fuera conducida a través de
las nubes. Llegué así a la cumbre de esa alta región de montañas donde vi muchas
cosas maravillosas. En lo alto de la montaña había una gran planicie y en esta planicie
un lago; en el lago una isla verdeante. Esta isla estaba rodeada de grandes arboles
semejantes a cedros. Fui elevada a la cumbre de uno de esos árboles y agarrándome
fuertemente a las ramas, vi desde lo alto toda la isla.
( … )
Cuando desde lo alto de mi árbol. pasaba la mirada sobre la isla. podía ver en su otro
extremo el agua del lago, pero no la montaña. Esta agua estaba viva y de una limpidez
extraordinaria: el agua atravesaba la isla por diferentes afluentes y se derramaba bajo
tierra a través de varios arroyos más o menos grandes.
Frente a la estrecha lengua de tierra, en la verde planicie, se elevaba una gran tienda
extendiéndose a lo ancho, que parecía estar hecha de tejido gris; estaba decorada en
el interior, en la parte de atrás, con largos paneles de tejidos de diversos colores y
cubierta con toda especie de figuras pintadas o bordadas. Alrededor de la mesa que
se encontraba en medio, había asientos de piedra sin respaldos y con forma de
cojines: estaban recubiertos de un verdor siempre fresco.
En el asiento de honor situado en medio, tras la mesa de piedra que era baja y de
forma oval, un hombre rodeado de una aureola como la de los santos estaba sentado
con las piernas cruzadas, a la manera oriental y escribía con una pluma de caña sobre
un gran libro. La pluma era como una pequeña rama. A la derecha y a la izquierda se
veían varios grandes libros y pergaminos enrollados en varas de madera con bolas en
sus extremos; y cerca de la tienda había en la tierra un agujero que parecía estar
revestido de ladrillos y donde ardía un fuego cuya llama no sobrepasaba el borde.
Todo el lugar alrededor era como una bella isla verde rodeada de nubes. El cielo por
encima de mi cabeza era de una serenidad inexpresable. No vi del sol más que un
semicirculo de rayos brillando tras las nubes. Este semicírculo pertenecía a un disco
que parecía mucho más grande que en nuestro mundo.
El aspecto general ten fa algo de inexpresablemente santo.
Era una soledad, pero llena de encanto. Cuando tenía ese espectáculo bajo mis ojos,
me pareció saber y comprender lo que era y lo que significaba todo ello, pero sentf que
no podía llevar conmigo y conservar este conocimiento. Mi conductor había estado a
mi lado hasta ese momento pero, oerca de la tienda, se hizo invisible para mí.
Como yo consideraba todo esto, me dije: «¿Qué tengo que hacer yo aquí, y por que es
necesario que una pobre criatura como yo vea todas estas cosas?». Entonces la figura
me dijo desde dentro de la tienda: «Es porque tu tienes una parte de todo esto». Esto
redoblo entonces mi asombro y descendí o volé hacia esa figura, en la tienda, donde
estaba sentada, vestida como lo están los espíritus que veo: la figura tenía en su
exterior y en su apariencia algo que recordaba a San Juan Bautista o a Elías.
Los libros y los volúmenes numerosos que estaban por el suelo alrededor de esa
figura, eran muy antiguos y muy preciosos. En algunos de estos libros había
ornamentos y figuras de metal en relieve, por ejemplo un hombre sosteniendo un libro
en la mano. La figura me dijo, o me hizo conocer de otra manera, que estos libros
contenían todo lo que había de más santo de lo que venía de los hombres; ella
examinaba, comparaba todo y desechaba lo que era falso en el fuego encendido cerca
de la tienda. El me dijo que estaba allí para que nadie pudiera llegar a ello: estaba
encargado de vigilar sobre todo eso y guardarlo hasta que el tiempo llegara de hacer
uso de ello. Este tiempo había podido llegar en ciertas ocasiones; pero había siempre
grandes obstáculos. Yo le pedf si él no tenía el sentimiento de la espera tan larga que
se le había impuesto. Me respondió: «En Dios no hay tiempo».
Me dijo también que debería ver todo, me condujo fuera de la tienda y me mostró el
país que la rodeaba.

La tienda tenía aproximadamente la altura de dos hombres: era larga como de aquí a
la iglesia de la ciudad: su anchura era de aproximadamente la mitad de su altura.
Tenía en la cumbre una especia de nudo por el cual la tienda estaba como suspendida
a un hilo que subía y se perdía en el aire, de manera que yo no podía comprender
donde estaba atado. En los cuatro ángulos habían columnas que no se podían abarcar
con las dos manos. La tienda estaba abierta por delante y en los lados. En medio de la
mesa estaba depositado un libro de una dimensión extraordinaria que se podía abrir y
cerrar: parecía que estaba sujeto sobre la mesa. El hombre miraba en ese libro para
verificar la exactitud. Me pareció que había una puerta bajo la mesa y que un gran
santo tesoro, una cosa santa estaba conseNada allí.
( … )
El me mostró entonces los alrededores y entonces hice, a lo largo del río exterior, la
vuelta al lago cuya superficie estaba perfectamente nivelada con la isla. Esta agua que
yo sentía correr bajo mis pies se diversificaba bajo la montaña por muchos canales y
salía a la luz muy por debajo, bajo forma de fuentes grandes y pequeñas. Me parecía
que toda esta parte del mundo recibía de ahí, salud y bendición: en lo alto, no se
desbordaba por ningún lugar. Descendiendo por el levante y por el mediodía, todo era
verde y cubierto de bellas flores; en el poniente y al norte, había también verdor, pero
no flores.
Llegando al extremo del lago, atravesé el agua sin puente y pasé a la isla que recorrí
circulando en medio de torres. Todo el suelo parecía ser una cama de espuma muy
espesa y fuerte; se diría que todo era hueco por debajo: las torres salían de la espuma
como un crecimiento natural. ..
Tuve el sentimiento de que en las torres se conservaban los más grandes tesoros de
la humanidad: me parecía que allí reposaban cuerpos santos. Entre algunas de esas
torres vi un carro muy extraño con cuatro ruedas bajas: cuatro personas podían
sentarse bien; había dos bancos y mas adelante un pequeño asiento. Este carro,
como todo el resto aquí, estaba totalmente revestido de una vegetación verde o bien
de una herrumbre verde. No tenía timón y estaba adornado de figuras esculpidas, si
bien que a primera vista creí que había en el personas sentadas. Las ruedas eran
gruesas como las de los carros romanos. Este me pareció bastante ligero para poder
ser tirado por hombres. Yo miraba todo muy atentamente, porque el hombre me había
dicho: «Tu tienes aquí tu parte y puedes enseguida tomar posesión de él». Yo no
podía de ninguna manera comprender que especia de parte podía tener ahí. ¿Qué
tengo que hacer -me preguntaba- con este singular carro, estas torres y estos libros?
Pero tenía una viva impresión de la santidad del lugar. Era para mi como si, con esta
agua, la salvación de varias épocas hubiera descendido a los valles y como si los
hombres mismos hubieran venido a estas montañas de donde ellos habían
descendido para hundirse cada vez más profundamente. Yo tenía también el
sentimiento de que celestiales presentes eran ahí conservados, guardados,
purificados, preparados de antemano para los hombres. Tuve de todo ello una
percepción muy clara: pero me parecía que no podía llevar conmigo esta claridad:
conservaba solamente la impresión general.
Cuando entré en la tienda, el hombre me dijo todavía una vez lo mismo: «Tú tienes
una parte en todo esto y tú puedes enseguida tomar posesión de ello». Y como yo le
mostraba mi ineptitud, él me dijo con una tranquilidad llena de confianza: «Volverás
pronto hacia mí». El no salió de la tienda mientras yo estuve allí, pero daba vueltas
continuamente alrededor de la mesa y de los libros.
En la tienda, tuve la impresión de que un cuerpo santo estaba allí enterrado: me
parecía que había allí debajo un subterráneo y que un olor suave exhalaba de una
tumba sagrada Tuve la sensación de que el hombre no estaba siempre en la tienda
cerca de los libros. El me había acogido y me había hablado como si me hubiera
conocido de toda la vida y supiera que yo iba a llegar a ese lugar: me dijo con la
misma seguridad que yo volvería y me mostró un camino descendente; yo iba en
dirección del mediodía, pasaba de nuevo por la parte escarpada de la montaña,
después a través de las nubes y descendí a la risueña tierra donde había tantos
animales. Vi muchas pequeñas fuentes surgir de la montaña, precipitarse en cascadas
y correr hacia abajo: vi también pájaros, más grandes que una oca, aproximadamente
del color de la perdiz, con tres uñas delante y una detrás, con una cola un poco baja y
un largo cuello, después otros pájaros de plumaje azulado, semejantes al avestruz
pero más pequeño: vi finalmente todos los demás animales.
En este viaje, vi de nuevo muchas cosas y más seres humanos que en los primeros
viajes. Atravesé una vez un pequeño río que, como lo he sabido interiormente, surgía
del lago de arriba: mas tarde, seguí sus orillas y después lo perdí de vista. Llegue
entonces a un lugar donde pobres gentes de colores diversos vivían en chabolas. Me
pareció que eran cristianos cautivos. Vi venir hacia ellos a otros hombres de tez
morena con telas blancas alrededor de la cabeza. Les llevaban alimentos en cestas
trenzadas: hacían esto extendiendo el brazo hacia delante como si tuvieran miedo,
después se iban, con aspecto asustado, como si hubieran sido expuestos a algún
peligro. Estas personas vivían en una ciudad en ruinas y habitaban cabañas de
construcción ligera. Vi también agua donde crecían rosales de una densidad y una
fuerza completamente extraordinarios.
Volví a continuación cerca del río: en este lugar, el rfo era muy ancho, lleno de
escollos, de islotes de arena y de bellos macizos de verdor entre los cuales
zigzagueaba. Era el mismo curso de agua que venía de la alta montaña y que yo
había atravesado más arriba, cuando era todavía pequeño: una gran cantidad de
personas con tez morena, hombres, mujeres y niños, vestidos de diferentes maneras,
estaban ocupados en las rocas y los islotes, en beber y lavarse. Tenían el aspecto de
haber venido de lejos. Había en su manera de ser algo que me recordó lo que yo
había visto en los bordes del Jordán en la Tierra santa. Se encontraba allí también un
hombre de gran talla que parecía ser su sacerdote. Llenaban con agua las vasijas que
llevaban. Vi además muchas otras cosas: no estaba lejos del país donde estuvo san
Francisco Javier: yo atravesaba el mar pasando por encima de islas innumerables.
El 22 de diciembre, Ana Catalina dijo al Peregrino:
Ya se porque fui a la montaña: mi libro se encuentra entre los escritos que están sobre
la mesa, se me dará para que lea las cinco ultimas hojas. El hombre sentado ante la
mesa volverá en su tiempo. Su carro permanece allí como recuerdo eterno. Es sobre
este carro que el subió a esta altura y los hombres, con gran extrañeza, le verán
descender sobre este carro.
Es ahf, en esta montaña, la más elevada del mundo y donde nadie puede llegar, que
se ha puesto a buen recaudo, cuando la corrupción se acrecienta entre los hombres,
los tesoros y los misterios sagrados. El lago, la isla, las torres no existen más que para
que estos tesoros sean conservados y garantizados de todo ataque. Es por la virtud
del agua que hay en esta cumbre que todas las cosas son refrescadas y renovadas. El
río que desciende de allí y cuya agua es objeto de una tan gran veneración para los
hombres que he visto, tiene realmente una virtud y los fortifica: es por eso que ellos la
estiman más que sus vinos. Todos los hombres, todos los bienes han descendido de
esta altura y todo lo que debía ser garantizado de la devastación ha sido allí
preservado.
El hombre que está sobre la montaña me ha conocido: porque yo tengo allí mi parte.
Nosotros nos conocemos todos, nos sostenemos todos los unos a los otros. No puedo
expresarlo bien; pero somos como una simiente repartida en el mundo entero.
El paraíso no está lejos de aquí. He visto ya anteriormente como Elías vive siempre en
un jardín ante el paraíso.
El 26 de diciembre:
He visto de nuevo la montaña de los profetas. El hombre que está en la tienda
presentaba a una figura que venía del cielo y planeaba por encima de él, hojas y libros
y recibía otros en su lugar. Este espíritu tenía un exterior diferente del primero. Este
que flotaba en el aire me recordó vivamente a San Juan. Era más ágil, más rápido,
más amable, más delicado que el hombre de la tienda, el cual tenía algo de más
enérgico, de más severo, de más estricto, de más inflexible. El segundo se relacionaba
a él como el Nuevo Testamento al Antiguo, es por eso que yo le llamaría
gustosamente Juan y llamaría al otro Elías. Era como si Elías presentase a Juan
revelaciones que ya se habían cumplido y recibiera otras nuevas.
Allí encima vi de repente, saliendo de la nube blanca, una fuente semejante a un
surtidor de agua elevarse perpendicularmente bajo la forma de un rayo de apariencia
cristalina que, en su extremidad superior, se dividía en rayos y en gotas innumerables;
las cuales volvían a caer, formando inmensas cascadas, hasta los lugares más
alejados de la tierra: y vi hombres iluminados por esos rayos en las casas, en las
cabañas, en las ciudades de diversas partes del mundo.
El 27 de diciembre, fiesta de San Juan Evangelista, vio a la Iglesia de Roma brillante
como un sol. Habló de los rayos que se repartían sobre el mundo entero:
Se me dijo que eso se relacionaba con el Apocalipsis de San Juan, sobre el cual
diversas personas en la Iglesia deben recibir luces y esta luz caerá toda entera sobre
la Iglesia. He visto una visión muy distinta en torno a este tema, pero no puedo
reproducirla bien.
Vi la Iglesia de Pedro y una enorme cantidad de hombres que trabajaban para
destruirla, pero vi allí también a otros que hacían reparaciones ( … ) Vi de nuevo a la
Iglesia de Pedro con su alta cúpula. San Miguel estaba en la cumbre brillante de luz,
llevando una vestimenta roja de sangre y manteniendo en la mano un estandarte de
guerra. En la tierra, había un gran combate.
¡Lo que vi era inconmensurable, indescriptible … vi también de repente como si la
montaña de los profetas fuera empujada hacia la cruz y acercada a ella; sin embargo,
la montaña tenia sus ralees sobre la tierra y permanecía unida a ella. Tenía el mismo
aspecto que cuando la primera visión, y más arriba, tras de ella, vi maravillosos
jardines completamente luminosos en los cuales percibí animales y plantas brillantes;
tuve el sentimiento de que era el Paraíso …
Mientras el combate tenía lugar sobre la tierra, la Iglesia y el ángel, que desapareció
pronto, se hablan vuelto blancos y luminosos. La cruz también se desvaneció y en su
lugar se mantenía de pié sobre la Iglesia una gran mujer brillante de luz que extendía
hasta lejos y por encima de ella su manto de oro irradiante. En la Iglesia se vio operar
una reconciliación acompañada de testimonios de humildad. Vi a los obispos y
pastores aproximarse unos a otros y cambiar sus libros: las sextas reconocían a la
Iglesia, a su maravillosa victoria y a las claridades de la revelación que ellas habían
visto con sus ojos irradiar sobre ella. Estas claridades venían de los rayos del surtidor
que san Juan había hecho brotar del lago de la montaña de los profetas. Cuando vi
esta reunión, sentí una profunda impresión de la proximidad del reino de Dios. Sentí
un esplendor y una vida superior manifestarse en toda la naturaleza y una santa
emoción embargar a todos los hombres, como en los tiempos cuando el nacimiento
del Señor estaba próximo y sentí de tal manera la cercanía del reino de Dios que me
sentí forzada a correr a su encuentro y a dar gritos de alegría.
Tuve el sentimiento del advenimiento de María en sus primeros ancestros. Vi su
estirpe ennoblecerse a medida de que ella se aproximaba al punto en el que se
produciría esta flor. Vi llegar a María, ¿cómo fue? Yo no se expresarlo; es de la misma
manera que tengo el presentimiento de un acercamiento del reino de Dios. Yo lo he
visto aproximarse, atraído por el ardiente deseo de muchos cristianos, llenos de
humildad, de amor y de fe; era el deseo que le atraía.
Vi una gran fiesta en la Iglesia que, tras la victoria conseguida, irradiaba como el sol.
Vi un nuevo papa austero y muy enérgico. Vi, antes del comienzo de la fiesta, muchos
obispos y pastores expulsados por él, a causa de su maldad. Vi a los santos apóstoles
tomar una parte muy especial en la celebración de esta fiesta en la Iglesia. Vi entonces
muy cerca de su realización la plegaria: «Venga a nosotros tu reino». Me parecla ver
jardines celestes, brillantes de luz, descender de arriba, reunirse en la tierra, en
lugares donde el fuego estaba encendido, y bañar todo lo que está por debajo en una
luz primordial.
( … )
Lo mismo que en la estirpe de David, la promesa fue preservada hasta su
cumplimiento en María en la plenitud de los tiempos; lo mismo que esa estirpe fue
cuidada, protegida, purificada hasta el momento en el que ella produjo en la Santa
Virgen la luz del mundo, de la misma manera, este santo de la montaña de los
profetas purifica y conserva todos los tesoros de la creación y de la promesa, así como
el significado y la esencia de toda palabra y de toda criatura hasta que los tiempos se
cumplan. El rechaza y borra todo lo que es falso y malo; entonces es una corriente tan
pura como cuando sale del seno de Dios, y es así como fluye hoy en la naturaleza
entera.