El Antiguo Testamento – Sección 3

X

Caín y Abel
He visto que Caín tomó la resolución de matar a Abel en el lugar que
fue el Huerto de los Olivos y que después anduvo por aquí errante y
fugitivo. Plantaba un árbol y lo volvía a sacar. Entonces vi el aspecto severo
de hombre resplandeciente, que preguntó: ‘Caín, ¿dónde está tu hermano
Abel?» … Caín no lo vio desde un principio; luego se volvió hacia él y contestó:
‘Yo no lo sé; no se me ha dado para guardarlo». Cuando habló Dios y
dijo que la sangre de Abel clamaba desde la tierra, se llenó Caín de temor.
Con todo, he visto que por largo rato disputaba con Dios. Dios le dijo que
sería maldito sobre la tierra, que no le daría ningún fruto y que él iría errante
de un lado a otro. Entonces dijo Caín que sería matado en cualquier lugar.
Había entonces muchos hombres sobre la tierra. Caín ya era hombre de edad
con muchos hijos, como también Abel. Había allí otros hermanos y hermanas
de Caín y Abel. Dios le dijo que no lo matarían; que el que lo hiciera
sería castigado siete veces más. Le hizo entonces una señal para ser reconocido
y que nadie osara matarlo. Sus descendientes fueron hombres de color.
Caín tuvo también hijos de color más oscuro que los de Sem. Los más nobles
hombres siempre fueron de color blanco.
Los que estaban señalados con esta marca tuvieron hijos semejantes y con el
aumento de la maldad de los descendientes esa mancha pasó a todo el cuerpo
y estos hombres fueron luego cada vez más negros. Con todo, al principio
no había ningún hombre completamente negro; esto se fue acentuando
con el andar de los tiempos. Dios le indicó a Caín un lugar donde refugiarse.
Como Caín dijese:  «Así, moriré de hambre, porque la tierra está maldita para
mí», le dijo Dios: ‘¡No!»; y que comiera carne de los animales y que de él
nacería un pueblo y que algo bueno saldría de él. Antes de esto no comieron
carne los hombres. Caín salió más tarde de este lugar y edificó una ciudad
estable, que llamó Henoc, nombre de su hijo.
Abel fue muerto en el valle de Josafat, hacia el monte Calvario. Ocurrieron
más tarde muchas muertes y desgracias en este lugar. Caín mató a Abel con
una especie de clava o masa, con la cual deshacía terrenos y piedras, mientras
plantaba y cultivaba la tierra. Creo que era de piedra muy dura, con manija
de madera, pues tenía una dobladura como gancho.

XI
Aspecto de los hombres en general – Los gigantes
Algunos patriarcas
La configuración de la tierra antes del diluvio era muy diferente de lo
que es ahora. Por ejemplo, la Tierra Santa no estaba tan llena de cuevas,
hendiduras y valles como al presente. Las llanuras eran mucho más extensas
y las montañas con laderas muy suaves y fáciles de subir. El Huerto
de los Olivos era sólo una pequeña altura. La gruta de Belén estaba ya, como
cueva natural, pero los alrededores eran muy diferentes de lo que son
ahora.
Los hombres eran de mayor altura que ahora, pero nada deformes. Los veríamos
ahora con admiración , sin miedo o desagrado. Eran más perfectos en
su contextura corporal. Entre algunas estatuas de mármol que veo en abundancia
yacer en abundancia en lugares subterráneos, encuentro esos ejemplares.
Caín llevó a sus hijos y a los hijos de sus hijos hacia la región que se le
había destinado y desde allí volvieron a dividirse y a separarse en otras regiones.
Sobre Caín no he visto luego nada reprensible; su castigo consistía
en que debía fatigarse mucho y nada le salía bien. Lo he visto poco estimado
de sus mismos hijos y de los hijos de sus hijos; a veces despreciado, nunca
bien tratado. No obstante esto, le obedecían como a jefe y conductor, pero
como a uno maldecido por Dios. He sabido que Caín no está condenado;
sólo fue severamente castigado.

Uno de los descendientes de Caín fue Tubalcaín; de éste proceden varias
industrias y también de él proceden los gigantes. He visto muchas veces que
en la caída de los ángeles, cierto número de ellos tuvo un momento de arrepenti-
miento, o de duda, y que no cayeron tan profundamente como los demás.
Estos ángeles recibieron morada en una montaña solitaria, alta e inaccesible,
que en el diluvio universal quedó deshecha y se convirtió en un mar
de aguas, creo el Mar Muerto. Estos ángeles tenían facultad de obrar sobre
los hombres, en cuanto éstos se apartaban de Dios. Después del diluvio desaparecieron
de ese lugar y fueron dispersados por el ámbito de los aires. Recién
en el juicio final serán arrojados al infierno. He visto a los descendientes
de Caín volverse cada vez más impíos y sensuales. Se dirigieron siempre
más a esos lugares, y los ángeles caídos se posesionaron de muchas de esas
malas mujeres y las dirigían, enseñándoles toda suerte de industrias y seducciones.
Los hijos de estas mezclas eran de grande estatura; estaban llenos
de toda clase de mañas y artificios y se hicieron instrumentos de los es-
píritus y ángeles caídos. De este modo se formó en esa montaña y a su alrededor
una raza de gente que por la fuerza y la seducción trató de pervertir a
los descendientes del justo Set. Fue entonces cuando Dios anunció a Noé el
diluvio, y el patriarca tuvo mucho que sufrir por causa de este pueblo impío
y perverso.
He visto muchas cosas de este pueblo de gigantes. Con suma facilidad llevaban
enormes piedras a las altas montañas; se volvían más atrevidos, y
hacían obras enteramente maravillosas. Los he visto subir derecho por los
troncos de los árboles y por las paredes de los edificios, tal como hacen hoy
los poseídos por el demonio. Lo podían todo, aún las cosas que parecían
más extraordinarias; pero lo más eran fantasmagorías y artificios que hacían
por arte diabólica. Por esto he concebido gran aversión a todos los juegos de
magia, de prestigio y de adivinación. Hacían toda clase de figuras y trabajos
de metal y de piedra. De la ciencia de Dios no tenían rastro alguno y se
hacían toda clase de ídolos para adorarlos. He visto que de pronto hacían de
una piedra cualquiera una imagen perfecta, y la adoraban, o algún animal
espantoso u otro objeto de abyección. Lo sabían todo; lo veían todo; preparaban
venenos; ejercían la magia, y se entregaban a toda clase de pecados.
Las mujeres inventaron la música. Las he visto ir de un lado a otro para seducir
a las mejores razas y llevarlas a los desórdenes que ellas practicaban.
No edificaban casas como las nuestras, sino que hacían torres redondas,
muy gruesas, de piedras relucientes, en cuyas bases se apoyaban pequeñas
viviendas, que llevaban a extensas cuevas, donde se entregaban a sus
horrendos desórdenes y pecados. Sobre los techos de estos edificios se podía
caminar en derredor. Subían a las torres y miraban a través de ciertos telescopios
a muy grande distancia; pero no por la perfección de estos instrumentos,
sino por arte satánica. Veían donde había otros pueblos y ciudades;
iban allá, y los vencían, e introducían sus costumbres de libertinaje: en todas
partes introducían esta falsa libertad. Los he visto ofrecer sacrificios de niños,
a los cuales enterraban vivos. Dios hundió esta montaña con sus moradores
profundamente en el diluvio universal.
Henoch, antepasado de Noé, predicaba contra este pueblo perverso. También
ha escrito mucho; era un hombre sumamente bueno y muy agradecido
a Dios. En muchos lugares de los campos alzaba altares de piedra, y donde
el suelo producía frutos, ofrecía sacrificios a Dios, y agradecía los beneficios
recibidos. Así conservó la religión en la familia de Noé. Fue trasladado
al Paraíso terrenal y descansó junto a la portada de salida, y con el él otro
más (Elías). De ese lugar del Paraíso ha de volver a la tierra antes del juicio
final.

Los hijos de Caín y sus descendientes también tuvieron, después del diluvio,
relaciones con espíritus malignos; y por eso hubo entre ellos tantos poseídos,
tantos entregados a la magia, y poderosos según el mundo, e igualmente
hombres grandes, audaces y desenfrenados. Semíramis provenía de la
unión de estos influenciados por los espíritus malignos. Ella lo podía todo;
sólo ignoraba el arte de salvarse eternamente. De estos gigantes salieron
también hombres potentes, tenidos más tarde por dioses en los pueblos paganos.
Las primeras mujeres que se dejaron poseer por estos demonios sabían
lo que hacían; las demás no lo sabían, pero lo tenían ya metido en la carne
y la sangre como otra culpa de origen.

 

XII
Noé y sus descendientes
He visto a Noé como un anciano de infantil aspecto, cubierto de vestidura
blanca y larga, trabajando en una huerta de árboles frutales. Podaba
los árboles con un cuchillo retorcido, de piedra. Acercase como una
nube junto a él y apareció en ella la imagen de un hombre. Noé hincó las
rodillas delante de la aparición, y entendí que Dios le dijo que quería destruir
a la humanidad, y que Noé debía construir un arca. Noé se puso muy
triste por ello y lo he visto pidiendo perdón y misericordia. Noé no empezó
de inmediato su trabajo y por dos veces más se le apareció el Señor mandándole
empezar la construcción. De no hacerla sería envuelto él mismo en
la destrucción general. Lo vi luego salir del país e irse con su familia hacia
la comarca donde más tarde vivió Zoroastro (la estrella brillante). Vivía por
entonces en una región más alta, boscosa y más solitaria, con mucha gente
que había emigrado con él, en tiendas de campaña. Tenía allí un altar delante
del cual ofrecía sacrificios. Noé y su familia no edificaban casas de material,
porque creían ya en el anuncio de Dios del diluvio. Los pueblos descreídos
de los alrededores, en cambio, tenían caseríos de material, defensas
de piedras, gruesas murallas y toda clase de edificaciones para defenderse de
las amenazas divinas. Reinaba entonces un espantoso desorden sobre la tierra.
Los hombres se habían entregado a todos los desórdenes, aun a los más
innaturales. Cada uno robaba lo que podía. Invadían las heredades, casas y
campos para destruirlos y talarlos, y robaban mujeres y vírgenes para satisfacer
sus viciosas costumbres.
También los descendientes de Noé, a medida que aumentaban y se alejaban
de él, se pervertían y causaban muchos disgustos depredando sus heredades
y entregándose a los vicios. Los hombres de entonces no eran viciosos por
ignorancia, o porque fueran salvajes. o poco civilizados; estaban provistos
de todo lo necesario, vivían cómodamente y había bienestar general: eran
malos por corrupción y por impiedad. Ejercían la más abyecta idolatría: cada
uno se fabricaba un ídolo de lo que le parecía y le prestaba adoración.
Intentaban, con artes diabólicas, pervertir también a los hijos de Noé.
Mosoc, un hijo de Jafet y nieto de Noé, fue seducido y cayó víctima de la
seducción. Mientras trabajaba en el campo, bebió del jugo de una planta y
quedó embriagado. No era vino lo que tomaban, sino el jugo de una planta
que llevaban consigo en pequeños recipientes, para beber en el trabajo. He
visto que también mascaban las hojas y el fruto de esa planta. Mosoc fue así
padre de un niño, al cual se le llamó Hom. Cuando nació el niño, pidió Mosoc
a su hermano Tubal que se hiciera cargo del niño para ocultar su vergüenza,
y Tubal accedió. El niño Hom fue colocado por su madre delante de
la tienda de campaña de Tubal, poniéndole al lado un brote de la planta mucosa
llamada Hom, con lo cual, según la costumbre, creía asegurarse los derechos
a la herencia. Pero el tiempo del diluvio estaba próximo y terminaban
así las insidias de estas mujeres. Tubal tomó para sí al niño y lo hizo criar en
su casa sin delatar su origen. Así se explica que el niño llegó a entrar también
en el arca de Noé. Tubal le dio el nombre de la planta Hom, porque era
lo único que encontró junto al niño. El infante no fue nutrido con leche, sino
con el jugo de esa planta. Esa planta crece hasta la altura de un hombre;
cuando, en cambio, se arrastra, da renuevos con puntas blandas como el espárrago;
la parte inferior es más dura. Sirve como alimento y sustitución de
la leche. Crece de un tubérculo y sobre tierra se le forma una corona de pocas
hojas oscuras. Su tronco se vuelve bastante grueso y su médula se conviene
en harina, que sirve cocida o frita, o para extender sobre manjares.
Donde crece esta planta se ven extensiones muy grandes. He visto que esta
planta entró en el arca de Noé.

 

XIII

Noticias del arca y proximidad del diluvio
Transcurrió un tiempo notable en la construcción del arca, hasta que estuvo
terminada. Noé empleó largos años en fabricarla. Por tres veces
fue amonestado por Dios. Tomaba obreros y ayudantes; luego dejaba la
obra, pensando que Dios había de perdonar, y demoraba su tarea hasta que
finalmente la llevó a feliz término. He visto que en la fabricación del arca,
como en la cruz de Cristo, se usaron diversas clases de maderas: palmeras,
olivos, cedros y cipreses. Talaban y preparaban la madera en el mismo lugar.
Noé llevaba troncos sobre sus hombros al lugar del trabajo, y me recordaba
a Jesús llevando su cruz a cuestas. El lugar de la fabricación era una
colinita rodeada de llanos. He visto como ponían los fundamentos del arca.
El arca era por atrás redonda, el fondo hueco como una artesa, y embreada.
Tenía dos pisos; los montantes estaban dispuestos uno sobre otro. Estaban
huecos y no eran troncos de árboles redondos; eran a lo largo, en la intersección,
redondos y tenían en el interior una médula blanca que se unía en el
medio. Los troncos tenían estrías y las grandes hojas nacían en torno del
tronco sin ramas. He visto como hacían saltar afuera la médula con un instrumento.
Las maderas de los árboles las cortaban en tablas delgadas. Cuando
terminó Noé de llevar y ordenar todo lo necesario, comenzaron a edificar
el arca. La base estaba ya puesta y embreada; las primeras hileras de postes,
colocados; fueron tapados con pez todos los huecos que se hacían durante el
trabajo. Sobre este primer piso se colocó el segundo, y sobre él una hilera de
postes para el tercer compartimiento y el techo. Las ranuras y los intersticios
entre los postes y las maderas eran cubiertos con maderas delgadas de color
oscuro y amarillo con fibras entretejidas, y las aberturas, aún las más pequeñas,
tapadas con algodón y con un musgo blanquizco que abundaba en ciertos
árboles. Todo el exterior y el interior fue cubierto con una capa de pez y
betún. La techumbre era redonda. En el medio, de un lado y a media altura,
estaba la puerta, y a ambos lados, dos ventanas. En mitad de la techumbre
había una abertura cuadrada. Cuando estuvo terminada y pintada con esa
materia lustrosa, brillaba como un espejo a los rayos del sol. Mucho tiempo
trabajó aún Noé solo en el interior del arca, haciendo los compartimientos
para los animales. Los animales estaban separados unos de otros según sus
clases, y había dos caminos en el medio del arca. En la parte posterior y redonda
del arca había un altar de madera, cuya mesa formaba un semicírculo.
Había también un lugar aparte, en torno del altar, con lienzos y tapetes. Delante
del altar se veía un brasero con fuego y carbones, que era como el
hogar. A derecha e izquierda había separaciones para las moradas y habitaciones.
Tenían toda clase de enseres y cajas adentro, y muchas semillas y
plantas, que colocaban en tierra, junto a las paredes del arca, que aparecía
así toda verde por la multitud de plantas. He visto que también llevaban
adentro vides con racimos amarillos de un codo de largo.
No es para expresar cuanto sufrió Noé en la fabricación del arca por la malicia
y la obstinación de los trabajadores que le ayudaban, a quienes él pagaba
con animales y con pieles. Ellos se burlaban de él, le despreciaban de todas
maneras y le llamaban loco. Trabajaban por la paga abundante, pero no dejaban
de blasfemar y de burlarse. Nadie sabía para quién fabricaba Noé el
arca, y así sufría toda clase de invectivas. He visto corno al terminar, finalmente,
dio gracias a Dios. Se le apareció el Señor y le dijo que se volviese a
las cuatro partes del mundo y con una flauta de caña llamase a los animales
que habían de entrar. A medida que se acercaba el tiempo del diluvio el cielo
se ponía más oscuro y se extendía un temor inexplicable sobre la tierra; el
sol no salía; un tronar continuo estremecía los ánimos. He visto a Noé caminar
un trecho hacia las cuatro partes del mundo y sonar su flauta. A su llamado
acudían los animales en orden, de a par, machos y hembras, y pasaban
por una pasadera de madera colocada delante de la puerta del arca, y que
luego fue retirada hacia adentro. Venían los animales más grandes delante, y
entraban; primero, elefantes blancos y camellos. Llegaban llenos de ese temor
que suelen tener cuando se aproxima una tempestad. Varios días duró la
llegaba y entrada de los animales. Los pájaros volaban continuamente penetrando
por la abertura de la techumbre. Las aves acuáticas iban a parar al
fondo de la nave. Los animales terrestres en el espacio del medio. Los pájaros
estaban debajo del techo, posados sobre estacas o en jaulas. Los animales
para ser sacrificados entraban de a siete pares juntos. Cuando se miraba
el arca terminada, desde lejos, posada solitaria sobre la colina, aparecía brillante
con un resplandor azulado cual si viniera del cielo.

XIV
Noé entra en el arca con los suyos
Había llegado el tiempo del diluvio. Noé ya se lo había anunciado a los
suyos. Tomó a sus hijos Sem, Cam y Jafet, con sus mujeres y sus
hijos y descendientes: había allí nietos de cincuenta y sesenta años, y de éstos,
hijos pequeños y grandes, que entraron en el arca. Todos los que habían
trabajado en construir el arca, y quedado libres de idolatría, entraron en el
arca. Había como cien personas adentro, lo cual era necesario para dar a tantos
animales el pienso que necesitaban y hacer la limpieza de los compartimientos.
No puedo decir otra cosa sino que siempre he visto que entraron en
el arca los hijos de Sem, Cam y Jafet. Veo allí dentro muchas criaturas, niños
y niñas; todos los descendientes de Noé que permanecieron buenos. En
la Sagrada Escritura no se habla tampoco de los hijos de Adán, fuera de Caín,
Abel y Set, y, sin embargo, veo yo allí muchas criaturas entre ellos y
siempre de a pares, es decir niños y niñas. Lo mismo se lee en la primera
Epístola de San Pedro de solo ocho personas que estaban en el arca; es decir,

los cuatro patriarcas con sus mujeres, de los cuales descendieron todos
los demás después del diluvio. Al niño Hom también lo he visto en el arca,
yaciendo en una artesa de cortezas, sujeto firmemente con una ligadura de
pieles. He visto después nadando muchas de estas artesas de cortezas, como
cunas de niños, acabado el diluvio. He visto también en los huecos y en las
habitaciones de piedras y ladrillos estas cavidades llenas de cunas de niños.
Los lechos de los judíos estaban generalmente en las cavidades de las paredes.
Cuando el arca se levantó sobre las aguas y los hombres subían sobre los
techos, árboles y montañas, y se veían ya muchos cadáveres y árboles flotando
sobre las aguas, Noé y los suyos estaban ya seguros dentro del arca.
Aún antes de entrar Noé con su mujer y sus hijos y las mujeres de sus hijos,
en el arca, pidió a Dios misericordia para los hombres. Retiraron el puente al
interior y cerraron totalmente la puerta tras de ellos. Todo lo abandonó;
también parientes cercanos, con hijos pequeños, ya que éstos se le habían
retirado cuando fabricaba el arca. De pronto se desencadenó un temporal sin
precedentes; los rayos caían sobre la tierra como columnas de fuego y los
torrentes de las aguas caían como arroyos que se precipitaban de lo alto. La
colina sobre la cual estaba el arca, pronto se convirtió en una isla. La calamidad
fue entonces tan grande que yo creo que muchos se habrán convertido
siquiera por temor.
He visto a un demonio negro, de espantable aspecto, cruzar la oscura tem-
pestad induciendo a los hombres a la desesperación. Sapos y serpientes buscaban
refugio en algún rincón del arca. No he visto entonces ni mosquitos ni
insectos; estos aparecieron después, para castigo y calamidad de los hombres.
He visto a Noé ofreciendo sacrificios sobre el altar, cubierto de lienzos
blancos y colorados. Tenía Noé en una caja redonda varios huesos de Adán,
que posaba sobre el altar cuando rezaba y hacía sac1ificios. He visto sobre
su altar el cáliz que usó después Nuestro Señor en la última Cena; este cáliz
le había sido traído a Noé, mientras fabricaba el arca, por tres seres de larga
y blanca vestidura, como los tres hombres que aparecieron a Abraham para
anunciarle el nacimiento de su hijo. Habían venido de una ciudad que después
del diluvio se hundió, y hablaron con Noé expresándole que, ya que era
hombre de fama, debía llevar dentro del arca ese cáliz, que encerraba un
misterio grande, para que no se perdiera en el desastre del diluvio. En el cáliz
había un grano de trigo grande como una semilla de girasol y una ramita
de vid. Noé metió ambas cosas en una manzana amarilla y los puso dentro
del cáliz, que no tenía tapa. Debía crecer esa rama y brotar hacia fuera. Más
tarde he visto este cáliz en poder de un descendiente de Sem, que vivió después
de la dispersión de Babel en el país de Semíramis y que fue padre de
los Samanes, los cuales fueron sacados por obra de Melquisedec del poder
de Semíramis y trasladados a la tierra de Canán, y llevaron consigo este cáliz
misterioso.