El Antiguo Testamento – Sección 9

XXXVII
Asenet – Origen de las divinidades Isis y Osiris
He visto a José junto al sacerdote de los dioses, Putifar, en Heliópolis.
Hallábase allí Asenet, hija de Dina y del Siquemita, como una profetisa
y adornadora de los ídolos, que vivía en compañía de otras siete jóvenes.
Putifar había comprado a esta niña en su quinto año de edad de manos
de su ama, que huyendo de la casa de Jacob la había ocultado en un lugar
del Mar Muerto para librarla de las asechanzas de los hijos de Jacob. Poseía
el don de la profecía y servía a Putifar como profetisa. José la conocía, pero
ignoraba que fuese su sobrina. Asenet era una joven que vivía retirada, muy
seria, y buscaba la verdad, y aunque de mucha belleza, huía de la compañía
de los hombres. Tenía profundas visiones, conocía la astrología egipcia y
sentía secreta simpatía por la religión de los patriarcas. No he visto en ella
nada de brujería o artes mágicas.
Vio en sus visiones todo el misterio de la vida, de la descendencia, del futuro
de los hijos de Israel y su salida de Egipto, como también el camino por
el desierto. Escribía sobre hojas de una planta acuática y también sobre cuero
con extraños caracteres que parecían cabecitas de animales y de pájaros.
Estos escritos fueron ya en vida de la misma Asenet mal interpretados por
los egipcios, que hallaban en ellos materia para sus ritos idolátricos. Asenet
se afligía mucho por este abuso diabólico que hacían de sus escritos y lloraba
mucho por la ceguera de los egipcios. Ella tuvo más visiones que cualquier
otro de su tiempo y estaba llena de maravillosa sabiduría. Obraba, sin
embargo, en gran silencio, sin ostentación y a todos daba saludables consejos.
Sabía tejer y bordar; estaba llena de ciencia, y conoció cómo se perdía
la verdad por la perversidad de los hombres. Por esto tenía siempre una nube
de tristeza y se mantenía retirada y silenciosa. He visto que Senté fue
oración de que se la venerase como diosa con el nombre de Isis, por la torcida
interpretación de sus escritos y rollos. José fue luego venerado bajo el
nombre de Osiris. Creo que por esto la veía tan llorosa y afligida. Escribió
libros contra esta mala interpretación, protestando de que se la hiciera madre
de las diosas. Cuando Putifar ofreció sacrificios, Asenet subía a una torre
donde se había formado un jardín y desde allí miraba las estrellas al resplandor
de la luna. Estando así en éxtasis veía en las estrellas las cosas con
mucha claridad: veía la verdad en estas figuras, porque era una criatura elegida
de Dios. En cambio, otros sacerdotes de los ídolos veían las cosas más
abominables, porque eran transportados a extrañas y diabólicas regiones.
Así se transformaron y empeñaron las secretas visiones de Asenet y pasaron
a servir a los crueles ritos de los sacerdotes egipcios.

XXXVIII
Progresos hechos por José y Asenet en Egipto
Asenet reportó mucho progreso al pueblo egipcio. Hizo introducir útiles
animales domésticos, por ejemplo, vacas. Enseñó la fabricación del
queso, la tejeduría y otras artes desconocidas. Sabía curar muchas enfermedades.
José, a su vez, llevó a Egipto el uso del arado que él mismo sabía
guiar y emplear. He visto en Asenet algo que me causa estupor. Hacía una
recolección de toda la carne de los numerosos sacrificios que se ofrecían, la
cocía largo tiempo en grandes calderas, bajo el cielo abierto, hasta que se
formaba una masa líquida, que Juego usaban como alimento cuando marchaban
los soldados a la guerra o había carestía en el país. De esto se alegraban
los egipcios y se maravillaban en gran manera. Cuando José se acercó
a Asenet, que estaba junto al sacerdote de los dioses, quiso Asenet abrazarlo.
Esto no era en ella una osadía, sino una especie de profecía y así lo
hizo en presencia del sacerdote. Asenet era tenida como persona santa y sagrada.
Pero he visto que José la detuvo con sus manos extendidas, diciéndole
severas palabras. La vi entonces retirarse a su tienda muy conturbada y
muy afligida, y hacer penitencia. He visto luego a Asenet en su cámara; estaba
detrás de un cortinado; sus cabellos colgaban largos y finos rizados en
los extremos. Tenía en la cavidad del estómago una figura grabada en la
carne: era como una balanza en forma de corazón. Adentro había un niño
con los brazos abiertos; en una mano tenía una copa o concha y en la otra un
vaso o cáliz. En la concha se veían tres espigas verdes, que salían de la vaina
y la figura de una paloma parecía picar en las uvas del cáliz que estaba en
la otra mano del niño. A Jacob no le era desconocida esta señal; con todo
tuvo que alejar a Asenet para librarla de la ira de sus hermanos. Cuando más
tarde fue Jacob a Egipto, junto a José, y éste le confió todo el secreto, reconoció
a Asenet como a su nieta por esta señal. También José tenía en el pecho
la señal de una vid con muchos racimos.
He visto aparecer un ángel, vestido de gran fiesta, con una flor de loto en la
mano. Saludó a Asenet; ella lo miró y se cubrió con el velo. El ángel le ordenó
que cesara de llorar y de afligirse, que se vistiera de fiesta y le diese
comida. Ella se fue y volvió más compuesta, trayendo sobre una mesita liviana
y baja panecillos al rescoldo y vino. No estaba cohibida delante del
ángel, sino con sencillez y humildad, como he visto a Abraham y a otros
patriarcas en semejantes apariciones. Cuando el ángel hablaba se despojó
del velo. Pidió le diese miel y ella contestó que no tenía, porque no la comía
como otras jóvenes. Entonces el ángel le dijo que encontraría miel entre los
ídolos que estaban en la cámara, en diversas figuras, con cabezas de animales
y colas de serpientes enroscadas por las piemas. En efecto, encontró allí
un panal de miel en forma de hostia. con muchas celdillas y lo puso delante
del ángel, que le mandó comer del panal. El ángel bendijo el panal: lo he
visto entonces resplandecer y como suspendido entre ambos. No puedo ahora
explicar el significado de esta miel, porque cuando se ven las cosas así, lo
sabe una todo; después le parece a uno miel lo que es miel, flor lo que es
flor, y abejas y panal lo que son tales, sin recordar lo que ello significa. Recuerdo
sólo lo siguiente: Asenet tenía hasta entonces pan y vino y ninguna
miel en sí misma; por medio de esta miel se despojó de los ídolos y de su
culto, y la religión de los israelitas, la salud del Antiguo Testamento, entró
en ella. Significaba también que muchos encontrarían ayuda en ella y que,
como abejas, estarían en tomo de ella. Dijo entonces ella que no quería ya
beber vino, que la miel le era suficiente. He visto en Madián, junto a Jetró,
que se cuidaban muchas abejas, muchos panales. El ángel bendijo el panal
con sus dedos, señalando todas las partes del mundo. Esto significaba que
debía ser madre y conductora de muchos con su sabiduría, con su presencia
allí y con las visiones y revelaciones. Cuando más tarde se la veneró como
diosa y se le ponían tantos senos, era esto una representación falsa de su
misma misión sobre la tierra, que era la de consolar a muchos necesitados.
El ángel le dijo también que debía ser mujer de José, con el cual debía vivir.
La bendijo al modo como hizo lsaac con Jacob y el ángel con Abraham. Las
tres líneas de bendición las pasó el ángel dos veces sobre ella: la primera
sobre el corazón y la segunda sobre su regazo.
Más tarde tuve una representación de cómo se llegó José a Putifar y pidió a
Asenet como esposa. Recuerdo sólo que José traía entonces una flor de loto
en las manos. Él sabía la mucha ciencia de Asenet, pero ni uno ni otra conocían
su parentesco tan cercano. He visto también que el hijo del Faraón
amaba a Asenet y que por esto se tuvo que mantener oculta algún tiempo. Vi
que este hijo de Faraón se había entendido con Dan y Gad para matar a José
y se mantuvieron ocultos para este fin; pero fueron impedidos por Judá para
realizar su intento. Creo que Judá tuvo un aviso del cielo y advirtió a José
que en su viaje pasara por otro camino. Recuerdo que también Benjamín
tuvo mérito en ello y defendió a Asenet. Dan y Gad recibieron un castigo
del cielo, pues se les murieron algunos hijos. Habían sido avisados también
por Dios, antes que nadie conociese su mala intención. José y Asenet llevaban,
como era costumbre en los sacerdotes de los dioses, una señal considerada
santa, de su gran poder, cuando se mostraban ante el pueblo. La llevaban
en la mano como un cetro. La parte superior de esta señal era un anillo y
la inferior, una cruz latina, una T. Servía como sello: cuando se medía trigo
y se distribuía, eran señalados los montones con este sello. Los depósitos de
trigo y las obras de canales y las bajas y subidas del Nilo, eran señaladas
con este signo. Las escrituras eran selladas con él, después que eran rociadas
con un líquido rojo de plantas. Cuando José desempeñaba un oficio de su
cargo tenía esta señal, esta cruz, metida en el anillo, junto a él, sobre un tapete.
Me pareció como una copia del misterio del Arca de la Alianza encerrado
aun en José. Asenet tenía un instrumento como una vara, con el cual
estando en visión caminaba, y cuando se agitaba esta vara en sus manos,
golpeaba el suelo y encontraba agua subterránea y fuentes. Este instrumento
estaba hecho bajo la influencia de las estrellas.
En las salidas de fiestas viajaban José y Asenet sobre un carro reluciente.
Asenet llevaba un escudo de oro sobre el pecho, el cual, bajo los brazos, cubríale
todo el cuerpo. Sobre este escudo había muchas figuras y señales. El
vestido le llegaba hasta las rodillas. Los zapatos tenían una elevación en la
punta, como los botines de patinaje. La gorra consistía en una especie de
yelmo, hecho de pluma de varios colores, entretejido de perlas. José usaba
chaqueta apretada, con mangas y un escudo de oro, también con figuras; en
medio del cuerpo se veían tiras con nudos de oro; sobre el hombro un manto,
y su gorra estaba también compuesta con plumas con adornos.

XXXIX
Idolatría en Egipto en tiempos de José
Cuando llegó José a Egipto, se edificaba la nueva Menfis, que está como
a siete horas al Norte de la Menfis antigua. Entre las dos ciudades
había, sobre diques, una ancha calle como una avenida. Entre árboles y árboles
había figuras de ídolos y diosas de aspecto espantable y grotesco, con
cuerpos de perros, sentadas sobre plataformas de piedras. No existían aun
hermosos edificios, sino largos vallados y artísticos montes de piedra (pirámides)
llenos de cámaras y subterráneos. Las moradas eran livianas con una
superestructura de madera. Existían entonces muchos bosques y pantanos
entre estas edificaciones. El Nilo había ya cambiado su curso cuando María
tuvo que huir a Egipto.
Los egipcios adoraban toda clase de animales: sapos, serpientes, cocodrilos
y muchos más. No se inmutaban si veían que un cocodrilo devoraba a un
hombre. Cuando llegó José a Egipto, no estaba todavía en uso la adoración
del toro. Este culto vino a raíz del sueño de Faraón de las siete vacas gordas
y siete flacas del Nilo. Tenían muchas formas de ídolos: uno como niños en
pañales, otros enrollados como serpientes y otros que se podían angostar o
ensanchar a voluntad. Algunos ídolos tenían figuras en el pecho, como escudos,
en los cuales estaban representados, a veces, planos, ciudades o el
curso del Nilo de modo maravilloso. Estos escudos se hacían en conformidad
con los sueños y visiones que tenían los sacerdotes en sus torres, según
los cuales hacían los canales y fabricaban las ciudades. En esta forma edificaron
a Menfis.
Los malos espíritus debían tener en aquel entonces una mayor influencia
corporal sobre los hombres. Veo salir de la tierra y de las profundidades todas
las influencias de las artes mágicas de los egipcios. Cuando un sacerdote
comenzaba a ejercer sus artes de magia, yo veía salir de la tierra toda clase
de asquerosos animales, y entrar en su boca en forma de un vapor negro. Por
esto se encontraba luego como borracho, fuera de sí y viendo visiones. Era
como si con cada vapor que le entraba se le abría un mundo desconocido
ante su vista, y veía entonces lo cercano y lo lejano, la profundidad de la
tierra, las comarcas apartadas y los hombres de ellas, cosas escondidas y
ocultas; es decir todas aquellas que tenían relación con los malos espíritus.
La magia posterior me pareció que estaba mayormente bajo la influencia de
los espíritus del aire. Todo lo que estos magos veían por medio de estos espíritus,
me pareció que eran como trucos, ilusiones e imágenes ficticias, que
los demonios formaban ante su vista. Yo misma me puse a mirar estas imá-
genes: era como ver a través de una sombra o de algo transparente.
Cuando estos sacerdotes querían mirar en las estrellas lo futuro, hacían preceder
algunos actos de ayuno y purificaciones: se cubrían con sacos y se derramaban
ceniza, y mientras observaban las estrellas, se ofrecían sacrificios.
Observaban desde sus torres y pirámides. Los paganos de aquellos tiempos
tenían un conocimiento confuso y corrupto de los misterios de la religión
del verdadero culto de Dios, que por medio de Set, Enoc, Noé y los Patriarcas
habían pasado al pueblo hebreo. Por esto se explica que había tanta
crueldad y perversión en el culto de los ídolos, porque el demonio enturbiaba
y corrompía el verdadero culto y las verdades reveladas por Dios, como
más tarde sucedió con la magia y artes de diabólica brujería. Por esta causa
mandó Dios que el secreto del Arca de la Alianza fuera rodeado por fuego,
para su conservación. Las mujeres del tiempo de los Faraones vestían aún
como en tiempo de Semíramis.
Cuando Jacob fue adonde estaba José en Egipto pasó por el mismo camino
que recorrió más tarde Moisés llevando a los israelitas a la tierra prometida.
El tenía la previsión de que volvería a ver a José: llevaba esto en el corazón,
aunque en forma vaga. Cuando peregrinaba a Mesopotamia tuvo ya una visión
del porvenir de sus hijos; no en el lugar de la visión de la escala, sino
donde erigió la piedra. Vio que uno de ellos, en el lugar donde fue vendido
José más tarde, se hundía, y luego se levantaba una estrella en el Sur. Por
esta causa, cuando le trajeron la túnica teñida en sangre, recordó la visión
anterior, que ya había olvidado, y dijo: ‘He de llorar a José hasta que lo
vuelva a ver». Jacob hizo averiguar, por medio de Rubén, qué mujer tenía
José, sin decirle, empero, que era una sobrina. Se hizo amigo de Putifar y
éste, después de mucha amistad con Jacob, se circuncidó y abrazó el culto
del verdadero Dios y la religión de los hebreos. Jacob vivía a la distancia de
un día de camino de José. Cuando enfermó, José fue a verlo. Jacob le preguntó
varias cosas acerca de Asenet, y cuando supo lo de la señal del pecho,
dijo a José: «Esta es carne de tus carnes, esta es hueso de sus huesos», revelándole
así quién era Asenet. José se sintió tan conmovido, que desmayó por
la impresión. Cuando llegó a casa se lo dijo a su mujer y ambos lloraban de
corazón por todo lo que entonces supieron.

XL
Muerte de Jacob y de José
Jacob se fue debilitando cada vez más y José volvió de nuevo con él. Jacob
apoyó sus piernas sobre el suelo y José le puso la mano sobre la cadera
jurándole que le enterraría en Canaán. Cuando hubo jurado, Jacob bendijo
a José. Él sabía que José había recibido la bendición que le había sido
sustraída por el ángel. Permaneció en su cuerpo, aún después de su muerte,
hasta la noche de la salida de Egipto, en la cual Moisés retiró el misterio con
los restos de José, que más tarde colocó en el Arca de la Alianza, como un
sagrado secreto para el pueblo de Israel. Unos tres meses después de la visita
de José, murió Jacob. Después de su muerte, los egipcios e israelitas celebraron
un juicio, según su costumbre, en el cual fue muy alabado y apreciado
por todos.
Asenet dio a José varios hijos: los primeros, Manasés y Efraín, y en total
diez y ocho hijos, entre los cuales varios gemelos. Murió tres años antes que
José y fue embalsamada por mujeres judías. Mientras vivió José, permaneció
en su monumento. Los ancianos del pueblo sacaron algo de sus entrañas
que conservaron en una figura de oro. Como también los egipcios trataban
de sacar parte del cuerpo, se le confió a las comadres judías el cuerpo de
Asenet y una de ellas lo mantuvo oculto entre los cañaverales del Nilo, encerrado
en una caja bien calafateada. En la noche de la salida de Egipto, una
comadre, de nombre Sara, de la tribu de Aser, trajo a Moisés este tesoro escondido.
José fue embalsamado después de su muerte por algunos judíos, en
presencia de los egipcios, y se produjo luego la unión de los cuerpos de José
y Asenet, según los dibujos y anotaciones que Asenet había hecho, conforme
a sus visiones y que había dejado a los judíos. También los sacerdotes
egipcios y observadores de los astros, que recibieron a José y Asenet entre
los dioses, tenían un conocimiento de estos dibujos y una idea de la gran
importancia de la bendición de José y de Asenet para el pueblo hebreo. Por
esto trataban de pasar a sí mismos esta bendición, y comenzaron entonces a
oprimir a los hebreos. Después de la muerte de José fueron muy duramente
tratados los hebreos, que se habían multiplicado grandemente, por el Faraón
de Egipto. Sabían los egipcios que ellos no saldrían de Egipto sin los huesos
de José. Por esto robaron varias veces estos restos, y finalmente se apropiaron
de ellos totalmente. El común del pueblo sabía de la existencia del cuerpo
de José, pero ignoraba el misterio allí encerrado; esto lo sabían unos pocos.
El pueblo entero experimentó gran consternación cuando se enteró por
los ancianos, que el cuerpo de José y el misterio sobre el cual descansaban
las promesas, les había sido sustraído. Moisés, que había sido educado en la
corte de Faraón en todas las ciencias de los egipcios, visitaba su pueblo, y
así conoció la causa de su tristeza. Cuando más tarde mató al egipcio y tuvo
que huir, fue providencia de Dios que se refugiase en casa de Jetró: éste, por
su amistad con la sibila Ségola, le pudo ayudar a descubrir el oculto tesoro
del misterio.
Moisés habíase casado con Séfora por inspiración de Dios, que queria juntar
esta rama dispersa y unirla a Israel.

XLI
Sémola, Moisés y el cuerpo de José
Sémola era una hija natural de Faraón, de madre judía y aunque instruida
y educada en la astrología egipcia, era muy afecta a los hebreos. Ella
fue la que primero descubrió que Moisés no era hijo de Faraón, aunque se
educaba en la corte. Aarón después de la muerte de su primera mujer, se
unió a una hija de Sémola, para que la amistad y la unión con los israelitas
se hiciese más fuerte y duradera. Los hijos de este matrimonio salieron con
los israelitas de Egipto. Aarón tuvo más tarde que separarse de ella para que
el sacerdocio fuese de pura sangre hebrea. Esta hija de Sémola casó nuevamente,
y sus descendientes vivían, en tiempo de Jesucristo, en Abila, adonde
había sido llevada su momia por su madre. Sémola era muy esclarecida y
tenía gran influencia en la corte de Faraón. Tenía en la frente como una excrescencia,
como he visto en antiguos tiempos en otros hombres dotados de
profecía. Se sentía inclinada por el espíritu de Dios a hacer muchos favores
a los hebreos.
Precisamente en la noche en la cual pasó el ángel exterminador matando a
los primogénitos, salió Sémola cubierta, con Moisés, Aarón y otros tres israelitas
y dirigióse adonde había dos colinas sepulcrales, separadas por un
canal y unidas por un puente. El canal se echaba, entre Menfis y Gosen, en
el río Nilo. La entrada al monumento sepulcral estaba debajo del puente,
más profundo que la superficie de las aguas, y había que bajar por escalones
que arrancaban desde el puente mismo. Sémola bajó sola con Moisés y escribiendo
el nombre de Dios sobre un pergamino, lo echó a las aguas, que se
dividieron, dejando patente la entrada del monumento. Golpearon sobre la
piedra que hacía de puerta y se abrió hacia adentro. Entonces llamaron a los
demás hombres. Moisés les sujetó las manos con su estola y les hizo jurar
que guardarían el secreto. Después del juramento les soltó las manos y entraron
todos en el monumento, donde encendieron luz. Se veían allí muchas
otras salas y figuras de muertos. El cuerpo de José y los restos de Asenet
yacían en un monumento egipcio, en forma de toro, hecho de metal, que
resplandecía como oro apagado. Levantaron la tapa y Moisés tomó el misterio
del hueco esqueleto de José, lo ocultó en un paño y se lo pasó a Sémola,
que lo llevó, ocultándolo entre las ropas de su vestido. Los demás huesos
fueron amontonados sobre una piedra, y acomodados en paños para ser llevados
por los hombres. Ahora que tenían los restos de José y el misterio
consigo podían los hijos de Israel salir de Egipto. Sémola lloraba de consuelo.
El pueblo estaba lleno de alegría.
Moisés encerró en la punta de su bastón una reliquia del cuerpo de José. Este
bastón terminaba en un níspero con hojas en tomo. No era el mismo que
arrojó en presencia de Faraón y que se convirtió en una serpiente. Este era
hueco por arriba y por abajo, de modo que las partes superior e inferior se
podían sacar o acortar a voluntad. Con la parte inferior, que me pareció de
metal, tocó Moisés la roca como si escribiese algo sobre ella. La roca se
abrió al contacto de esa punta y saltó el agua. Donde Moisés tocaba con la
punta de su bastón, en la arena, y escribía algo, saltaba agua. La parte superior,
en forma de níspero, podía sacarse fuera o meterse, y al contacto de
esta parte se dividió el Mar Rojo en dos partes.
Desde la muerte de José hasta la salida de Egipto pasaron ciento sesenta
años, según nuestro modo de calcular. En Egipto usaban otro sistema para
calcular las semanas y los años. Se me lo ha declarado varias veces, pero no
puedo ahora reproducir esta explicación. Mientras moraron los israelitas en
Egipto, tenían sólo tiendas en lugar de templo. Por altar levantaban uno de
piedras, derramaban óleos sobre él y ofrecían generalmente trigo entre los
vegetales y corderitos entre los animales. Mientras ofrecían el sacrificio,
cantaban y rezaban.