Excepcional mística cristiana
Tras la apariencia de una monja sencilla, en Ana Catalina Emmerick (Coesfeld, 1774 – Dullmen, 1824) se esconde una de las grandes místicas católicas de los últimos siglos. Desde su más tierna infancia, fue un alma de excepcional bondad, devoción y pureza. Su vida y su legado iluminarán por siglos al cristianismo y a toda la humanidad.
El escritor francés Léon Bloy dijo «Si el libro “Vida de Ana Catalina Emmerick”, escrito por el padre Schmoeger, fuera leído por veinte personas en cada diócesis, Dios cambiaría la faz del mundo”. Difícil resumir mejor el potencial del legado de esta extraordinaria monja agustina.
Hacia una mejor comprensión del nuevo “Nuevo Testamento”
Por muy incomprensible que pueda resultarnos, Ana Catalina fue bendecida ya desde su niñez con un don, acorde a su intensa devoción: acceder a un conocimiento directo de la vida de Jesús, de la Sagrada Familia, de los apóstoles y de los santos. Son sus “visiones”, a través de las que no sólo contempla los sucesos históricos, sino que es capaz de percibir los sentimientos y pensamientos de los protagonistas. En la literatura sobre el misticismo se explica cómo una capacidad semejante llega ocasionalmente a las personas espiritualmente desarrolladas.
El relato extremadamente detallado, profundo, veraz de sus visiones sobre la vida de los personajes bíblicos y de Jesús aportan al lector una comprensión íntima sobre el cristianismo que desborda al de otras Sagradas Escrituras. Son elocuentes, hermosas, poderosas, de imprescindible lectura.
Para muchas personas de hoy día, pensar que haya existido un milagro semejante, que alguien a través de visiones pueda acceder a un conocimiento de hechos pasados, resulta inaceptable. A este respecto, responde este comentario de la propia Ana Catalina Emmerick, relatando una conversación que mantuvo de niña con su devoto padre, Bernard Emmerick, un humilde y abnegado campesino alemán:
“Debía salir al campo con mi padre y llevar caballo, conducir la rastra y hacer todo género de faenas. Cuando dábamos alguna vuelta o nos parábamos, decía: “¡Qué hermoso es esto! Mira, de aquí podemos divisar la iglesia de Koesfeld y contemplar al Santísimo Sacramento y adorar a Nuestro Señor y Nuestro Dios. Desde allí nos está viendo y bendiciendo nuestro trabajo”. Cuando tocaban a misa, se quitaba el sombrero y hacía oración, diciendo: «¡Oigamos ahora misa!” Mientras trabajaba, decía: “Ahora está el sacerdote en el Gloria; ahora llega al Sanctus; y ahora debemos pedir con él esto o aquello y recibir la bendición”. Después cantaba o repetía alguna tonada. Cuando yo levantaba las mieses, decía: “Se espantan las gentes al oír la palabra milagro, y he aquí que vivimos de puro milagro y gracia de Dios. Mira el grano en la tierra: ahí está y de él sale un tallo que produce ciento por uno. ¿No es esto un gran milagro?” El domingo, después de comer, nos refería el
sermón y lo explicaba de un modo muy edificante. También nos leía la explicación del Evangelio.”
Sus visiones, un tesoro espiritual para la humanidad
El relato de sus visiones ha llegado hasta nosotros gracias a su amigo el escritor Clemente Brentano y a su doctor de cabecera Guillermo Wesener, quienes transcribieron y ordenaron las explicaciones detalladas que ella hacía de sus visiones. Clemente Brentano era un fogoso escritor romántico que tras su contacto con Ana Catalina se convirtió al catolicismo. Guillermo Wesener quedó convencido de la altura espiritual de Ana Catalina cuando ella le reveló secretos de su vida personal que nadie podía conocer.
Con respecto al porqué de estas visiones, nos refiere lo siguiente la propia Ana Catalina:
“Ayer he pedido fervorosamente a Dios que dejase de concederme estas visiones, para verme libre de la responsabilidad de referirlas. Pero el Señor no quiso escucharme; antes bien, he entendido, igual que otras veces, que debo referir todo lo que veo, aunque se burlen de mí y no comprenda yo ahora el provecho que resulte de esto. También he sabido que nadie ha visto nunca estas cosas en el grado y medida en que yo las veo, y he entendido que no son cosas mías, sino de la Iglesia.
“Yo te doy esta visión, me dijo el Señor, no para ti, sino para que sea consignada: debes, pues, comunicarla. Ahora no es tiempo de obrar maravillas exteriores. Te doy estas visiones y te las he dado siempre, para mostrar que estoy con mi Iglesia hasta la consumación de los siglos. Pero las visiones, por sí solas, a nadie hacen bienaventurado: has de ejercitar, pues, la caridad, la paciencia y todas las virtudes”.
Las admirables visiones sobre el Antiguo Testamento y las numerosas visiones sobre la vida de los santos, me fueron comunicadas por la bondad de Dios, no sólo para mi instrucción, sino para que las publicara, e hiciera conocer tantas cosas escondidas e ignoradas. Muchas veces me fue inculcado este mandato.
Hace mucho que yo hube de haber muerto. He conocido en una visión que hace tiempo yo hubiera muerto, si no fuera porque debía hacer conocer estas cosas por medio del Peregrino (así se refería afectuosamente al escritor Clemente Brentano). Él debe escribirlo todo. A mí me corresponde únicamente comunicar mis visiones. Cuando el Peregrino lo haya ordenado todo y todo esté
terminado, morirá él también.”
Luz sobre la figura de Jesús y su mensaje
Muchos de quienes hemos llegado a conocer de la existencia de Ana Catalina de Emmerick lo hemos hecho a través de la película de Mel Gibson “La pasión de Cristo”. Esta película, excelente e inspirada, incluye en su guión parte de las visiones de Ana Catalina, no recogidas en los Evangelios, que nos ayudan a entender mejor qué sucedió, cómo y por qué. Pues bien, estos destellos de verdad que se reflejan en la película, palidecen cuando leemos el relato completo no sólo de la Pasión, sino de toda la vida de Jesús, de la Sagrada Familia y de muchas otras personalidades espirituales descritas en el Nuevo y en el Antiguo Testamento.
Durante 2000 años la luz del ejemplo de Jesús ha brillado a través de los 4 Evangelios canónicos, relatos de la vida de Jesús, a la fuerza breves y concisos por las limitaciones del tiempo histórico (escritura en rollos de pergamino,…). Esa misma luz brilla con indescriptible intensidad, cercana, real, inteligible en los relatos de las visiones de Ana Catalina. Es tan detallado el relato de los hechos, es tan profundo el conocimiento histórico que refleja, son tan íntimos los retratos psicológicos que traza, que resulta imposible entender como una monja agustina de educación sencilla pueda relatar estos hechos, sino es porque se trata de una verdad revelada. Los sucesos que describe Ana Catalina se han visto corroborados por hallazgos históricos y son coherentes con el Nuevo Testamento y con otros textos, como los evangelios apócrifos. Sus detalladas descripciones han llevado a ubicar santos lugares perdidos durante siglos. Un ejemplo, es el descubrimiento en Éfeso (Turquía), gracias a sus indicaciones, en 1891 de la casa en la que la Virgen María pasó sus últimos años.
El tesoro espiritual de sus visiones, un suceso crítico para el cristianismo
Las visiones de Ana Catalina guardan una capacidad para hacer comprensible el cristianismo y un potencial de renovación y acercamiento íntimo al mensaje de Jesús, que resulta difícil encontrar un suceso de semejante significación en los últimos siglos. Nos corresponde ahora a cada uno de nosotros hacer el pequeño esfuerzo de acercarnos y conocer su mensaje.
El relato de las visiones de Ana Catalina es un tesoro espiritual inconmensurable. Nuestra deuda de gratitud hacia ella también. Mostrémosle nuestro afecto en consonancia.