Desde la resurrección de Jesucristo hasta la Asunción de María Santísima – Sección 2

VI
Jesús aparece a sus apóstoles en el mar de Galilea
Antes que se dirigieran los apóstoles al mar de Galilea, los veo recorrer el camino del
Calvario. De aquí se dirigen a Betania, donde toman a varios discfpulos. Hacen el
camino hacia el mar de GaWea en diversos grupos. Pedro marcha en compaginan de
Juan, Santiago el Mayor, Tadeo, Natanael , Juan Marcos y Sitas: son siete hombres los
que se encaminan a Galilea. Dejan Samaria a su izquierda. Van por caminos que no
entran en los poblados. Llegados a Tiberíades se recogen en el edificio de una pesquería
que Pedro había alquilado y cuida un viudo con dos hijos. Comieron con el cuidador y
oí a Pedro decir que en tres años no había estado pescando en ese lugar. Usaron dos
naves: una grande, en buen estado; otra mas pequeña. Dejaron a Pedro la nave mayor,
que ocupó con Natanael, Tomás y un criado del pescador. En la otra nave entraron Juan,
Santiago, Juan Marcos y Silas. Pedro no permitió que otro remara: lo hizo él mismo.
Aun cufl nclo hflbífl sido distinguido por Jesús con tfln ::~lt::~ clignidfld, ern muy humilde y
modesto en el trato, especialmente con Natanael, hombre fino y culto. Estuvieron toda
la noche pescando, echando las redes , ya de un lado, ya de otro, s iempre en vano: no
pescaron nada durante toda la noche que estuvieron trab~ando a la luz de las antorchas.
A veces rezaban o cantaban salmos. Hacia la mañana, cuando comenzaba la aurora,
acercaron las naves a la orill a, donde el Jordán desaguaba hacia el Oriente y estaban a
punto de echar el ancla, cansados del trabajo nocturno.
Se habían quitado parte de los vestidos para la pesca y estaban a punto de ponerse de
nuevo vestidos para para descansar, cuando vieron en la orilla surgir una figura de entre
los juncos. Era Jesús, que les gritó: «Hijos ¿tenéis un companage?» Ellos contestaron:
«No. Señor». Entonces les dijo el Señor que echaran las redes al Oeste de la nave de
Pedro. Para hacerlo así tuvo Juan que navegar con su nave a la otra parte de la nave de
Pedro. Como luego sintieran las redes tan cargadas de paces, Juan reconoció a Jesús y
gritó a Pedro, «Es el Señor». Entonces Pedro se puso rápidamente un vestido más, se
arrojó a las aguas y marchó hacia Jesús a través de los juncos de la orilla. Juan, entre
tanto, subió a un bote pequeño, sujeto a su nave. Cada nave tenia dos de estos botes a
los lados, que servían para acercarse a la orilla donde había poca profundidad; eran
botes tan pequeños que no cabía en ellos mas que un hombre.

VII
Las almas de los Patriarcas en torno de Jesús
Mientras estaban los apóstoles ocupados en la pesca, he visto a Jesús rodeado de
muchas almas de los Pa1riarcas, que había Él librado del limbo (seno de Abrahán).
También le rodeaban muchas almas libradas de lugares, cavernas, pantanos y desiertos
donde estaban relegadas. Las veía venir desde el valle de Josafat. Durante todo el
tjempo que Jesús no está con Jos apóstoles, lo veo rodeado de las almas de estos
antepasados, especialmente de Jos que pertenecen a su genealogía, desde Adán y Eva
hasta Noé, Abrahán, Jos otros Patriarcas y todos sus descendientes. Va Jesús con ellos,
indicándoles todos Jos lugares y enseñándoles todo Jo que Él ha hecho y padecido por
ellos. Ellos se sienten consolados y purificados al mismo tiempo y Llenos de gratitud.
Les enseñó Jos misterios del Nuevo Testamento, por los cuales ellos se ven ahora libres
de sus encierros. Lo veo andar con esas almas por Nazaret, en la gruta de Belén y en
todos los lug:.re<\ rlonde sucedieron místeríos de la Rerlencíón. Se puecle dístíngnír en
estas almas, por cierta fuerza en unos y cierta debilidad o delicadeza en otras, si
informaron a hombres o mujeres. A mi se me representan vestidas de largos hábitos
brillantes: parecería que sus vestiduras se arrastraran detrás, más largas, en muchos
pliegues. Aparecen en e llos los cabellos, no como tales, sino como rayos de cierta
significación y reconozco este brillo aun en las barbas de los santos. Sin señales
exteriores. yo distingo a los reyes, y especia lme nte a los sacerdotes que han tenido
relación con el Arca de la Alianza, desde Moisés en adelante. A estas almas las veo
cernirse y flotar en torno de Jesús, de modo que también aquí hay orden perfecto: flotan
y se mueven sosegada y noblemente; tienen su modo de andar, no del que toca la tierra,
sino del que apenas roza el suelo.
Vi a Jesús venir en compañia de estas almas cuando los apóstoles estaban pescando.
Había allí un vallado con una especie de hoyo cubierto por una techumbre donde
conservaban un hogar, quizás para uso de los pastores. Yo no he visto que el Señor
encendiese el fuego, ni que preparase el pescado, ni que los hubiera tomado de algún
lugar. El fuego para el hogar, el pescado y todo lo necesario aparecieron en presencia de
los Patriarcas donde el Señor quería: de qué modo, no lo puedo decir. Jesús pensó tener
eso y todo apareció alli.
Las almas de estos antepasados tuvieron una parte en el pescado y en su preparación. Lo
relacionó Jesús con la Iglesia militante y las almas de la Iglesia purgante. Estas almas
quedaron en esta comida como incorporadas, aun exteriormente, con la Iglesia. Jesús, al
comer de este pescado, dio a los apóstoles el significado de la Lmión de la Iglesia
purgante con la militante. Jonás, dentro del pez, significa a Cristo en el interior de la
tierra, en el mundo inferior.
De lante de una choza había un tirante de madera que sirvió de mesa.
Mientras yo miraba estas escenas de las almas de los Patriarcas, Jesús había llegado
cerca del mar. Pedro no nadaba; caminaba por entre los juncos: el agua no era profunda
y yo vefa el fondo. Ya cerca de Jesús, llegaba Juan a la orilla, y los de la nave gritaron a
los de la orilla que les ayudasen a tirar las redes a tierra. Jesús mando a Pedro que
trajera los pescados. Tiraron de las redes a la orilla y Pedro sacaba los peces y los
echaba a la orilla. Eran 153 peces de varias clases. Este numero indicaba los nuevos
convertidos ganados en Thebez. Había varias personas de los pescadores de Tiberíades
que quedaron en las naves a la custodia de los peces. Los apóstoles. en cambio, se
retiraron con Jesús a la choza, para comer conforme les había indicado Jesús. Allí no he
visto más a las almas de los antiguos Patriarcas. Los apóstoles estaban muy admirados
al ver el fuego pronto y un pescado encima de las brasas, sabiendo que no era de los
recién pescados. Había también tortas tostadas de harina y miel. Los apóstoles se
acercaron aJ tirante y Jesús servía. He visto cómo daba a cada Lmo sobre el pan un trozo
de pescado del sartén y como el pescado no disminuía. Dio también a cada uno de las
tortas de miel. Luego se sentó y comió con ellos. Todo esto transcurrió con cierta
solemnidad y en silencio. Tomás era el tercero de los que tuvieron en la nave un
sentimiento de la presencia de Jesús. Todos estaban como cohibidos, con temor
reverencial, porque Jesús aparecía ahora en forma más espiritual que antes, y la comida
misma y este intervalo tenian algo de sobrenatural que les impedía la familiaridad de
antes. Nadie se atrevió a preguntar nada y todo procedió en silencio, con admiración y
conmoción sobrenatural. Jesús apareció más espiritualizado y no se veía la impresión de
sus llagas.
Después de la comida he visto a Jesús caminando por la olilla del mar con ellos y
preguntar a Pedro con cierta solemnidad: «Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas tú más que
éstos?» Pedro respondió con temor: «Señor, Tú sabes que te amo». Díjole Jesús:
«Apacienta mis corderos». En ese momento vi una imagen de la Iglesia y del supremo
Obispo: como él enseñaba y guiaba; vi bautizar y lavar simbólicamente a los tiernos
corderitos. Mientras caminaba Jesús a veces se detenían y se le acercaban los demás.
Después de una pausa pregunto nuevamente a Pedro: «Simón, hijo de Jonás. ¿me amas
tú?» Pedro. cohibido y recordando sus negaciones, le contestó muy humildemente: «Si,
Señor: Tú sabes que te amo». Jesús le dijo otra vez con solemnidad: «Apacienta mis
ovejas». De nuevo wve una visión de la Iglesia, ya crecida y de las persecuciones, y
cómo el Supremo Obispo reunía, guiaba, custodiaba a los fieles y les enviaba otros
pastores.
Después de otra pausa, cuando habían dado unos pasos, preguntó Jesús nuevamente:
«Simón, hijo de Jonás, ¿me amas tú?». Pedro se entristeció, porque pensó que Jesús no
creía en sus palabras y porque recordó también su triple negación, y así respondió:
«Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te amo». Yo entendí entonces lo que Juan pensó:
«Oh, qué amor tiene Jesús y qué amor debe tener un Pastor de almas, puesto que Pedro,
a quien entrega el rebaño, es preguntado tres veces sobre el amor». Jesús le dijo de
nuevo: «Apacienta mis ovejas». Luego añadió: «En verdad te digo: cuando eras joven te
ceñías tu mismo e ibas donde querías; cuando seas viejo, otro te atará, mientras tu abres
los brazos, y te llevará adonde no quisieras ir por ti mismo. Sígueme».
Entonces Jesús se volvió para prosegu ir su camino y Juan fue con Él; el Señor habló
con él solo algo que yo no pude oír:. He visto, en cambio, que mirando Pedro a Juan e
indicándoselo al Señor, pregunto: «Señor, ¿qué sera de éste?» Jesús le contestó,
reprendiendo su curiosidad: «Si Yo quiero que él permanezca hasta que Yo venga qué te
importa a ti de ello? Tú sfgueme».Se volvió Jesús y siguieron caminando.

Cuando Jesús dijo por tres veces a Pedro: «Apacienta mis ovejas», y que lo atarían y Jo
llevarían cuando fuera anciano, tuve uno visión del progreso de la Iglesia y vi a Pedro
en Roma. cuando lo ataban para crucificarlo. Vi también los martirios de los santos
mártires. Pedro tuvo una visión de su futuro martirio y de los futuros padecimientos de
Juan. Pero cuando vio Pedro a Juan junto a Jesús, sabiendo cuánto este apóstol amaba al
Señor, pensó: «No deberá también éste ser crucificado?» Jesús le respondió con una
reprensión.
En este momento tuve una visión de la muerte de Juan en Éfeso: he visto como él
mismo se colocó en el sepulcro y cómo hablaba con sus discípulos. y luego murió. Pero
su cuerpo después de su muerte no lo he visto quedar en la tierra, sino ser llevado a una
región resplandeciente, entre el Oriente y el Mediodía; allí vi como que recibía algo de
Jo alto y lo daba a la tierra. Comprendí también que algunos entenderían falsamente
estas palabras, y pensarían; «Yo quiero que así permanezca», o si no: «Sí, Yo quiero que
él así permanezca». Pero debe entenderse así: «Si Yo quiero, que él permanezca». Los
demás, que habían oído las palabras, pensaron que Juan no había de morir; pero en
realidad ha muerto. Tuve en ese momento una visión de su muerte y de su futuro
destino y del lugar de su permanencia.
Jesús anduvo todavía algún tiempo con los apóstoles y les dijo Jo que debían hacer.
Después desapareció al Oriente del mar hacia Gergesa. Los apóstoles se dirigieron
entonces hacia Tiberíades, sin volver al lugar donde Jesús les dio de comer. De los
peces que Jesús les hizo pescar, ninguno fue usado para comer ellos. Cuando Jesús les
dijo que trajeran los pescados, Pedro los sacaba de las redes y los echaba a los pies del
Maestro. donde fueron contados. Esto era un reconocimiento de que los pescados no
habían sido fruto de sus industrias, sino por Jesús, para Jesús y en Jesús. Cuando los
peces estuvieron echados en la ori lla, Jesús les dijo: «Venid, comed». Los llevo a través
de la colina. desde donde no se podía ver el mar y donde había una choza con el hogar
preparado. Jesús no se puso al principio a la mesa sino que fue al sartén y trajo un trozo
de pescado para cada uno, que puso sobre el pan. He visto que bendijo las porciones, las
cuales resplandecían. Las tortas de miel estaban preparadas y amontonadas unas sobre
otras. Jesús las repartió y, cuando hubo terminado, se puso también Él a la mesa. Había
allí un solo pescado, pero más grande que los que habían sacado. En esta comida hay un
misterio. La presencia de las almas de los Patriarcas y de otras almas de difuntos y su
parte en la preparación de la comida, y luego la misión de Pedro: todo esto me dio la
persuasión de que se le daba a Pedro, en esta comida, y su preparación, en modo
espiritual, el poder y la potestad sobre la Iglesia purgante, que se incorporaba entonces a
la militante, sujetándose a ella y al poder de Pedro. No puedo declarar en qué forma;
pero tuve una visión en ese momento de esta sujeción; y por eso habló Jesús
profetizando la muerte de Pedro y la suerte futura de Juan.
Jesús fue andando con las almas de los Padres por la región donde había echado a Jos
demonios en los cerdos y libró a otras almas detenidas en esos lugares oscuros y llenos
de tinieblas. Aquí hubo siempre e ndemoniados en gran numero: se había dado muerte a
muchos inocentes que estaban allí ahora por decreto de la justicia de Dios.

VIII
Jesús con las almas de los Padres en el Paraíso Terrenal
Jesús se dirigió con las almas al Paraíso terrenal , que vi esta vez más hermoso y
espléndido que nunca. Lo vi más claramente que otras veces. Les mostró todo lo que
nuestros padres habían perdido con la primera culpa, y la dicha de esta caída por la
Redención que Jesús les ofrecía He visto cómo éstas almas habían deseado la redención
y la esperaban, ignorando cómo se realizaría: en general esto había quedado oculto a los
hombres en la tierra Jesús iba con estas almas y les enseñaba todo esto conforme a lo
que podían ellas entender, tal como Jo hacía en esta tierra con los apóstoles y discípulos.
Enrendí nuevamente, por las palabras de Jesús, que el hombre ha sido creado para llenar
las vacíos que dejaron Jos ángeles caídos, para llenar los coros de los espíritus rebeldes
en el cielo. Sin la culpa de origen, la humanidad se hubiese propagado sólo hasta
completar el número de los ángeles caídos: entonces la humanidad hubiera tenido su
término. Con la culpa se introdujo un::. propag::.ción human::. dispersa, corrupta en su
propia voluntad, y se mezcló con impureza, con tiniebla y desorden de concupiscencia.
Por eso, la muerte es una consecuencia y un castigo, y también un bien para el hombre.
En cuanto a lo que se dice del ñn del mundo, esto es cierto que no acabará mientras no
sea recogido todo el trigo de entre la paja. Con ese trigo escogido se llenarán los vacíos
de los ángeles caídos.
He visto también a Jesús con las almas en muchos lugares donde hubo batallas,
declarándoles todo lo que conducía a la salvación y a la redención. Mientras Jesús les
decía estas cosas, yo veía esas batallas y todo lo acontecido allí, cómo si sucediese en
ese momento. Creo que también las almas veían todo eso como yo lo veía.
En todo este viaje con las almas no he visto que aparecieran a nadie ni asustaran con su
presencia. Era un caminar o un flotar sobre los lugares en modo espiritual, alegrando de
paso toda la naturaleza. Jesús fue también con los Padres a los lugares donde Jos
apóstoles debían predicar el Evangelio y con su presencia bendecía esos parajes. Así
recorrió toda la naturaleza.

IX
Pedro y los apóstoles después de la pesca núlagrosa
Cuando Pedro con los tres apóstoles y los tres discípulos llegó hacia el mediodía a casa
de Aminadab. el pescador que habfa recibido la pesquería de Pedro hacfa ya desde dos
afios, tomaron su alimento. Pedro contó el milagro de la pesca y aparición de Jesús;
habló de la comida con Él y exhortó a los oyentes a dejarlo todo y seguir a Jesús. El
viejo pescador, o yendo estas cosas y viendo la nave llena de peces. y oyendo la
narración de las maravillas que contaban sus dos hijos que habían estado presentes, se
resolvió también él a dejarlo todo y seguir a Jos apóstoles. Los peces fueron repartidos a
los pobres del lugar. El viejo pescador dejó la pesquería a otro hombre y con sus dos
hijos, Isaac y Josafat, siguió la misma noche tras los apóstoles. Lo veo caminando hacia
el Occidente del lago y adentrarse en el pais. Las intenciones del viejo pescador no eran
del todo puras: pensaba que al dejar su poco haber podría más tarde llegar a ser algo
m~s. A la mañana siguiente lleg:non los apóstoles a una sinagoga hastante capa7. en el
término medio de dos poblaciones. Se levantaba aislada en la comarca y tenia en tomo
edificaciones para albergue. Encontraron aquí reunidos a muchos discípulos, a los
cuales narraron el milagro de la pesca, la cena con Jesús y las palabras y hechos de esa
aparición.
Pedro enseñó en esta escuela sobre la pesca milagrosa y el segu imiento de Jesús. Se
había reunido mucha gente, inclusive enfermos y endemoniados. Sólo Pedro sanaba en
nombre de Jesús: los otros apóstoles ayudaban a los enfermos o enseñaban la doctrina.
Todos eran gente buena y deseosa de oír la doctrina de Jesús. Pedro habló de los dolores
de Jesús. de su Pasión, muerte y resurrección. Les dijo que lo habían visto en varias
apariciones y los exhortó a seguir a Jesús. Los oyentes estaban muy conmovidos. Pedro
ya no parece el mismo de antes; desde las últimas apariciones se lo ve muy distinto: está
lleno de entusiasmo, de celo, de mansedumbre y de bondad. Llegó a conmover de tal
manera los corazones de estos hombres, que todos querían dejarlo todo y seguir a Jos
apóstoles. Tuvo que decirles a muchos que no lo hicieran y volvieran a sus hogares.

X
Jesús aparece a quinientos discípulos
Desde este lugar, que está a algunas horas al Sur de Tiberfades, se dirigió Pedro con los
demás y mucho pueblo hacia el Oeste, a un lugar elevado que tenía por el Norte un val le
muy fértil. que en invierno se cubre de pasto verde, pues esta cruzado por un arroyo que
con los calores de verano se suele secar. A veces el valle se inunda por las lluvias y las
aguas que caen de los montes vecinos. Se detuvieron en una montana aislada que tenía
casas alrededor y huertas y jardines esparcidos por las colinas. A la altura donde
llegaron, llevan cinco caminos y en la cima hay un espacio bastante grande como para
pasear cómodamente un centenar de personas. Se goza desde allí de una espléndida
vista, con el mar de Galilea y sus alrededores. No lejos de aqui está el monte donde
Jesús multiplicó Jos panes; en estas cercanías fue donde Jesús pronunció el sermón de la
montaña. El pozo de Cafarnaúm esta situado al pie de esta comarca.
Se encontraban aqui también los otros apóstoles, muchos discípulos y las santas
mujeres, menos la Madre de Dios y la Verónica. También estaban la mujer y la hija de
Pedro. Las mujeres de Andrés y Mateo habían ven ido desde Betsaida. Había además
muchas otras personas. Los apóstoles y los discípulos sabían que debían reunirse aquí.
Se distribuyeron algunos bajo techumbres y otros al aire libre. Pedro contó a los demás
apóstoles y a las mujeres el prodigio de la pesca y se juntó con los demás en la montaña,
donde la muchedumbre había sido ordenada por los discípulos. En la montaña había un
lugar más hondo y en esta hondura se levantaba una columna adonde se podía subir para
enseñar desde allí como sobre un pú lpito. Esta hondura tenía alrededor como gradas en
círculo. desde las cuales se podía ver y oír al predicador. Pedro repartió en cinco grupos
a los oyentes. conforme a los cinco caminos que llevaban a la montaña y a cada grupo
señaló un apóstol para que instruyera, ya que a él no le podían oír todos. Pedro ocupó la
cátedra cubierta de musgo y los oyentes se dispusieron en torno de él. Predicó sobre la
Pasión del Señor y su Resurrección; sobre las apariciones de Jesús y a necesidad de
seguir su doctrina.
He visto a Jesús venir por el mismo lado por donde Pedro había subido la montaña. Las
santas mujeres que estaban en la falda de la montaña se echaron de rodillas a sus pies.
Él les dijo de paso pocas palabras. Cuando Jesús pasó entre la muchedumbre,
resplandecía, y algunos se estremecieron y temieron: éstos no permanecieron fieles.
Jesús se adelantó al medio, donde estaba Pedro en la columna, y hablo de dejarlo todo,
de seguirle a Él y de las persecuciones que sufrirían por causa de su nombre. Cuando
oyeron estas cosas, unos doscientos de los presentes dejaron la montaña y se fueron.
Cuando éstos se hubieron ido, dijo el Señor que no había hablado sino mansamente,
para no escandalizar a los débi les. Ahora, en cambio, habló seriamente de las penas y
persecuciones que sufrirían los que le siguen en la tierra y del gran premio que tendrán
en el cielo. Dijo estas cosas a los apóstoles y discípulos, como ya había hablado en la
última enseñanza que impartió en el templo. Les ordenó lo s iguiente: que se quedasen
en Jerusalén y cuando les hubiese mandado el Espíritu Santo, bautizasen en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y tratasen de fundar en seguida una
comunidad. Luego les indicó como debían repartirse para predicar y fundar
comunidades en otras partes; reunirse para partir de nuevo; y que tinalmenre serian
martirizados, dando testimonio con su sangre.
Mientras hablaba Jesús, he visto que las almas de los Patriarcas estaban allí, pero
invisibles para los demás. Jesús desapareció de su vista en medio de ellos como se
apaga una luz; muchos se echaron a sus pies con el rostro en tierra. Pedro siguió
predicando y luego oraron. Esta fue la principal de las apariciones en Galilea, donde
Jesús enseño y mostró a todos su Resurrección. Las otras apariciones fueron todas más
en particular y a menos personas.
A Pedro, Tadeo, Andrés y Santiago el Menor los he visto después en otro lugar, donde
curaron enfermos a los cuales no habían podido sanar antes cuando estuvieron en
Sichar. Su falta estaba en que habían obrado esa vez, no en humildad, como quienes dan
lo que habían recibido de Jesús, sino con cierta ostentación y el intento de imitar la
dignidad del Señor: por esta razón no pudieron conseguir lo que deseaban. Ahora los
veo hacer un gran acto de humildad que me conmovió: se hincaron y les pidieron
perdón por no haberles podido ayudar la vez pasada. Todos estos enfermos sanaron de
sus males. había aquí gente que había venido hasta de Kedar. T .os sanados quisieron
acompañar a los apóstoles hasta Beta nía para celebrar allí el Sábado.

XI
Cena en Bet.ania y en el Cenáculo
He visto a los apóstoles en Betania. Habían acudido unos trescientos creyentes entre los
hombres y unas cincuenta mujeres que habían dado sus bienes a la comunidad. María
Santísima había venido de Jerusalén y se hospedaba en la casa de Marta y Magdalena en
Betania. Se preparó un ágape solemne, partiendo el pan y pasando las copas, en el
corredor abierto de la casa de Lázaro. Pedro enseñó ante una gran muchedumbre. Había
espiás entre Jos oyentes. Cuando Pedro les decía que debían dejarlo todo y venir con
ellos, que les daría lo que necesitaran, se reían los espiás y se burlaban, diciendo que él
mismo nada tenía, pues era un pobre pescador que en lugar de mantener a su mujer
vagaba de un lado a otro. Pedro predicaba más por orden de Jesús que por su propia
voluntad y celo interior. Esto lo consiguieron después de Pentecostés, con el Espíritu
Santo.
Pedro solía predicar el sólo. Cuando había mucha gente, que no le podía oír, entonces
señalaba a otros lo que debían enseñar a los oyentes. Desde que fue revestido con el
manto por Jesús y después de haber comido el pescado milagroso, Pedro no era el
mismo de antes. Mostraba otra fuerza, otra virn1d que había recibido. Todos lo
reconocieron como jefe. como boca y mano de la nueva comunidad y como su cabeza.
Yo tuve la certeza, en la profecía de Jesús sobre la muerte de Pedro y el futuro de Juan,
en el lago de Galilea, cuando le dijo: «Apacienta mis corderos», como si Pedro hiciera
eso en todos sus sucesores, cuidando y guiando el rebaño por los pastos mejores hasta el
fin de los tiempos, mientras Juan debía permanecer en las fuentes de las aguas que
debían refrescar a las ovejas del rebaño, Me parece explicarlo diciendo que el Lrabajo de
Pedro pertenece más al tiempo y al orden exterior, que pasaría a sus s ucesores; y que la
influencia de Juan debía ser más en lo interior, en el celo y en el envió de mensajeros
llenos de entusiasmo. Pedro es la roca, el edificio, y Juan debía ser el correr, una nube,
una tempestad, un hijo del trueno y un mensaje de la voz. Pedro debía ser la caja y el
encoraje del arpa; Juan debía ser como el sonido y el viento a través de las cuerdas. No
puedo expresar mejor la intima persuasivo que tuve de todo esto.

XII
Destrozos y obstáculos en los lugares sagrados
De Jerusalén han venido a Betania unos cincuenta soldados de la misma clase de los que
habían prendido a Jesús en el Huerto de los Olivos. Pertenecían a la guardia del templo
y a los sumos sacerdotes. Empleados del Sanedrín también aparecieron en la casa
consistorial de Betania, los cuales citaron a los apóstoles. Pedro. Tomás y Juan
comparecieron y contestaron con valor a las acusaciones de que tenían reuniones y
promovían desordenes en todas partes. He visto soldados que rodeaban la casa de
Lázaro. Los empleados de Jerusalén celebraron la audiencia en público delante de la
casa consistorial; pero los jefes de Betania contracüjeron sus afirmaciones diciéndoles
que si tenían algo contra esos hombres se los llevasen presos: de otro modo no
promoviesen desordenes en la ciudad con la fuerza publica. Pedro, para evitar mayores
males, despidió a ciento veintitrés de los fieles creyentes cüciéndoles se buscasen
~lbergues en los lug:~res mlis cerc:~ nos, y~ que tení~n tocio en comtín. T .as cincuenta
mujeres se di vidieron en grupos, recluyéndose en diversas comunidades. Pedro citó a
todos en Beta ni a para el día de la Ascensión del Señor.
Los apóstoles se dirigieron de Betania al Cenáculo de Jerusalén donde. bajo la lámpara,
oraron delante del Santísimo. Había entre ellos siete discípulos. No pudieron llegar
caminando por el lado de la ciudad al Cené cu lo: el camino había sido cortado en esa
dirección: tuvieron que hacer un rodeo y llegar por el mismo camino que Pedro y Juan
tomaron el Jueves santo para llegar al Cenáculo. Había en los alrededores muchos
albergues para forasteros y los verdaderos judíos no tenían alli sus habitaciones. Estos
judíos contrarios habían declarado cesantes en sus empleos a los creyentes que seguian
a Jesús y se juntaban con los discípulos y apóstoles. Ahora habían cavado fosos para
impedir el paso a los lugares donde Jesús había caído o sufrido, camino del Calvario.
También habían hecho levantar paredes donde vivían y frecuentaban los discípulos. Me
admiraba de verlos andar por una calle y de pronto encontrarse encerrados y tener que
volver a desandar el camino hecho. He visto que los amigos de Jesús iban de noche y
abrían los caminos que los judios habían cerrado de día. También destrozaron todos los
lugares que eran mayormente sagrados para los creyentes, por haber Jesús obrado algún
milagro o padecido y enseñado. Los lugares por donde Jesús había andado con sus
cüscípulos, enseñando, sanando, o donde se había detenido, fueron devastados, poniendo
obstáculos en el camino o cerrándolos con cercos.
En algunos sitios hasta llegaron a poner trampas con fosos cüsimulados para que los
creyentes piadosos cayeran adentro. He visto que Dios permitió que malos judíos
cayeran adentro. El monte Calvario fue obstru ido con cercos y árboles atravesados en el
camino, para hacer intransitable el sendero que llevaba hasta él. Su cima fue destruida e
igualada, y la tierra, sacada de allí, desparramada entre los cinco montículos cubiertos
de pasto que formaban la altura del mismo obstruyendo ahora los senderos. Mientras
sacaban la tierra del monte para desparrama rla, he visto que quedó una piedra blanca
que tenía un horo donde estuvo plantada la cruz. He visto que trabajaron mucho para
sacarla de allí: usaron palancas y todos los medios para desarraigara: pero la piedra se
hundía cada vez más en el hoyo que tenía un codo de hondo. Entonces echaron tierra
encima.
No tocaron el sepulcro, porque era propiedad de Nicodemo. L1 cabeza de Cristo, en su
sepultura. daba hacia el Oriente. Si al mediodía se salía del sepulcro se tenía el sol sobre
sí y a la derecha el Occidente. Tuve la persuasión de que seré juzgados como los
enemigos de la sangre de Jesucristo todos aquéllos que destru yen las cruces de los
caminos. capillas, iglesias, oratorios antiguos , como también las antiguas cristianas
costumbres y todo lo que especialmente mira a la historia de la Redención, como ser
edificios sagrados, cuadros, Escrituras, costumbres, fiestas, plegarias. etcétera.

XIII
Grandeza y dignidad de la Virgen Santísima
La tarde del día siguiente vi a todos los apóstoles, con veinte discípulos, orando bajo la
lámpara en la sala del Cenáculo. Estaban presentes la Virgen María, las santas mujeres,
Lázaro. Nicodemo, José de Arimatea y Obed. Terminada la oración. el apóstol Juan
habló a los apóstoles, y Pedro a los discípulos. Hablaron ambos de una manera
misteriosa acerca de sus relaciones con la Madre de Dios y lo que Ella debe ser para
ellos. Mientras duraba esta enseñanza de ambos apóstoles, que hicieron por orden de
Jesús, he visto a la bienaventurada Virgen con un manto luminoso y amplio. Con ese
manto los cubría a todos, mientras se cernía sobre los presentes y recibía del cielo
abierto, donde se veía la Santa Trinidad, una corona sobre su cabeza. A la Virgen no la
he visto en persona durante este tiempo, aunque había estado rezando fuera de la sala.
Recibí la intima persuasión de que María era la cabeza verdadera de esa comunidad, su
templo y su todo. Creo que fue un::~ representación para los apóstoles y una acl::~r::~ción
de lo que María debía ser en lo futuro en la Iglesia, según la voluntad de Dios.
Hacia las nueve vi una comida en el vestíbulo. Todos los presentes tenían vestidos de
fiesta y la Virgen los de su boda. Durante la oración, en cambio, estaba con un manto
blanco y el velo. Esta vez vi a María entre Pedro y Juan, sentada a la mesa. teniendo la
puerta al frente y el patio a las espa ldas. Las demás mujeres y los discípulos estaban a la
derecha e izquierda en sendas mesas. Nicodemo y José de Arimatea servían. Pedro cortó
el cordero de la misma manera como lo había cortado el Señor en la última Cena. Al
final de esta cena hubo un partir del pan y pasar de las copas, pero se trataba de pan y
vino bendecidos. no consagrados. Después vi a María Santísima con los apóstoles en la
sala; ella estaba en medio de Pedro y de Juan , debajo de la lámpara. Rezaron de rodillas
delante del Santísimo descubierto. Cuando hubo pasado la medianoche vi que María
recibía la comunión de manos de Pedro, hincada delante del Santísimo. Pedro traía e l
Sacramento consagrado por Jesús sobre un platillo que cubría el cáliz. En ese momento
he visto que Jesús se le aparecía a Ella, aunque los demás no lo veían. María estaba
rodeada de luz y resplandor. Oraron largo tiempo. A los demás apóstoles los be visto
muy reverentes con la persona de la Virgen Santísima.
María se retiró luego a una pequeña casita, a la derecha de la entrada al patio del
Cenáculo, donde tenia su habitación. Dentro ya, oí que cantaba el Magníficat, el canto
del Benedictie de los tres jóvenes en el horno de Babilonia y el salmo 130; rezó todo
esto de pie. El día empezó a clarear cuando Jesús entró a puertas cerradas. Habló largo
tiempo con María; díjole que asistiese a los apóstoles y lo que Ella debía ser para ellos.
Diole potestad sobre toda la Iglesia; le dio su misma fuerza y potestad, su protección:
era como si Él mismo le diese su luz y la penetrase toda con su Persona. No lo puede
decir de otro modo.
Los discípulos hicieron una especie de corredor con telas y alfombras desde el patio al
Cenáculo, para que pudiera la Virgen ir desde su habitación al lugar del Santísimo y al
coro donde cantaban y rezaban los apóstoles. Juan habita cerca de la celda de la Virgen.
Cuando Jesús se le apareció en su celda, he visto que rodeaba su cabeza una corona de
estrellas; lo mismo he visto cuando recibía la comun10n.
Tuve el conocimiento de que todas las veces que comulgaba María, permanecían las
especies sacramentales de una comunión a la otra, de modo que siempre adoraba a
Jesucristo presente sacramentalmente en su corazón.
Durante la persecución, después de haber s ido apedreado. San Esteban, hubo un tiempo
en que los apóstoles no pudieron. consagrar. Pero la Iglesia no quedó sin el Santo
Sacramento. pues estaba vivo en el tabernácu lo de la beatísima Virgen María. Entendí
también que esta gracia singular era propia sólo de María Virgen Sanúsima.