De la Natividad de la Virgen a la muerte del patriarca San José – Sección 2

V
La visión de Joaquín
He visto también la aparición del ángel a Joaquín. El ángel le mandó
llevar las ofrendas al templo y le prometió que sería escuchada su
oración. A pesar de que le dijo que fuera después a la puerta dorada del
templo, Joaquín sentíase temeroso de ir. Pero el ángel le dijo que los sacerdotes
ya tenían aviso de su visita. Esto sucedía en tiempo de la fiesta de los
tabemáculos. Joaquín había levantado su choza con ayuda de sus pastores.
Al cuarto día de fiesta dirigióse a Jerusalén con numeroso ganado para el
sacrificio, y se alojó en el templo. Ana, que también llegó el mismo día a
Jerusalén, fue a hospedarse con la familia de Zacarías, en el mercado de los
peces, y se encontró con Joaquín al finalizar las fiestas. Cuando Joaquín llegó
a la entrada del templo, le salieron al encuentro dos sacerdotes, que habían
recibido un aviso sobrenatural. Joaquín llevaba dos corderos y tres cabritos.
Su oferta fue recibida en el lugar acostumbrado: allí mismo degolladas y
quemadas las víctimas. Una parte de este sacrificio, sin embargo, fue llevada
a la derecha de la antesala y allí consumida.
En el centro del lugar estaba
el gran sillón desde donde se enseñaba. Mientras subía el humo de la víctima,
descendía un rayo de luz sobre el sacerdote y sobre Joaquín. Hubo entonces
un silencio general y gran admiración. Luego vi que dos sacerdotes
llevaron a Joaquín a través de las cámaras laterales, hasta el Sancta Sanctorum,
ante el altar del incienso. Aquí echó el sacerdote incienso, no en granos,
como era costumbre, sino una masa compacta sobre el altar (era una
mezcla de incienso, mirra, casia, nardo, azafrán, canela, sal fina y otros productos
y pertenecía al sacrificio diario), que se encendió. Joaquín quedó solo
delante del altar del incienso, porque los sacerdotes se alejaron.
Vi a Joaquín hincado de rodillas, con los brazos levantados, mientras se
consumía el incienso. Permaneció encerrado en el templo toda la noche, rezando
con gran devoción. Estaba en éxtasis cuando se le acercó un rostro
resplandeciente y le entregó un rollo que contenía letras luminosas. Eran los
tres nombres: Melia, Anna y Miryam (Diversas formas de los nombres
Joaquín, Ana y María). Junto a ellos veíase la figura del Arca de la Alianza
o un tabemáculo pequeño. Joaquín colocó este rollo escrito bajo sus vestidos,
junto al corazón. El ángel habló entonces: «Ana tendrá una Niña inmaculada
y de ella saldrá la salud del mundo. No debe lamentar Ana su esterilidad,
que no es para su deshonra sino para su gloria. Lo que tendrá Ana no
será de él (Joaquín) sino que por medio de él será un fruto de Dios y la
culminación de la bendición dada a Abraham». Joaquín no podía comprender
esto, y el ángel lo llevó detrás del cortinado que estaba separado lo bastante
para poder permanecer allí. Vi que el ángel ponía delante de los ojos
de Joaquín una bola brillante como un espejo: él debía soplar sobre ella y
mirar. Yo pensé que el ángel le presentaba la bola, según costumbre de
nuestro país donde, en los casamientos, se presenta al sacristán. Cuando
Joaquín echó su aliento sobre la bola, aparecieron diversas figuras en ella,
sin empañarse en lo más mínimo. Joaquín observaba. Entendí que el ángel
le decía que de esa manera Ana dar ía a luz, por medio de él, sin ser empañada.
El ángel tomó la bola y la levantó en alto, quedando suspendida. Dentro
de ella pude ver, como por una abertura, una serie de cuadros conexos
que se extendían desde la caída del hombre hasta su redención. Había allí
todo un mundo, donde las cosas nacían unas de otras. Tuve conocimiento de
todo, pero ya no puedo dar los detalles.
En lo más alto hallábase la Santísima Trinidad; más abajo, a un lado, el Paraíso,
Adán y Eva, el pecado original la promesa de la redención, todas
las figuras que la anunciaban de antemano, Noé, el diluvio, el Arca, la bendición
de Abraham, la transmisión de la bendición a su hijo Isaac, y de éste
a Jacob; luego, cuando le fue retirada a Jacob por el ángel con quien luchó;
cómo pasó a José en el Egipto; cómo se mostró en él y en su mujer en un
grado de más alta dignidad; y cómo el don sagrado, donde reposaba la bendición,
era sacado de Egipto por Moisés con las reliquias de José y se transformaba
en el Santo de los Santos del Arca de la Alianza, la residencia de
Dios vivo en medio de su pueblo. Vi el culto y la vida del pueblo de Dios en
sus relaciones con este misterio, las disposiciones y las combinaciones para
el desarrollo de la raza santa, del linaje de la Santísima Virgen, así como las
figuras y los símbolos de María y del Salvador en la historia y en los profetas.
Vi esto en cuadros simbólicos dentro de la esfera luminosa. Vi grandes
ciudades, torres, palacios, tronos, puertas, jardines, flores, todas estas imágenes
maravillosamente unidas entre sí por puentes de luz. Todo esto era
embestido por fieras y otras terribles apariciones. Estos cuadros mostraban
como la raza de la Santísima Virgen, al igual que todo lo santo, había sido
conducida por la gracia de Dios, a través de combates y asaltos. Recuerdo
haber visto, en esta serie de cuadros, un jardín rodeado por densa valla espinosa,
a través de la cual se esforzaban por pasar, en vano, una cantidad de
serpientes y bestias repulsivas semejantes. Vi también una torre muy firme,
asaltada por todas partes por guerreros, que luego eran precipitados desde lo
alto de las murallas. Observé muchas imágenes análogas que se referían a la
historia de la Virgen en sus antepasados. Los pasajes y puentes que unían el
conjunto significaban la victoria obtenida sobre obstáculos e interrupciones
que se oponían a la obra de la salvación. Era como si una carne inmaculada,
una sangre purísima hubiesen sido puestas por Dios en medio de la humanidad,
como en un río de agua turbia, y debiesen, a través de muchas penas y
esfuerzos, reunir sus elementos dispersos, mientras el río trataba de atraerlas
hacia sí y empañarlas; pero al final, con la gracia de Dios, de los innumerables
favores y de la fiel cooperación de parte de los hombres, esto debía,
después de oscurecimientos y purificaciones, subsistir en un río que renovaba
sus aguas sin cesar, y elevarse fuera del río bajo la forma de la Santísima
Virgen, de la cual nació el Verbo, hecho carne, que habitó entre nosotros.
Entre las imágenes que contemplé en la esfera luminosa había muchas que
están mencionadas en las letanías de la Virgen: las veo, las comparto, las
comprendo y las voy considerando con profunda veneración cuando recito
las letanías. Más tarde se desarrollaban en estos cuadros hasta el perfecto
cumplimiento de la obra de la divina Misericordia con la humanidad, caída
en una división y en un desganamiento infinitos. Por el costado del globo
luminoso opuesto al Paraíso, llegaban los cuadros hasta la Jerusalén celestial,
a los pies del trono de Dios.
Cuando hube visto todo, desvaneciéndose el globo resplandeciente, que no
era sino la misma sucesión de cuadros que partiendo de un punto volvían
todos a él luego de haber formado un círculo de luz. Creo que fue una revelación
hecha a Joaquín por los ángeles, bajo la forma de una visión, de la
cual tuve yo también conocimiento. Cuando recibo una comunicación de
esta clase se me aparece siempre dentro de una esfera luminosa.

VI
Joaquín recibe el misterio del Arca de la Alianza
Tomó el ángel, sin abrir la puerta del Arca, algo de dentro. Era el misterio
del Arca de la Alianza, el sacramento de la Encarnación, de la Inmaculada
Concepción, el cumplimiento y la culminación de la bendición de
Abraham. He visto como un cuerpo luminoso este misterio del Arca. El ángel
ungió o bendijo con la punta del pulgar y del índice la frente de Joaquín;
luego pasó el cuerpo luminoso bajo el vestido de Joaquín, desde donde, no
sé decir cómo, penetró dentro de él mismo. También le dio a beber algo de
un vaso o cáliz brillante que sostenía por debajo con sus dos dedos. Este cáliz
tenía la forma del cáliz de la Última Cena, pero sin pie, y Joaquín debió
conservarlo para sí y llevarlo a su casa. Entendí que el ángel le mandó a
Joaquín que conservase el misterio, y entendí, entonces, por qué Zacarías,
padre del Bautista, quedó mudo después de haber recibido la bendición y la
promesa de tener hijo de Isabel, bendición y promesa que venían del misterio
del Arca de la Alianza. Sólo más tarde fue echado en menos el misterio
del Arca por los sacerdotes del templo. Desde entonces se extraviaron del
todo y se volvieron farisaicos. El ángel sacó a Joaquín del Sancta Sanctorum
y desapareció. Joaquín permaneció tendido en el suelo rígido y fuera de sí.
Vi que luego llegaron los sacerdotes y sacaron de allí reverentemente a Joaquín
y lo sentaron en un sillón, sobre unas gradas, que sólo usaban los sacerdotes.
El sillón era cómodo y f0rrado en el asiento, semejante a las sillas
que usaba Magdalena en sus tiempos de lujo. Los sacerdotes le echaron
agua en la cara y le pusieron delante de la nariz algo o le dieron alguna cosa
para tomar; en una palabra, lo trataron como a uno que se ha desmayado.
Con todo, he visto que Joaquín quedó, después de lo recibido por el ángel,
todo luminoso, más joven y rozagante.

VII
Encuentro de Joaquín y Ana
Joaquín fue guiado por los sacerdotes hasta la puerta del pasillo subteterráneo,
que corría debajo del templo y de la puerta derecha. Era éste un
camino que se usaba en algunos casos para limpieza, reconciliación o perdón.
Los sacerdotes dejaron a Joaquín en la puerta, delante de un corredor
angosto al comienzo, que luego se ensanchaba y bajaba insensiblemente.
Había allí columnas forradas con hojas de árboles y vides y brillaban los
adorns de oro en las paredes iluminadas por una luz que venía de lo alto.
Joaquín había andado una tercera parte del camino, cuando vino a su encuentro
Ana, en el lugar del corredor, debajo de la puerta dorada donde
había una columna en forma de palmera con hojas caídas y frutos. Ana
había sido conducida por los sacerdotes a través de una entrada que había
del otro lado del subterráneo. Ella les había dado con su criada las palomas
para el sacrificio, en unos cestos que había abierto y presentado a los sacerdotes,
conforme le había mandado el ángel. Había sido conducida hasta allí
en compañía de otras mujeres, entre ellas, la profetisa Ana. He visto que
cuando se abrazaban Joaquín y Ana, estaban en éxtasis. Estaban rodeados de
numerosos ángeles que flotaban sobre ellos, sosteniendo una torre luminosa
y recordando la torre de marfil, la torre de David y otros títulos de las letanías
lauretanas. Desapareció la torre entre Joaquín y Ana: ambos estaban
llenos de gloria y resplandor. Al mismo tiempo, el cielo se abrió sobre ellos
y vi la alegría de los ángeles y de la Santísima Trinidad y la relación de todo
esto con la concepción de María Santísima. Cuando se abrazaron, rodeados
por el resplandor, entendí que era la concepción de María en ese instante, y
que María fue concebida como hubiera sido la concepción de todos sin el
pecado original.
Joaquín y Ana caminaban así, alabando a Dios, hasta la salida. Llegaron a
una arcada grande, como una capilla donde ardían lámparas, y salieron afuera.
Aquí fueron recibidos por los sacerdotes, que los despidieron. El templo
estaba abietto y adomado con hojas y frutos. El culto se realizaba bajo el
cielo, al aire libre. En cierto lugar había ocho columnas aisladas adornadas
con ramajes. Joaquín y Ana llegaron a una salida abierta al borde extremo de
la montaña del templo, frente al valle de Josafat No era posible ir más lejos
en esa dirección, pues el camino doblaba a derecha e izquierda. Hicieron
todavía una visita a un sacerdote y luego los vi con su gente dirigirse a su
casa. Una vez llegado a Nazaret, Joaquín dio un banquete de regocijo, sirvió
a muchos pobres y repartió grandes limosnas. Vi el júbilo y el fervor de los
esposos y su agradecimiento a Dios, pensando en su misericordia hacia
ellos; observélos a menudo orando juntos, con los ojos bañados en lágrimas.
Se me explicó en esta ocasión que los padres de la Santísima Virgen la engendraron
en una pureza perfecta, por el efecto de la obediencia. Si no
hubiera sido con el fin de obedecer a Dios, habrían guardado perpetua continencia.
Comprendí, al mismo tiempo, cómo la pureza, la castidad, la reserva
de los padres y su lucha contra el vicio impuro tiene incalculable influencia
sobre la santidad de los hijos engendrados. En general, siempre vi en la
incontinencia y en el exceso, la raíz del desorden y del pecado. Vi también
que mucha gente se congratulaba con Joaquín por haber sido recibida su
ofrenda en el templo.
Después de cuatro meses y medio, menos tres días, de haber concebido Ana
bajo la puerta dorada, vi que María era hecha tan hermosa por voluntad de
Dios. Vi cómo Dios mostraba a los ángeles la belleza de esa alma y cómo
ellos sintieron por ello inexplicable alegría. He visto también, en ese momento,
cómo María se movió sensiblemente por primera vez dentro del seno
matemo. Ana se levantó al punto y se lo comunicó a Joaquín; luego salió a
rezar bajo aquel árbol debajo del cual le había sino anunciada la Concepción
Inmaculada.

VIII
Figuras del misterio de la Inmaculada Concepción
Vi la tierra de Palestina reseca por falta de lluvia y a Elias subiendo con
dos servidores al monte Carmelo; al principio, a lo largo de la ladera;
Luego sobre escalones, hasta una terraza, y después de nuevo sobre escalones
en una planicie con una colina que tenía una cueva hasta la cual llegó.
Dejó a sus servidores sobre la ladera de la planicie para que mirasen al mar
de Galilea, que aparecía casi seco, con honduras, pantanos y hoyos llenos de
peces y animales muertos. Elías se inclinó sobre sí hasta poner su cabeza
sobre las rodillas, se cubrió y clamó con fuerza a Dios. Por siete veces llamó
a sus siervos, preguntándoles si no veían alguna nube levantarse sobre el
mar. Finalmente vi que en medio del mar se levantaba una nubecilla blanca,
de la cual salió otra nube negra, dentro de la cual había una figura blanca; se
agrandó y en lo alto se abrió ampliamente. Mientras la nube se levantaba,
vio Elias dentro de ella la figura de una Virgen luminosa. Su cabeza estaba
coronada de rayos, los brazos levantados en forma de cruz, en una mano una
corona de victoria y el largo vestido estaba como sujeto bajo los pies. Parecía
que flotaba y se extendía sobre la tierra de Palestina.
Elías reconoció cuatro misterios de la Virgen Inmaculada que debía venir en
la séptima época del mundo y de qué estirpe debía venir; vio también a un
lado del mar un árbol pequeño y ancho, y al otro, uno muy grande, el cual
echaba sus ramas superiores en el árbol pequeño. Observé que la nube se
dividía. En ciertos lugares santificados, donde habitaban hombres justos que
aspiraban a la salvación, dejaba la nube como blancos torbellinos de rocío,
que tenían en los bordes todos los colores del arco iris, y vi concentrarse en
ellos la bendición, como para formar una perla dentro de su concha. Fuéme
explicado que era ésta una figura profética y que en los lugares bendecidos
donde la nube había dejado caer los torbellinos hubo cooperación real en la
manifestación de la Santísima Virgen. Vi en seguida un sueño profético, en
el cual, durante la ascensión de la nube, conoció Elías muchos misterios relativos
a la Santísima Virgen. Desgraciadamente, en medio de tantas cosas
que me perturban y me distraen, he olvidado los detalles, como también
otras muchas cosas. Supo Elías que María debía nacer en la séptima edad
del mundo; por esto llamó siete veces a su servidor. Otra vez pude ver a Elías
que ensanchaba la gruta sobre la cual había orado y establecer una organización
más perfecta entre los hijos de los profetas. Algunos de ellos rezaban
habitualmente en esta gruta para pedir la venida de la Santísima Virgen,
honrándola desde antes de su nacimiento. Esta devoción se perpetuó sin interrupción,
subsistió gracias a los esenios, cuando estaba ya sobre la tierra, y
fue observada más tarde por algunos ermitaños, de los cuales salieron finalmente
los religiosos del Carmelo.

Elías, por medio de su oración, había dirigido las nubes de agua según internas
inspiraciones: de otro modo se hubiera originado un torrente devastador
en lugar de lluvia benéfica. Observé como las nubes enviaron primero el
rocío; caían en blancas líneas, formaban torbellinos con los colores del arco
iris en los bordes, y finalmente caían en gotas de lluvia. Reconocí en esto
una relación con el maná del desierto, que por la mañana aparecía rojizo y
denso cubriendo el suelo como una piel que se podía extender. Estos torbellinos
corrían a lo largo del Jordán, y no caían en todas partes, sino en ciertos
lugares, como en Salén, donde Juan debía más tarde bautizar. Pregunté
qué signillcaban los bordes rojizos, y se me dio la explicación de la concha
del mar, que tiene también estos multicolores bordes, que expuesta al sol
absorbe los colores y purificada de colores se va formando en su centro la
madreperla blanca y pura. No puedo explicar mejor todo esto; pero se me
dio a entender que ese rocío y esa lluvia significaba mucho más de lo que
podía ser considerándolo sólo un refrescamiento de la tierra sedienta. Entendí
que sin ese rocío la venida de María se hubiese retardado cien años,
mientras las descendencias que se nutren de los frutos de la tierra, y se ennoblecen
por el aplacamiento y la bendición del suelo, realzasen de nuevo
esas descendencias recibiendo la carne la bendición de la pura propagación.
La figura de la madreperla se refería a María y a Jesús. Además de la aridez
de la tierra por falta de lluvia, observé la esterilidad de los hombres, y cómo
los rayos del rocio caían de descendencia en descendencia, hasta la substancia
de María. No puedo decirlo mejor. A veces presentábanse sobre los bordes
multicolores una o varias perlas en forma de rostro humano que parecía
derramar un espíritu que volvía luego a brotar con los demás.

IX
Se anuncia a los paganos el futuro Mesías
He visto que por la gran misericordia de Dios se anunció a los paganos
piadosos de esa época que el Mesías debía nacer de una Virgen en
Judea. Esto sucedió en Caldea, donde había astrólogos, que tenían visiones
de una figura en los astros o en mitad del cielo; estos astrólogos profetizaban
luego todo lo que veían. También en Egipto he visto anuncios de la futura
salud.
Le fue mandado a Elías que reuniera a varias piadosas familias dispersas en
el Norte, Oriente y Mediodía y las llevase a Judea. Elias envió a tres discípulos
de los profetas, que reconoció aptos para dicho objeto, por una señal
que le dio el mismo Dios a Elías. Necesitaba gente muy segura, porque era
una empresa ardua y arriesgada. Uno de ellos fue al Norte, otro al Oriente y
el tercero al Mediodía. Este camino lo llevaba a Egipto por un camino peligroso
para los israelitas. Lo he visto en el mismo camino cuando huyó a
Egipto la Sagrada Familia, y luego en la ciudad de Heliópolis. En un valle
había un gran templo, rodeado de muchos edificios, y él llegó allí a tiempo
que se prestaba adoración a un buey vivo. De estos animales había varias
figuras en el templo, junto a otros ídolos. Se sacrificaban al ídolo niños que
habían nacido deformes. Como el profeta pasara por allí, lo detuvieron y lo
llevaron delante de los sacerdotes. Por suerte éstos eran, en general, muy
curiosos de novedades: de otro modo lo habrían matado. Le preguntaron de
dónde era, y él les contestó claramente que nacería una Virgen de la cual
vendría la salud el mundo; que entonces todos sus ídolos caerían por tierra
deshechos. Se maravillaron de lo que les decía, se conmovieron y lo dejaron
marchar.
Después se reunieron en consejo e hicieron la figura de una Virgen, que
pendieron en medio de su templo, extendida en el aire como si planeara. La
imagen tenía un peinado semejante al de sus ídolos, de los cuales gran número
habían sido puestos en fila. Tenía busto de mujer y el resto era semejante
al león. La imagen de la Virgen que hicieron los egipcios llevaba en la
cabeza un pequeño vaso, bastante hondo, parecido al que usaban para medir
las frutas; los brazos hasta el codo estaban pegados a lo largo del cuerpo,
separándose de él y extendiéndose al alzarse. La imagen tenía algunas espigas
de trigo en las manos; tenía tres senos, uno mayor en el centro y otros
pequeños más abajo a cada lado. La parte inferior del cuerpo estaba envuelto
en largo ropaje; de los pies, pequeños y muy finos, colgaban algo así como
borlas. De los dos hombros se alzaban hermosas plumas en forma de
rayos, que parecían alas y que eran como dos peines estrechamente unidos
entre sí. Tenia otras plumas cruzadas a lo ancho de las caderas, replegadas
hacia arriba por la mitad del cuerpo. El vestido no tenía pliegues. Honraron
a esta imagen y le ofrecieron sacrificios, rogándole que no destruyera a su
buey Apis ni a las demás deidades. Por otra pare, perseveraron en todas las
abominaciones de su culto idolátrico, empezando, sin embargo, desde ese
momento a invocar a la Virgen de la cual habían hecho la imagen, según
creo, de acuerdo con diversas indicaciones tomadas del relato del profeta y
tratando de reproducir la figura vista por Elías.
He visto cuadros de la historia de Tobías y del casamiento del joven Tobías,
por intermedio del ángel, y supe que había allí una figura de Santa Ana y de
su historia. El viejo Tobías representaba a la raza piadosa de los judíos que
esperaban al Mesías. El haberse puesto ciego significaba que no debía tener
más hijos y que debía entregarse más a la meditación y a la oración. Las
molestias que le ocasionaba su mujer con sus quejas significaban las formas
vacías de los fariseos y doctores de la ley. La paloma era una indicación de
la primavera cercana y de la salud venidera. La ceguera indicaba la espera
ansiosa de la redención y la ignorancia del lugar de su advenimiento. El ángel
dijo verdad al afirmar que era Azarías, hijo de Ananías, pues estas palabras
significaban más o menos: la ayuda de Dios que viene de la nube de
Dios. El ángel era la conducción de las descendencias y la conservación y
dirección de la bendición misteriosa, hasta su cumplimiento en la Concepción
Inmaculada de María. Las oraciones del viejo Tobías y de Sara, llevadas
ante el trono de Dios por los ángeles, por haber sido escuchadas, significaban
los clamores y deseos de los piadosos israelitas y de las hijas de Sión,
pidiendo la venida de la redención, y también el clamor de Joaquín y de Ana
para conseguir la hija de la promesa. La ceguera de Tobías y la murmuración
de su mujer indicaban también el desprecio que se hizo a Joaquín al
rechazarle su sacrificio. Los siete pretendientes de Sara muertos, significaban
aquéllos antepasados de María y la salud, como asimismo los pretendientes
que Ana tuvo que rechazar antes de Joaquín. El desprecio de la criada
de Sara indicaba el desprecio de los paganos y de los incrédulos judíos,
ante la venida del Mesías, que llevaba a los buenos a rezar. También expresaba
el desprecio de la criada de Ana, que movió a ésta a rezar con más fervor
hasta que fue oída su petición. El pez que pretendía devorar a Tobías
significaba la larga esterilidad de Ana; el corte del  hígado, la bilis y el corazón
del pez expresaban la mortificación y las buenas obras. El cabrito que la
mujer de Tobías había traído a casa en pago de su trabajo, era realmente
hurtado, que los hombres le dieron por bueno y pagado barato. Tobías conocía
a esta gente y lo sabía, y fue por esto reprochado. Tenía también la significación
de los desprecios que sufrían los buenos judíos y esenios de parte
de los fariseos y judíos formulistas y otras que no recuerdo. La hiel con la
cual el ciego Tobías recobró la vista indicaba la mortificación y la penitencia,
por las cuales los judíos elegidos llegaban al conocimiento de la salud y
redención. Indicaba además la entrada de la luz en la oscuridad, por medio
de la amarga pasión de Jesucristo, desde su niñez.