El Antiguo Testamento – Sección 8

XXXII
Abraham recibe el misterio del Antiguo Testamento

Abraham estaba sentado, rezando delante de su tienda, bajo un frondoso
árbol que miraba hacia el camino principal. Lo he visto a menudo
sentado así para ofrecer hospitalidad a los viajeros. Estaba entonces mirando
hacia el cielo. Tenía delante una visión de Dios, como en un rayo de luz solar
y se le anunció la proximidad de los tres hombres sabios que habrían de
visitarlo. Al punto ofreció un cordero sobre el altar, y lo vi de rodillas, como
en éxtasis, pidiendo por la redención de los hombres. Este altar estaba a la
derecha del gran árbol, en una tienda abierta por arriba. Más lejos, a la derecha,
había otra tienda, donde Abraham guardaba los enseres del sacrificio y
donde se entretenía con sus pastores cuando acudían a verlo. Del otro lado,
algo más alejada de la calle principal, estaba la tienda de Sara y de sus mujeres,
porque las mujeres solían vivir aparte. El sacrificio de Abraham estaba
por terminar cuando aparecieron en el camino real los tres ángeles. Canúnaban
uno detrás de otro, con los vestidos recogidos, como viajeros. Abraham
les saJió al encuentro; les habló, inclinándose delante de ellos, hacia Dios, y
los llevó junto a la tienda del altar, donde dejaron caer sus vestidos, e ind icaron
a Abraham que se hincase. He visto lo que sucedió con Abraham, que
estaba entonces como en éxtasis, y lo que hicieron los ángeles, en muy corto
tiempo, como todo lo que sucede en ese estado. El primer ángel anunció a
Abraham, que estaba de rodillas, que Dios quería hacer salir de su descendencia
una virgen sin mancha de pecado, la cual, como virgen inmaculada,
debía ser la madre del Redentor. Le dijo que él iba a recibir lo que Adán
había perdido por el pecado. Diciendo esto, el ángel le dio un bocado luminoso
y le hizo beber, de un recipiente pequeño, un líquido brillante. Después
el ángel bendijo con su mano a Abraham de la cabeza hacia abajo; luego del
hombro derecho hacia el pecho, y finalmente del izquierdo hacia el mismo
sitio, donde se unieron las tres líneas de la bendición. Con ambas manos el
ángel dio a Abraham algo luminoso, como una nubecilla: se la puso sobre el
pecho. He visto que la nubecilla pasó a su interior, y tuve la certidumbre de
que recibía el santo misterio.
El segundo ángel le dijo que él debía entregar este misterio, en la misma
forma como lo había recibido, antes de su muerte, al primer hijo que tendría
de Sara, y le anunció que Jacob, su nieto, sería padre de doce hijos, que serían
los padres de las doce tribus. Añadió que este misterio de bendición le
sería quitado a Jacob; y cuando Jacob se hubiese convertido en un pueblo
numeroso debía pasar al Arca de la Alianza, como una bendición para todo
el pueblo, que debía conservarse mediante la oración. Le mostró, también,
cómo a causa de los pecados de los hombres, pasaría este misterio desde el
arca a los profetas y, por último, a un hombre, que sería el padre de la Virgen
inmaculada. Supe en esta ocasión que a los paganos se les daría la
promesa por medio de seis profetisas, y por el anuncio que harían las estrellas
del nacimiento de la salud del mundo de una virgen incorrupta. Abraham
tuvo en esta ocasión una visión: vio a esta virgen en lo alto del cielo y a
su derecha cernirse un ángel que le tocaba la boca con un ramito. Del manto
de la Virgen salía luego la Iglesia.
El tercer ángel anunció a Abraham el nacimiento de Isaac. He visto a Abraham
tan contento con el anuncio de la Virgen prometida y con la visión que
había tenido, que casi no pensó mucho en Isaac, y creo que más tarde fue la
promesa de la futura Virgen lo que le consoló y le hizo fácil el cumplimiento
del mandato de Dios de sacrificar a Isaac.
Después de estas cosas vi que Abraham sirvió a los ángeles y vi la risa de
Sara. Luego vi cómo guiaba a los ángeles por el camino y cómo rogaba por
Sodoma. Cuando Abraham volvió de su éxtasis, condujo a los ángeles bajo
el gran árbol y puso una tarima, sobre la cual se sentaron los ángeles, mientras
él les lavaba los pies. Luego fue adonde se encontraba Sara para que
preparase una comida, la cual trajo ella, cubierta con el velo, hasta la mitad
del camino. Después de la refección acompañó Abraham a los ángeles un
trecho del camino, y como hablasen del nacimiento del hijo, fue entonces
cuando rió Sara, que oyó decir esto porque se había acercado por detrás de
la tienda. He visto muchas palomas, mansas como gallinas, en torno de la
casa. La comida consistió precisamente de palomas, panes redondos y miel.
Abraham había tenido, antes de su partida y salida de Caldea, por ministerio
de un ángel, conocimiento del misterio de la bendción, pero veladamente, y
más como una prenda del cumplimiento de la Promesa de que sería padre de
un numeroso pueblo. Ahora le fue renovado, por medio de los ángeles, este
misterio o sacramento, y fue instruido mayormente.

XXXIII
Historia de Jacob
Rebeca sabía que Esaú no tenia rayo ninguno del misterio de Dios. Esaú
era torpe, grosero y holgazán. Jacob, por el contrario, era muy vivo,
prudente, y se asemejaba a la madre. Isaac se inclinaba más hacia Esaú por
ser el primogénito. Este salía a menudo de caza. Rebeca iba meditando cómo
podía hacer recaer en Jacob el derecho de la primogenitura y la bendición
paterna. La compra de este derecho se lo había sugerido Rebeca a Jacob.
La comida consistió en una legumbre con carne y hojas verdes, como
lechuga. Esaú venía rendido; Jacob le arrancó con sus artes la entrega de la
primogenitura. Isaac era ya anciano, estaba ciego, y temiendo morirse quiso
dar su bendición a Esaú. Rebeca sabía que Jacob debía tenerla y no quiso
persuadir a Isaac: estaba muy conturbada e inquieta. Como Isaac no quería
difefir el cumplimiento de su deseo, y llamase a Esaú, que estaba cerca, se
tuvo que ocultar Jacob, para que no lo viera Esaú. Rebeca mandó a Jacob
que fuera a buscar un cabrito de la majada, porque Isaac había pedido a
Esaú que le trajese algo de su caza. Apenas hubo salido Esaú, ya estaba la
comida de Rebeca pronta. Los buenos vestidos de Esaú, que Rebeca puso a
Jacob, consistían en una chaqueta, como él solía llevar, pero más tiesa y
bordada en el pecho. Esaú tenia los brazos y el pecho muy velludos, como
una piel; por eso Rebeca le acomodó pieles sobre los brazos y el pecho, en
la parte de la abertura. Sólo en los bordados y adornos era esta chaqueta diferente
de las demás; en los lados estaba abierta y tenía una abertura bordada
de pieles delicadas, de color oscuro, por donde se ponía al cuello. A los
lados se anudaba con cintas de cuero. La faja de la cintura servía también de
bolsillo. La chaqueta no tenía mangas. El pecho estaba libre. Lo que cubría
la cabeza, como asimismo la especie de mandil, eran de color rojo oscuro.
He visto como Isaac tanteaba a Jacob en los brazos y el pecho, donde era tan
velludo Esaú, y cómo vacilaba y se mostraba pesaroso e indeciso. Pero llegado
el momento, como era voluntad de Dios, terminó por creer que era
Esaú y dio a Jacob la bendición, que él había recibido de Abraham, y éste
del ángel.
He visto, sin embargo, que antes había preparado con Rebeca algo misterioso
que pertenecía a esta bendición; era una bebida contenida en un vaso. Los
hjjos nada sabían de esto: sólo aquél que tenía la bendición recibía el misterio,
el cual, con todo, permanecía misterioso para él, como para nosotros el
santo Sacramento. Este recipiente era de un lado más chato que de otro; era
transparente y luminoso como madreperla; estaba lleno de un líquido rojizo,
y tuve la impresión de que fuera sangre, como sangre del mismo Isaac. Rebeca
intervino en la preparación. Cuando Isaac bendijo a Jacob, éste estaba
sólo con su padre. Tuvo que descubrirse el pecho delante de su padre. El
padre llevó su mano, bendiciendo, desde la frente, en linea recta, hacia abajo;
luego, desde el hombro derecho hasta abajo, y lo mismo desde el hombro
izquierdo. Puso la mano derecha sobre la cabeza de Jacob y la izquierda
bajo el corazón. En esto tuvo que beber Jacob del líquido; luego siguió una
ceremonia, como si Isaac le diera todo, potestad y fuerza, pues pareció que
sacaba con ambas manos algo de su cuerpo y lo ponía en el de Jacob. Tuve
la persuasión de que era toda su fuerza la bendición. En todos estos actos
Isaac recitaba oraciones en alta voz. Isaac estaba incorporado en el lecho al
dar la bendición, lleno de entusiasmo, y salía como un resplandor de él.
Cuando trazaba las líneas de la bendición tenía las manos algo levantadas,
como el sacerdote cuando dice Dominus vobiscum. Cuando Isaac rezaba Jacob
tenía las manos cruzadas sobre el pecho.
Cuando Isaac le dio la bendición, la recibió Jacob cruzando las manos sobre
el pecho como quien abraza algo sensible. Por último, Isaac puso sus manos
sobre la cabeza y en la región del estómago. El vasito del cual bebió Jacob,
le fue también entregado. Cuando terminó el acto de la bendición, he visto a
Isaac completamente exhausto por el esfuerzo o por la real entrega de algo
que él perdía al dárselo a Jacob. En cambio, he visto a Jacob lleno de fuerza,
rozagante, pleno de vida y animación.
En este modo volvía Esaú de su caza. Cuando Isaac se enteró del cambio de
persona, en cuanto a la bendición, no se irritó; conoció que era la voluntad
de Dios. Esaú, en cambio, estaba rabioso; y se arrancaba los cabellos; pero
me pareció que no era tanto por la pérdida de la bendición, como por envidia
contra Jacob. Ambos hermanos eran ya hombres cuando recibió Jacob la
bendición. Esaú tenía entonces dos mujeres, cosa que disgustaba grandemente
a sus padres. Ambos tenían más de cuarenta años de edad. Cuando
Rebeca vio la ira de Esaú, envió secretamente a Jacob a casa de su hermano
Labán. Lo he visto partir. Vestía chaqueta hasta la cintura y túnica hasta las
rodillas, sandalias en los pies y lienzos en la cabeza. Llevaba un bastón de
viajero y un saco con panes colgado de los hombros; del otro lado, una botella
con bebida. Era todo lo que llevaba consigo. Así lo he visto partir del lado
de su madre, deshecha en lágrimas. Isaac lo bendijo también y le dijo que
partiera y tomase mujer allí mismo. Los padres sufrieron mucho por causa
de Esaú, especialmente Rebeca.

XXXIV
Viaje de Jacob a Mesopotamia
He visto a Jacob durante su viaje a Mesopotamia descansando y durmiendo
en el lugar donde después estuvo Betel. El sol se había ocultado.
Puso una piedra por almohada y se durmió, echado de espaldas. Su
bastón descansaba sobre su brazo. He visto la escala que vio él en sueños y
de la cual dice la Escritura que estaba sobre la tierra y que su punta negaba
al cielo. Yo he visto, en cambio, a esta escala comenzar en Jacob, tendido, y
llegar hasta el cielo. La he visto como un vivo árbol genealógico de su propia
descendencia. Del mismo modo que se suele representar un árbol genealógico,
he visto que nacía, bajo el seno del mismo Jacob durmiente, un sarmiento
verde que se dividía en tres ramificaciones, las cuales subían derechamente,
como una pirámide de tres partes, para terminar en lo alto del cielo.
Estas tres ramas iniciales estaban unidas abajo por ramas laterales. Estas
ramas de las tres ramificaciones principales formaban como los peldaños de
la escala. He visto estos peldaños llenos de figuras y apariciones, que eran
los descendientes de Jacob, subiendo en la escala, que representaban la genealogía
de Jesús, según la carne. Estas ramas laterales, a veces sobrepasaban
unas a otras; otras veces se cruzaban; otras, quedaban rezagadas, y
otras, viniendo de otro lado, sobrepasaban a ésta según que por el pecado se
enturbiaba alguna línea o era purificado por la penitencia y la castidad este
germen de la humanidad del Verbo. En la cumbre de la escala había una flor
pura y hennosa, la Inmaculada María, de la cual debía nacer Jesucristo, tocando
los confines del Cielo. He visto, sobre esta flor, el cielo abierto, y el
esplendor de Dios, y cómo Dios mismo habló a Jacob desde esa altura. Luego
vi cómo Jacob, al despertar por la mañana, dispuso primeramente un
fundamento de piedras redondas; colocó una piedra plana, y sobre ésta puso
la misma piedra sobre la cual había reclinado su cabeza. Hizo fuego y ofreció
algo; luego derramó alguna cosa sobre esa piedra. Rezaba allí hincado
de rodillas. Me parece que hizo fuego, de la manera en que lo hacían los
Reyes Magos, por medio de frotación y fricción.
Después he visto a Jacob caminando con su bastón hacia la casa de Labán, y
deteniéndose en varios lugares como Betel. En este viaje lo vi de nuevo en
Ainón, donde había estado ya antes; allí renovó una cistema, que fue donde
más tarde bautizaba Juan. Lo he visto en el lugar de Mahanim, rezando y
pidiendo al Señor le protegiese y le conservase los vestidos para no parecer
tan mal a su llegada a casa de Labán, y éste le reconociese como pariente.
He visto que entonces aparecieron a ambos lados, flotando en el aire, dos
grupos de gentes como significando que estaba protegido y que así se multiplicaría
y sería poderoso. A la vuelta de Mesopotamia tuvo la confirmación
de lo que había visto en visión. Después lo vi, caminando más hacia el Este,
llegar a la parte meridional del río Yabok y pasar la noche allí, en el mismo
lugar donde a la vuelta luchó con el ángel. Aquí también tuvo una visión.
A la vuelta de Mesopotamia se detuvo Jacob más al Oriente de lo que fue
Jabesh-Gilead . He visto cómo su suegro Labán le fue persiguiendo, porque
le habían sido robados sus ídolos, cómo lo alcanzó y lo hizo volver, y cómo
por motivo de esos ídolos robados hubo mucha discusión entre los dos. Jacob
ignoraba que Raquel los había sustraído ocultamente. Cuando Raquel
vio que su padre, que había revisado todo el campamento en busca de sus
ídolos, acercábase hacia ella, escondió los ídolos hurtados bajo una gran
cantidad de paja para los camellos, y se sentó encima cubierta con el velo,
como si estuviera enferma y retirada. Este montón de heno estaba amontonado
no lejos de su tienda, en el declive del valle, al Sur del río Yabok. Estos
ídolos eran de metal, en forma de muñecos en pañales, de un largo de
cinco brazos y medio. Sobre ese montón de heno se sentaron otras mujeres
con Raquel. Recuerdo haber visto sentado sobre un montón de heno, aún
más grande, a Job en su desgracia. El montón era como de una camada entera
de heno. Los viajeros llevaron mucho heno consigo en el viaje y cargaron
más en el camino. Raquel se había enfadado mucho antes a causa de esos
ídolos de su padre y los había hurtado para librarlo de esa idolatría.
Jacob había enviado mensajeros a Esaú, por quien sentía temor. Estos volvieron
anunciándole que Esaú se acercaba con cuatrocientos hombres. Dividió
entonces Jacob a su gente en dos partes, y al ganado de la primera, en
varias secciones, que envió delante a presencia de Esaú. Jacob llevó a su
gente hacia Mahanim y allí tuvo de nuevo aquella visión que había visto a la
salida para Mesopotamia: un ejército de ángeles. Por esto dijo: «Con un bastón
salí y me vio enriquecido con dos ejércitos». Entendió entonces la visión.
Cuando todo fue transportado al otro lado del río Yabok, hizo pasar a
sus mujeres e hijos, y se quedó solo. Levantó su tienda allí donde, a su salida
de Palestina, había visto la presencia de Dios. Quería pasar allí la noche
para rezar. Hizo cettar por todos lados su tienda y dijo a sus servidores que
se alejasen. He visto aquí cómo clamaba al Señor, presentándole sus angustias,
y especialmente su gran temor de Esaú. La tienda tenía una abertura
arriba para poder mirar mejor a lo alto del cielo.

XXXV
La lucha con el ángel
He visto la lucha de Jacob con el ángel: fue todo en visión. Él se levantó
para rezar. Entonces vino del cielo la aparición de una persona
grande y luminosa, y comenzó a luchar con él, como si quisiera sacar fuera
de la tienda a Jacob. De este modo lucharon de un lado a otro de la tienda.
La aparición hacía como si quisiera echar a Jacob hacia todos los cabos del
mundo, mientras Jacob volvía, luchando siempre, al medio de la tienda. Era
un presagio de que Jacob sería con su descendencia forzado a ir por todas
partes del mundo, pero que no saldría nunca de la tierra prometida. Al punto
que Jacob volvía nuevamente al centro de su tienda, tocóle el ángel su cadera.
Esto lo he visto en el momento en que Jacob, luchando en este sueño visionario,
quiso tenderse en su lecho o que cayó sobre él rendido. Mientras el
ángel tocaba su cadera y hacía allí lo que debió hacer, dijo él a Jacob, que
aún seguía sujetando al ángel: ‘Déjame, pues ya es la aurora». Entonces
despertó Jacob de su sopor y de su lucha. Vio al ángel que estaba delante de
él y dijo: ‘No te dejaré si no me bendices». Se sentía necesitado de fortaleza
y de la bendición de Dios, pues temía aún el encuentro con Esaú. Entonces
preguntó el ángel: ‘¿Cómo te llamas tú?» Esto pertenece ya a la bendición.
También Abraham fue llamado Abraham cuando fue bendecido. Respondióle:
‘Me llamo Jacob». Díjole el ángel: ‘Te llamarás Israel, pues has luchado
con Dios y con los hombres y no has sido vencido». Jacob preguntó: «¿Cómo
te llamas tú?» El ángel contestó: «¿Por qué me preguntas mi nombre?».
Esto significa: «¿No me conoces acaso?». Jacob se hincó delante de él y recibió
la bendición. El ángel bendijo a Jacob como Dios había bendecido a
Abraham y como éste bendijo a Isaac y como Isaac a Jacob, en tres Líneas.
Esta bendición tenía relación especial con la paciencia y con la perseverancia
en la adversidad. Desapareció el ángel. Jacob vio la aurora y llamó a este
lugar Phanuel. Hizo desmantelar su tienda y se reunió con su familia, pasando
el río Yabok. Salía el sol entonces y comenzó Jacob a cojear de un
lado, pues había sido allí debilitado.
Cuando se separaron Esaú y Jacob, se retiró éste con todos los suyos a Mahanim
y se posesionó de la comarca de Sukot hasta la colina de Ainón con
sus ganados y sus siervos. Vivió diez años en Ainón. Después se extendió
con sus posesiones desde Ainón, hacia el Oriente, hasta más allá del Jordán,
hacia Salén, y tuvo sus tiendas hasta donde fue Siquem y compró allí mismo
un campo.
He visto cómo Dina paseaba por allí con sus criadas curiosamente y conver-
saba con los Siquemitas. He visto que Siquem la trataba amigablemente y
que volviendo sus criadas a casa, ella se quedó dentro de Siquem. Por este
hecho sobrevino luego gran calamidad sobre ella misma y asalto y muerte
sobre los Siquemitas. Siquem era entonces una pequeña población hecha de
piedras cuadradas y tenía una sola puerta.
Abraham, Isaac y Jacob y los Patriarcas eran, en la parte derecha de sus
cuerpos, de mayor potencia que en la parte izquierda. No se notaba el hecho
exteriormente. Llevaban vestidos amplios, de modo que lo podian ocultar.
Había en ellos, en esa parte, una plenitud, como una hinchazón. Era un sagrario,
una bendición y un misterio encerrado. Tenia la forma de una habichuela
con un germen, y era luminoso. El primogénito lo recibía de su padre
y por esto tenía tanta preeminencia. Jacob lo recibió en lugar de Esaú y la
madre sabía que estaba destinado para eso. Cuando el ángel, después de su
lucha con Jacob, le tocó, perdió éste el germen misterioso de bendición. No
le quedó herida alguna; fue como un agotarse aquella plenitud. Desde entonces
no fue tan fuerte y ni tan seguro de la protección de Dios. Antes era
como un hombre fortalecido con un sacramemo. Después de haberlo perdido
fue, en cambio, más humilde, más cuidadoso y solícito y sufrió mayor
necesidad. Sintió Jacob que se le quitaba su bendición de fortaleza, y por
eso no quiso dejar al ángel hasta que éste lo bendijera, para fortalecerlo.
Después José recibió nuevamente, por medio de un ángel, esta bendición,
cuando se encontraba en la cárcel del Faraón de Egipto.

XXXVI
Historia de José
Cuando José fue vendido en Egipto tenía dieciséis años de edad. Era de
regular estatura, esbelto, flexible, animoso de alma y cuerpo. Era muy
diferente de sus hermanos. Todos se sentían inclinados a amarle. Si su padre
no le hubiese dispensado tanta preferencia, sus hermanos le hubiesen amado.
Rubén era más noble que los demás; Benjamín era, en cambio, un joven
grande, tosco, pero bondadoso y dócil de carácter.
José llevaba los cabellos partidos en tres partes, dos de cada lado y la tercera
parte rizada y a lo largo del cuerpo. Cuando fue virrey de Egipto, lo llevó
corto; más tarde, de nuevo largo. Con la túnica polímita dio Jacob a José
también algunos huesos de Adán, sin que José supiese lo que eran. Jacob se
los dio con objeto de protección, pues sabía que sus hermanos le envidiaban.
José tenía estos huesos de Adán encerrados en una bolsita de cuero redondeada,
que colgaba en su pecho. Cuando sus hermanos lo vendieron, le despojaron
sólo de su túnica de color y de su acostumbrado vestido; pero José
llevaba aún sobre su cuerpo una faja y una especie de escapulario sobre su
pecho, debajo del cual estaba la bolsita de las reliquias. Esa túnica polimita
era blanca con rayas coloradas y tenía sobre el pecho tres cordones negros
con adornos amarillos en el centro. Esta túnica estaba ceñida más ampliamente
arriba para poder llevar objetos dentro; abajo era más angosta y a los
lados tenía aberturas para poder caminar con soltura. Le llegaba muy abajo;
por detrás era algo más pendiente y por delante estaba abierta. En cambio,
su vestido ordinario le llegaba sólo más debajo de las rodillas. José era ya
conocido del Faraón y su mujer cuando éste cumplía tan bien sus oficios con
el Faraón, cuando estaba José en su casa, que Faraón deseó mucho ver a este
siervo. La mujer del Faraón estaba ansiosa de conseguir salud y ayuda de
los dioses, y era muy apegada a los ídolos, y aun deseaba conocer nuevas
divinidades. Así se maravillaba mucho de la sabiduría, viveza y nobleza del
joven extranjero, de tal modo que en su interior lo tenía por un dios y decía
al Faraón: «Este hombre ha sido mandado por los dioses: no es un hombre
como los demás». Lo pusieron en la parte más decente de los encarcelados y
llegó a ser superintendente de los demás presos. La mujer del Faraón lloraba
y se lamentaba mucho de que hubiese sido puesto en la cárcel como un malvado
y creía que se había equivocado en su concepto anterior. Cuando fue
sacado de la cárcel y llegó a la corte, le fue siempre muy adicta. La copa que
más tarde mandó poner en la bolsa de Benjamín, fue el primer regalo de la
mujer del Faraón. Conozco bien esta copa: tiene dos asas y no tiene pie. Es-
taba formada de una piedra preciosa o de una materia transparente, que me
es desconocida, y tenía forma muy semejante a la parte superior del cáliz de
la última Cena. Se halló entre los recipientes que los hijos de Israel llevaron
de Egipto y más tarde fue guardada en el Arca de la Alianza.
José estuvo siete años en la cárcel, y estando allí mismo en la más grande
aflicción, recibió el misterioso germen de Jacob, como los patriarcas lo
habían recibido y tuvo allí una visión de su numerosa descendencia. Conozco
bien a la mujer de Putifar, y sé cómo lo quiso seducir. Después de la elevación
de José, hizo penitencia de su falta y vivió castamente. Era una mujer
de elevada estatura, fuerte, de color amarillo oscuro, como seda brillante.
Llevaba un vestido de colores y encima otro adamado de finas figuras, debajo
del cual el vestido interior sobresalía con puntillas. José trataba mucho
con ella porque Putifar le había entregado el gobierno de todas las cosas.
Cuando José notó que ella le trataba con demasiada confianza no quiso más
dormir en la casa de su patrón si él no estaba presente. Ella le visitaba con
frecuencia cuando trabajaba o escribía. La he visto una vez presentarse muy
desvestida mientras estaba José en un ángulo de la sala, escribiendo y anotando.
Escribían entonces en rollos que apoyaban sobre tablas sobresalientes
de las paredes, delante de las cuales podían estar de pie o sentados. Ella le
habló y José contestó; pero ella estaba muy atrevida esa vez. Entonces se
dio vuelta José y se marchó de allí. Ella se aferró de su manto y él lo dejó
abandonado.