Profecías del fin del mundo – Sección 2

II
LA GRAN TRIBULACIÓN
LA ESCISIÓN DE LA IGLESIA
12 de abril de 1820- Tuve todavía una visión sobre la gran tribulación, bien en nuestra
tierra, bien en países alejados. Me pareció ver que se exigía del clero una concesión
que no podía hacer. Vi muchos ancianos sacerdotes y algunos viejos franciscanos,
que ya no portaban el hábito de su orden y sobre todo un eclesiástico muy anciano,
llorar muy amargamente. Vi también algunos jóvenes llorar con ellos. (AA.III.161 )
Vi a otros, entre los cuales todos tibios, se prestaban gustosos a lo que se les
demandaba.
Vi a los viejos, que habían permanecido fieles, someterse a la defensa con una gran
aflicción y cerrar sus iglesias. Vi a muchos otros, gentes piadosas, paisanos y
burgueses, acercarse a ellos: era como si se dividieran en dos partes, una buena y
una mala. (AA.III.162)

EL ROSARIO, ARMA DEL COMBATE ESCATOLÓGICO
Como los propagadores de las luces tenían un odio muy especial a la devoción del
rosario, la importancia de esta devoción me fue mostrada en una visión de sentido
muy profundo. (AA.III.162)
Después de esto (de la visión de los propagadores de las luces, enemigos del rosario),
Ana Catalina hizo la descripción del rosario; pero fue imposible al Peregrino (el
transcriptor de sus visiones) reproducir sus palabras, ella misma, en el estado de
vigilia no podía expresar bien lo que había visto … Los diversos Ave María eran
estrellas formadas por cientos de piedras preciosas sobre las cuales los patriarcas y
los ancestros de María estaban figurados en escenas que se relacionaban con la
preparación de la Encarnación y con la Redención. Así, este rosario abrazaba al cielo
y la tierra, Dios, la naturaleza, la historia, la restauración de todas las cosas y del
hombre por el Redentor que ha nacido de María; y cada figura, cada materia, cada
color, según su significado esencial, era empleado para la realización de esta obra de
arte divino. (AA.III.162)

LA TRASLACIÓN DE LA IGLESIA
Llegué a la casa de San Pedro y San Pablo (Roma) y vi un mundo tenebroso lleno de
angustia, de confusión y de corrupción. (AA.II.413)
Vi al santo Padre en una gran tribulación y una gran angustia respecto a la Iglesia.
(AA.II.414)
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Vi la Iglesia de San Pedro que un hombre pequeño llevaba sobre sus hombros; tenía
algo de judío en los trazos del rostro. El asunto parecía muy peligroso. María estaba
de pié sobre la iglesia en el lado norte y extendía su manto para protegerla.
(AA.III.124)
Ese hombrecito parecía sucumbir. Parecía ser todavía laico y yo lo conocla.
Los doce hombres que veo siempre como nuevos apóstoles debían ayudarle a llevar
su carga: pero ellos venían demasiado lentamente. Parecía que él caería bajo el peso
de la carga, entonces, finalmente, llegaron todos ellos, se pusieron debajo y
numerosos ángeles vinieron en su ayuda. Eran solamente los cimientos y la parte
posterior de la iglesia (el coro y el altar), todo el resto había sido demolido por la secta
y por los servidores de la iglesia mismos. (AA.III.124)
Ellos llevan la Iglesia a otro lugar y me parece que varios palacios caían ante ellos
como campos de trigo que se cosechan. (AA.III.124)
Cuando incluso no quedara más que un solo cristiano católico, la Iglesia podría triunfar
de nuevo. (AA.III.124)
Cuando vi la iglesia de San Pedro en su estado de ruina y como tantos eclesiásticos
trabajaban, estos también, a la obra de destrucción, sin que ninguno de ellos lo hiciera
abiertamente ante los demás, sentí una tal aflicción que grité hacia Jesús con todas
mis fuerzas, implorando su misericordia. Entonces vi ante mi a mi esposo celeste bajo
la forma de un hombre joven y me habló durante largo tiempo. Él dijo, entre otras
cosas, que esta translación de la iglesia de un lugar a otro significaba que ella estaba
en completa decadencía, pero que reposaba sobre esos porteadores y se revelaría
con su ayuda. Incluso cuando sólo quedara un solo cristiano católico, la Iglesia podría
triunfar de nuevo, ya que ella no tiene su fundamento en la inteligencia y los consejos
de los hombres.
Él me mostró entonces como nunca habían faltado personas orando y sufriendo por la
Iglesia. Me hizo ver todo lo que Él mismo había sufrido por ella, qué virtud había dado
a los méritos y a los trabajos de los mártires y como Él padecería de nuevo todos los
sufrimientos inimaginables si le fuera posible sufrir de nuevo. Me mostró también en
escenas innumerables la deplorable conducta de los cristianos y de los eclesiásticos,
en esferas cada vez más vastas, extendiéndose a través del mundo entero, incluido mi
país, después me exhortó a perseverar en la oración y el sufrimiento. Era una escena
inmensa e indeciblemente triste que es imposible describir. Se me mostró también que
ya no hay apenas cristianos en el antiguo sentido del término, por lo mismo que todos
los judíos que existen todavía hoy son puros fariseos, solamente más endurecidos que
los antiguos: no hay más que le pueblo de Judith en Africa que es semejante a los
judíos de antaño. Esta visión me llenó de tristeza. (AA.III.125)

LA TORMENTA
Vi una gran tormenta venir del Norte. Avanzaba en semicírculo hacia la ciudad de alta
torre (Viena) y se extendía también hacia el poniente. Vi a lo lejos combates y surcos
de sangre en el cielo por encima de varios lugares, y vi acercarse infinitas desgracias y
miserias para la Iglesia. (AA.II.244)
He visto en esta villa (Roma) terribles amenazas viniendo del Norte. (AA.II.414)
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Vi el sacrificio de Isaac en el monte Calvario. La parte de atrás del altar estaba vuelta
hacia el Norte: los patriarcas colocaban siempre así el altar porque el mal venfa del
Norte. (AA.II.484)
¡Oh ciudad, oh ciudad (Roma)! ¿de qué estás amenazada? La tormenta está próxima.
¡Manténte en guardia! Pero espero que permanezcas inquebrantable. (AA.III.127}
Vi a Roma en un estado tan deplorable que la menor chispa podía prender fuego por
todas partes. Vi a Sicilia en sombras, espantosa y abandonada por todos aquellos que
pudieran huir. (AAIII.127)
Un día, estando en éxtasis, ella exclamó en voz alta y gimió: «Veo la Iglesia
completamente aislada y como completamente abandonada. Parece que todo el
mundo huye de ella Todo está en lucha a su alrededor. Por todas partes veo grandes
miserias, el odio, la traición y el resentimiento, el conflicto, el abandono y una ceguera
completa. (AA.III.127)
Veo desde un punto central y tenebroso (y situado, parece ser, en Roma misma) partir
mensajeros para llevar algo a varios lugares: esto sale de su boca como un vapor
negro que cae sobre el pecho de los oyentes y enciende en ellos el odio y la rabia.
(AA.III. 127)
Oro ardientemente por los oprimidos. Sobre los lugares donde oran algunas personas,
veo descender la luz, en otros veo descender espesas tinieblas. La situación es
terrible. ¡Cuánto he rezado! (AA.III.127)

VIENA
Tuve la visión de una gran iglesia con una torre muy alta y muy artísticamente
trabajada, situada en una gran ciudad, cerca de un largo río. El patrón de la iglesia era
san Esteban y vi cerca de él otro santo que fue martirizado tras él. (AA.II.243)
Cerca de esta iglesia, vi a muchas personas distinguidas, entre las cuales varios
extranjeros, con delantales y paletas de albañil. Parecían enviados ahí para demoler
esta iglesia que estaba cubierta de pizarra. Todo tipo de personas del país se unían a
ellos: había incluso sacerdotes y religiosos.
Vi a continuación a cinco hombres entrar en esta iglesia (la catedral de Viena), tres
que parecían sacerdotes se habían revestido de ornamentos sacerdotales pesados y
antiguos; los otros dos eran eclesiásticos muy jóvenes que parecían llamados a las
santas órdenes. Me pareció también que estos recurrían a la santa comunión y que
estaban destinados a despertar la vida de las almas.
De golpe, una llama partió la torre, se extendió sobre el tejado y parecía que todo se
iba a consumir. Pensaba yo entonces en el ancho río que pasaba por uno de los lados
de la ciudad, preguntándome si no se podría con su agua apagar el fuego. Pero las
llamas hirieron muchos de los que habían puesto su mano en el trabajo de demolición:
las llamas los cazaron y la iglesia continuó de pié. Sin embargo vi que no se salvaría
más que tras la gran tormenta que se aproximaba.
Este incendio, cuyo aspecto era espantoso, indicaba en primer lugar un gran peligro,
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en segundo lugar un nuevo esplendor de la Iglesia tras la tempestad. En este país
ellos han comenzado ya a arruinar a la Iglesia por medio de escuelas que entregan a
la incredulidad.
Vi una gran tormenta venir del norte. Avanzaba en semicírculo hacia la ciudad de la
alta torre y se extendía hacia el poniente. Vi a lo lejos combates y surcos de sangre en
el cielo por encima de varios lugares, y vi acercarse desdichas y miserias infinitas para
la Iglesia. (AA. II I. 245)
Los protestantes se ponen por todas partes a atacar a la Iglesia. (AA.II1.245)

PARIS
En un lugar, me parecía que se minaba por debajo una gran ciudad en la que el mal
estaba a sus anchas. Había varios diablos ocupados en este trabajo. Estaban ya muy
avanzados y yo creía que con tantos y tan pesados edificios la ciudad se derrumbaría
pronto. He tenido siempre a propósito de París la impresión de que debía de ser así
engullido: veo tantas cavernas por debajo, pero que no se parecen a las grutas
subterráneas de Roma con las esculturas que las decoran. (AA.II.157)

LA CRISIS UNIVERSAL
Cuando llego a un país, veo lo mas a menudo en su capital, como en un punto central,
el estado general de este país bajo forma de noche, de bruma, de frío ; veo también de
muy cerca las sedes principales de la perdición, yo comprendo todo y veo en escenas
donde están los mayores peligros. De estos focos de corrupción, veo derrames y
cenagales extenderse a través del país como canales envenenados y veo en medio de
todo esto a gentes piadosas en oración, las iglesias donde reposa el Santo
Sacramento, los cuerpos innumerables de santos y bienaventurados, todas las obras
de virtud, de humildad, de fe, ejercer una acción que sofoca, que apacigua, que
detiene el mal, que ayuda donde hace falta. A continuación tengo visiones donde los
malvados como los buenos pasan ante mis ojos. (AA.II.408)
Veo planear sobre ciertos lugares y ciertas ciudades, apariciones espantosas que les
amenazan con grandes peligros o incluso con una destrucción total. Veo tal lugar
derrumbarse de alguna manera en la noche: en otro, veo la sangre correr a ríos en las
batallas libradas en el aire, en las nubes. (AA.II.408)
Y esto peligros, estos castigos, no los veo como cosas aisladas, sino que los veo
como consecuencias de lo que pasa en otros lugares donde el pecado estalla en
violencias y en combates encarnizados, y veo el pecado devenir la vara que golpea a
los culpables. (AA.II.409)
Atravesaba la viña (la diócesis) de Saint Ludger (Munich) donde encontré todo en
sufrimiento como anteriormente y pase por la viña de saint Liboire (Paderborn) donde
trabajé en último lugar y que encontré en vías de mejora. Pasé por el lugar (Praga)
donde reposan san Juan Nepomuceno, san Wenceslao, Santa Ludmila y otros santos.
Hablan muchos santos, pero entre los vivos pocos sacerdotes piadosos y me parecfa
que las personas buenas y piadosas se mantenían escondidas ordinariamente. Iba
siempre hacia el mediodfa (tras esa subida hacia el nordeste) y pasaba delante de la
gran ciudad (Viena) que domina una alta torre y alrededor de la cual hay muchas
avenidas y barrios. Dejaba esta ciudad a la izquierda y atravesé una región de altas
montañas (los Alpes austríacos) donde todavía había, por aquí y por aUá, mucha gente
piadosa, especialmente entre aquellos que vivían dispersos: después, yendo siempre
hacia el mediodía, llegue a la villa marítima (Venecia) donde vi recientemente a San
Ignacio y sus compañeros. Vi ahí también una gran corrupción: vi a San Marcos y
otros santos. Iba por la viña de san Ambrosio (la diócesis de Milán). Me acuerdo de
muchas visiones y de gracias obtenidas por la intercesión de san Ambrosio, sobre todo
la acción ejercida por él sobre san Agustín. He aprendido muchas cosas sobre él y,
entre otras, que había conocido a una persona que tenía, en un cierto grado, el don de
reconocer las reliquias. Tuve visiones a propósito de ese asunto y creo que él ha
hablado de ello en uno de sus escritos …
Llegué a la casa de san Pedro y san Pablo (Roma) y vi un mundo tenebroso lleno de
angustia, de confusión y de corrupción .. . vi en esta ciudad terribles amenazas viniendo
del norte.

ESPAÑA
Partiendo de ahí, atravesé el agua (el Mediterráneo), tocando a las islas donde hay
una mezcla de bien y de mal y encontré que los más aislados eran los más felices y
los más luminosos: después fui a la patria de Francisco Javier (España), por que yo
viajaba en la dirección del poniente. Vi allí numerosos santos y vi el país
ocupado por soldados rojos. (AA.II.411)
Su jefe (el de España) estaba hacia el mediodía más allá del mar. Vi a este país
(donde se encontraba el jefe) pasablemente tranquilo en comparación de la patria de
san Ignacio en donde yo entré a continuación y vi en un estado espantoso.
(AA.II.414}
Vi a las tinieblas extendidas por toda esta región, sobre la cual reposaba un tesoro
de méritos y de gracias provenientes de san Ignacio. Yo me encontraba en el punto
central del país (Madrid). Reconocí el lugar donde, mucho tiempo antes, yo había visto
en una visión a inocentes arrojados en una hoguera. (AA.II.414)
Vi finalmente a los enemigos del interior avanzando por todos los lados y aquellos
que atizaban el fuego arrojados ellos mismos a la hoguera. (AA.II.415)
Vi enormes abominaciones extenderse sobre el país. Mi guía me dijo: «Hoy
Babel está aquí». Y vi por todo el país una larga cadena de sociedades
secretas, con un trabajo como en Babel, y vi el encadenamiento de estas cosas,
hasta la construcción de la torre, en un tejido, fino como una tela de araña,
extendiéndose a través de todos los lugares y toda la historia: el producto supremo de
esta floración era Semiramis, la mujer diabólica. (AA.II.415)
Vi destruir todo lo que era sagrado y la impiedad y la herejía hacer
irrupción. (AA.11.415}
Habla una amenaza de guerra civil próxima y de una crisis interior que iba a
destruirlo todo. (AA. II.415}

IRLANDA
Desde este desgraciado pafs (España) fui conducida por encima del mar,
aproximadamente hacia el norte, en una isla donde estuvo san Patricio (Irlanda). No
había más que católicos pero estaban muy oprimidos: tenían sin embargo relaciones
con el Papa, pero en secreto. Había todavía mucho de bueno en este país porque las
personas estaban unidas entre ellas. (AA.II.416)
De la isla de san Patricio llegue por encima de un brazo de mar (mar de Irlanda) a una
gran isla. Estaba sombría, brumosa y fría.
Vi por aquí y por allá algunos grupos de piadosos sectarios ( … ) el resto estaba todo en
una gran fermentación .
Casi todo el pueblo estaba dividido en dos partidos, y ellos estaban ocupados en
intrigas tenebrosas y desagradables.
El partido más numeroso era el mas malo: el menos numeroso tenía los soldados a
sus órdenes; no valía tampoco gran cosa, pero sin embargo valía más. Vi una gran
confusión y una lucha que se aproximaba y vi el partido menos numeroso tomar el
poder.
Había en todo esto abominables maniobras: había traiciones mutuas, todos se
vigilaban los unos a los otros y cada uno parecía ser el espía de su vecino.
Encima de este país vi una gran cantidad de amigos de Dios pertenecientes a los
tiempos pasados: ¡cuantos santos reyes, obispos, propagadores del cristianismo que
habían venido de allí hacia Alemania a trabajar en nuestro beneficio! Vi a santa
Walburge, el rey Eduardo, Edgar y también santa Ursula.
Vi mucha miseria en el país frío y brumoso: vi la opulencia, vicios y numerosos navíos.
De allí, fui al levante, más allá del mar, a un territorio frío donde vi a santa Brigida (de
Suecia), san Canut (rey de Dinamarca y patrón de ese país) y a san Eric (rey de
Suecia). Este país estaba más tranquilo y más pobre que el precedente, pero era
también frío, brumoso y sombrío. No sé ya más que es lo que he visto y hecho allí.
Todo el mundo era protestante. (AA.II.417)
Desde ese lugar fui a un inmenso territorio (Rusia) completamente tenebroso y lleno
de maldad, de allí surgían grandes tormentas. Los habitantes eran de un orgullo
inusitado. (AA.II.418)
Construían grandes iglesias y creían tener la razón de su parte. Vi que se armaban y
que se trabajaba por todos los lados: todo era sombrío y amenazante. Vi ahí a san
Basilio y a otros. Vi sobre el castillo de tejados deslumbrantes el Maligno que se
mantenía en las agujas. (AA.II .418)
Mientras que todo esto surge como un desarrollo de los cuadros tenebrosos que veo
en al tierra en estos paises, veo los buenos gérmenes luminosos que hay en ellos, dar
nacimiento a escenas situadas en una región más elevada. Veo por encima de cada
país un mundo de luz que representa todo lo que se ha hecho por él por los santos,
hijos de ese país, los tesoros de gracia de la lg lesia que ellos han hecho descender
sobre él por los méritos de Jesucristo. Vi por encima de iglesias devastadas planear
iglesias en la luz, vi a los obispos y los doctores, los mártires, los confesores, los
videntes y todos los privilegiados de la gracia que han vivido allí: entro en las escenas
donde figuran sus milagros y las gracias que ellos han recibido, y veo las visiones, las
revelaciones, las apariciones más importantes que ellos han recibido: veo todas sus
vidas y sus relaciones, la acción que han ejercido de cerca o de lejos, el
encadenamiento de sus trabajos y los efectos producidos por ellos hasta las distancias
más alejadas. Veo todo lo que ha sido hecho, como ha sido todo ello aniquilado; y
como, con todo, la bendición permanece siempre sobre las vías que ellos han
recorrido, como ellos permanecen siempre en unión con su patria y su rebaño por la
intermediación de gentes piadosas que guardan su memoria y particularmente como
sus osamentas, allí donde reposan, son, por medio de una relación intima que las
religa a ellos, fuentes de su caridad y de su intercesión.
Sin el socorro de Dios, no se podrían contemplar tantas miseria y abominaciones hacia
esta caridad y esta misericordia, sin morir por ello de dolor. (AA.II.409)

LA NATURALEZA HERIDA DE MUERTE
Vi la tierra como una superficie redonda que estaba cubierta de oscuridad y de
ti nieblas. (AA.II. 158)
Todo se desecaba y parecía perecer. Vi esto con detalles innumerables en criaturas
de toda especie, tales como los árboles, los arbustos, las plantas, las flores y los
campos. Era como si el agua hubiera sido quitada de los arroyos, las fuentes, los ríos
y los mares, o como si ella volviera a su origen, a las aguas que están por encima del
firmamento y alrededor del paraíso. Atravesé la tierra desolada y vi los ríos como
líneas delgadas, los mares como negros abismos donde no se vera más que algunos
charcos de agua en el centro. Todo el resto era un fango espeso y turbio en el cual
vera animales y peces enormes atrapados luchando contra la muerte. Iba lo
suficientemente lejos par poder reconocer la orilla del mar donde yo había visto antes
ahogar a san Clemente. Vi también lugares y hombres en el más triste estado de
confusión y de perdición y vi, a medida que la tierra se volvía más desolada y más
árida, las obras tenebrosas de hombres que las cruzaban. Vi muchas abominaciones
con un gran detalle; reconocí Roma y vi a la Iglesia oprimida y su decadencia en el
interior y en el exterior. (AA.III. 158)

CINCUENTA O SESENTA AÑOS ANTES DEL AÑO 2000
En medio del infierno había un abismo espantoso; Lucifer fue precipitado allí cargado
de cadenas, una espesa humareda lo rodeaba por todas partes. Su destino era
regulado por una ley que Dios mismo había dictado; vi que, cincuenta o sesenta años,
si no me equivoco entes del año 2000, Lucifer debía salir durante algún tiempo del
abismo.
Vi muchos otros datos que he olvidado, otros demonios debían también ser puestos en
libertad en una época más o menos alejada, con el fin de tentar a los hombre y de
servir de instrumentos a la justicia divina. Muchos de estos demonios deben salir del
abismo en esta época y otros de aquf a poco tiempo. (00.452)
Vi que los apóstoles fueron enviados a la mayor parte de la tierra para abatir por todas
partes el poder de Satán y para aportar bendiciones, y que las regiones donde operan
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eran las que habían sido más fuertemente envenenadas por el enemigo.
Si estos países no han perseverado en la fe cristiana y están ahora dejados al
abandono, eso ha sido, como lo he visto, por una sabia disposición de la Providencia.
Ellos debían ser solamente bendecidos para el porvenir y ellos permanecen baldíos
con el fin de que sembrados de nuevo, lleven frutos abundantes cuando los demás se
hayan quedado sin cultura. (AA.II.340)
Cuando Jesús descendió sobre la tierra y fue la tierra regada con su Sangre, la
potencia infernal disminuyó considerablemente , y sus manifestaciones se hicieron
más tímidas. (BV.56)

III
LA GLORIA CREPUSCULAR DE LA IGLESIA
LA RECONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA
Entonces vi reconstruir la Iglesia muy rápidamente y con más magnificencia que
nunca. (AA.III.114)
Vi una mujer llena de majestad avanzar en la gran plaza que está ante la Iglesia. Ella
mantenía su amplio manto sobre los dos brazos y se elevaba suavemente en el aire.
Se posó sobre el domo y extendió sobre toda la extensión de la Iglesia su manto que
parecía irradiar oro. Los demoledores se habían tomado un momento de reposo, pero,
cuando quisieron volver al trabajo, les fue absolutamente imposible acercarse al
espacio cubierto por el manto. (AA.II.204)
Después vi, a lo lejos, acercarse grandes cohortes, ordenadas en círculo alrededor de
la iglesia, unas sobre la tierra, otras en el cielo. La primera se componía de hombres y
mujeres jóvenes, la segunda de personas casadas de toda condición entre los cuales
reyes y reinas, la tercera de religiosos, la cuarta de gentes de guerra. Ante ellos vi a un
hombre montado sobre un caballo blanco. La última tropa estaba compuesta de
burgueses y de paisanos de los cuales muchos estaban marcados en la frente con una
cruz roja. (AA.III.113)
Vi la iglesia de San Pedro: estaba desnuda, con excepción del coro y del altar mayor.
Después vinieron de todas partes del mundo sacerdotes y laicos que rehicieron los
muros de piedra. (AA.II1.118)
Mientras se acercaban, cautivos y oprimidos fueron liberados y se unieron a ellos.
(AA.III.114)
Todos los demoledores y los conjurados fueron expulsados de todas partes y fueron,
sin saber como, reunidos en una única masa confusa y cubierta de una bruma. Ellos
no sabía ni lo que habían hecho, ni lo que debían hacer, y corrían, dándose cabezazos
unos contra otros. Cuando fueron todos reunidos en una sola masa, los vi abandonar
su trabajo de demolición de la iglesia y perderse en los diversos grupos. (AA.III.114)
Entonces vi rehacer la Iglesia muy rápidamente y con más magnificencia que nunca:
porque las personas de todas las cohortes se hacían pasar las piedras de un extremo
del mundo al otro. Cuando los grupos más alejados se acercaban, el que estaba más
cerca del centro se retiraba tras los otros. Era como si ellos representasen diversos
trabajos de la oración y el grupo de soldados las obras de la guerra. Vi en este a
amigos y enemigos pertenecientes a todas las naciones. Eran simplemente gentes de
guerra como los nuestros (como los soldados de su tiempo) y vestidos igual (con
uniformes).
El círculo que formaban no estaba cerrado, pero había hacia el norte un gran intervalo
vacío y sombrío: era como un agujero, como un precipicio. Tuve el sentimiento de que
había allí una tierra cubierta de tinieblas. (AA.III.114)
Vi también a una parte de este grupo permanecer atrás: no querían ir hacia delante y
todos tenían un aspecto sombrío y permanecían juntos unos contra otros. En todos
estos grupos, vi muchas personas que debían sufrir el martirio por Jesús: había
todavía ahí muchos malvados y otra separación tendrfa que suceder más adelante …
Sin embargo vi a la iglesia completamente restaurada; por encima de ella, sobre una
montaña, el Cordero de Dios rodeado de un grupo de vírgenes con palmas en las
manos, y también los cinco cfrculos formados por las cohortes celestiales
correspondientes a aquellos de aquí abajo que pertenecen a la tierra. (AA.II1.113-115)

LA GUERRA ESPIRITUAL
Vi grandes tropas viviendo de varios países dirigirse hacia un punto y combates que se
libraban por todas partes. Vi en medio de ellos una gran mancha negra, como un
enorme agujero; aquellos que combatían alrededor eran cada vez menos numerosos,
como si muchos cayeran sin que se dieran cuenta.
Durante ese tiempo, vi todavía en medio de los desastres a los doce hombres, de los
que ya he hablado, dispersados en diversos lugares sin saber nada los unos de los
otros, recibir rayos del agua viva. Vi que todos hacían el mismo trabajo en diversos
lados; que ellos no sabían de donde se les había pedido hacerlo y que cuando una
cosa se había hecho, otra se les daba para hacer. Eran siempre doce de los cuales
ninguno tenía más de cuarenta años … vi que todos recibían de Dios lo que se habla
perdido y que operaban el bien por todos lados; eran todos católicos. Vi también, en
los tenebrosos destructores, falsos profetas y gentes que trabajaban contra los
escritos de los doce nuevos apóstoles.
Como las fuerzas de los que combatían alrededor del abismo tenebroso se iban
debilitando cada vez más, y como durante el combate toda una ciudad había
desaparecido, los doce hombres apostólicos ganaban sin cesar un gran número de
adherentes, y de la otra ciudad (Roma) partía como un cono luminoso que entraba en
el círculo sombrío. (AA.III.159)

LAS DOS CIUDADES
Vi en dos esferas opuestas, al imperio de Satán y al imperio del Salvador. Vi la ciudad
de Satán y una mujer, la prostituta de Babilonia, con sus profetas y sus profetisas, sus
taumaturgos y sus apóstoles. Ahi todo era rico, brillante, magnifico, comparado con el
imperio del Salvador. Vi allí a reyes, emperadores, sacerdotes magníficamente
vestidos y subidos en carrozas; Satán tenía un trono magnífico.
Al mismo tiempo vi el imperio del Salvador, pobre y a penas visible sobre la tierra,
sumergido en el luto y la desolación. La Iglesia me fue presentada a la vez bajo los
rasgos de la Virgen y bajo los del Salvador en la cruz, cuyo costado entreabierto
parecfa indicar al pecador el asilo de la gracia. (BB.IV.168)

MARIA, PROTECTORA DE LA IGLESIA
Vi por encima de la iglesia (San Pedro de Roma) muy disminuida, una mujer
majestuosamente vestida con un manto azul cielo que se situaba a lo lejos, portando
una corona de estrellas sobre la cabeza. (AA.III.160)
Vi una especie de gran manto que iba ampliándose constantemente y que acabó por
abrazar todo un mundo con sus habitantes. Al mismo tiempo este símbolo fue para mi
una imagen del tiempo presente, y vi a sacerdotes hacer agujeros en ese manto para
mirar a través de él. (88.111.344)
Vi en una gran ciudad una iglesia que era la mas pequeña, llegar a ser la primera.
(AA.III.160)
Los nuevos apóstoles se reunieron todos en la luz. Creo haberme visto entre los
primeros con otro que yo conocía. (AA.III.160)
Ahora todo volvía a florecer. Vi un nuevo Papa, muy firme ; vi también el negro abismo
retraerse cada vez más: al final llegó un momento que un cubo de agua podía cubrir la
abertura.
En último lugar vi todavía tres grupos o tres reuniones de hombres unirse a la luz.
Tenían entre elfos personas iluminadas, y entraron en la iglesia.
Las aguas abundaban por todas partes: todo era verde y florido. Vi construir iglesias y
conventos. (AA.III. 161)
Ví también que la ayuda llegaba en el momento de más desolación.
Vi de nuevo a la Santa Virgen subir a la iglesia y extender su manto. Cuando tuve esta
última visión, no vi al Papa actual. Vi uno de sus sucesores. Le vi a la vez suave y
severo. El sabía atraerse a los buenos sacerdotes y expulsar a los malos.
Vi todo renovarse y una iglesia que se elevaba hasta el cielo. (AA.III.103)

EL COMBATE DE SAN MIGUEL
Ya toda la parte anterior de la iglesia se había derrumbado: no quedaba de pié más
que el santuario con el Santísimo Sacramento. Estaba yo derrumbada de tristeza y me
preguntaba donde estaba ese hombre que había visto otras veces sobre la iglesia para
defenderla, llevando una vestimenta roja y un estandarte blanco. (AA.II.203)
Vi de nuevo la iglesia de San Pedro con su alta cúpula. San Miguel se mantenía en lo
alto, brillante de luz, llevando una vestimenta roja de sangre y sosteniendo en la mano
un gran estandarte de guerra.
Sobre la tierra había un gran combate. Los verdes y los azules combatían contra los
blancos, y estos blancos que tenían por encima de ellos una espada roja y llameante,
parecían estar derrotados: pero todos ignoraban por que combatían. (AA.II.205)
La Iglesia estaba completamente roja de sangre como el ángel, y se me dijo que ella
seda lavada en la sangre.
Cuanto más duraba el combate, más el color sangrante se borraba de la iglesia y se
volvió cada vez más transparente. Sin embargo el ángel descendió, fue hacia los
blancos y le vi varias veces al frente de todas sus cohortes. Entonces fueron animados
de un coraje maravilloso sin que ellos supieran de donde venía eso; era el ángel que
multiplicaba sus golpes entre los enemigos. los cuales huían por todos lados. La
espada de fuego que estaba por encima de los blancos victorioso desapareció
entonces.
Durante el combate, las tropas de enemigos pasaban continuamente a su lado y una
vez vino una muy numerosa.
Por encima del campo de batalla, tropas de santos aparecieron en el aire: mostraron,
indicaban lo que había que hacer, hacían signos con las mano: todos eran diferentes
entre ellos, pero inspirados de un mismo espíritu y actuando en un mismo espíritu.
Cuando el ángel descendió de lo alto de la iglesia, vi por encima de él en el cielo una
gran cruz luminosa a la cual el Salvador estaba ligado; de sus cicatrices surgían haces
de rayos resplandecientes que se extendían sobre el mundo. Las cicatrices eran rojas
y semejantes a puertas brillantes cuyo centro era del color del sol. No llevaba corona
de espinas, sino que de todas las heridas de la cabeza surgían rayos que se dirigían
horizontalmente sobre el mundo. Los rayos de sus manos, del costado y de los pies
tenían los colores del arco iris; se dividían en líneas muy menudas, a veces también se
reunían y alcanzaban de esa manera a pueblos, ciudades. casas sobre toda la
superficie del globo. Los vi por un lado y por otro, a veces lejos, a veces cerca, caer
sobre diversos moribundos y aspirar las almas que, entrando en uno de estos rayos
coloreados, penetraban en la llaga del Señor. Los rayos de la herida del costado se
repartían sobre la iglesia situada por encima, como una corriente abundante y muy
amplia. La iglesia estaba toda iluminada, y vi la mayor parte de las almas entrar en el
Señor por esta corriente de rayos.(AA.I1.205)
Vi también planear sobre la superficie del cielo un corazón brillando con una luz roja,
del cual partía una vía de rayos blancos que conducían a la llaga del costado …
… y otra vía que se extendía sobre la Iglesia y sobre muchos países …
… estos rayos atraían hacia ellos un gran número de almas que, por el corazón y la vía
luminosa, entraban en el costado de Jesús. Se me dijo que el corazón era María.
(AA.II.205)
Tuve entonces la visión de una inmensa batalla. Toda la planicie estaba cubierta de
una gran humo: había bosquecillos llenos de soldados de donde surgían
continuamente. Era un lugar bajo: se veían grandes ciudades en la lejanía. Vi a san
Miguel descender con una numerosa tropa de ángeles y separar a los combatientes.
Pero esto no llegará más que cuando todo parezca perdido. Un jefe invocará a san
Miguel y entonces la victoria descenderá.
Ella ignoraba la época de esta batalla. Dijo una vez que eso ocurriría en Italia, no lejos
de Roma donde muchas cosas antiguas serían destruidas y donde muchas santas
cosas nuevas (es decir desconocidas hasta entonces) reaparecerían un día. (AA.III.24)
San Miguel descendió en la iglesia (demolida con excepción del coro y del altar mayor)
revestido con su armadura, y detuvo, amenazándoles con su espada, a varios malos
pastores que querían penetrar allf. Los expulsó a un rincón oscuro donde se sentaron,
mirándose unos a otros. La parte de la Iglesia que estaba demolida fue enseguida
rodeada de una ligera claridad, de manera que se pudo celebrar perfectamente el
servicio divino. Después vinieron de todas partes del mundo sacerdotes y laicos, que
rehicieron los muros de piedra, ya que los demoledores no habían podido quitar las
fuertes piedras de los cimientos. (AA.III.118)

LA MUJER FUERTE
Vi a la hija del rey de reyes atacada y perseguida. Lloraba mucho por toda la sangre
que se iba a verter y pasaba su vista sobre una tribu de vírgenes fuertes que debían
combatir a su lado. Tuve mucho que hacer con Ella y le supliqué que pensara en mi
país y en ciertos lugares que le recomendé. Pedí para los sacerdotes algo de sus
tesoros, Ella me respondió: «Sí, tengo grandes tesoros, pero son pisoteados». Ella
llevaba una vestimenta azul cielo. (AA.III.181)
Allí arriba, recibí de mi conductor una nueva exhortación a orar yo misma y a animar a
todo el mundo, todo lo posible, a orar por los pecadores y en particular por los
sacerdotes desviados. Muy malos tiempos van a venir, me dijo él. (AA.III.182)
Los no católicos seducirán a muchas personas y buscarán por todos los medios
imaginables quitarle todo a la Iglesia. Seguirá de ello una gran confusión (AA.III. 182)
Tuve otra visión donde vi como se preparaba la armada de la hija del rey. Una multitud
de personas contribuían a ello. Y lo que ellas aportaban consistía en oraciones, en
buenas obras, en victorias sobre sí mismas y en trabajos de toda especie. Todo esto
iba de mano en mano hasta el cielo y all, cada cosa, tras haber pasado por un trabajo
particular, llegaba a ser una pieza de la armadura de la que se revestía la Virgen. No
se podía dejar de admirar hasta qué punto todo se ajustaba bien y era impresionante
ver como cada cosa significaba otra. La Virgen fue armada de la cabeza a los pies.
Reconocí varias de las personas que daban su ayuda y vi con sorpresa que
establecimientos enteros y grandes y sabios personajes no proveían nada, mientras
que las piezas importantes de la armadura provenían de gentes pobres y de pequeña
condición. (AA.III.182)
Vi la batalla. Los enemigos eran infinitamente más numerosos; pero la pequeña tropa
fiel abatía a filas enteras. Durante el combate la Virgen armada estaba sobre una
colina: yo corrí hacia Ella y le recomendé mi patria y los lugares por los cuales yo
rezaba. Su armadura tenía algo de extraño: todo tenía un significado: llevaba un
casco, un escudo y una coraza. En cuanto a las gentes que combatían, se
asemejaban a los soldados actuales. Era una guerra terrible: al final no quedó más
que una pequeña tropa de líderes de la buena causa, los cuales tuvieron la victoria.
(AA.III.182)

LA PURIFICACIÓN
La incredulidad de la época (en la que vivía Ana Catalina) está en su plenitud: habrá
todavía una confusión increíble; pero después de la tormenta la fe se restablecerá.
(AA.II.132)
Sin embargo, del otro lado, aquellos que restauraban se pusieron a trabajar con una
increíble actividad. Vinieron hombres de mucha edad, impotentes, olvidados, después
muchos jóvenes fuertes y vigorosos, mujeres, niños, eclesiásticos y seglares y el
edificio fue muy pronto restaurado enteramente. (AA.II.204)
Vi entonces a un nuevo Papa venir con una procesión. Era más joven y mucho más
severo que el precedente. Se le recibió con una gran pompa. Parecía listo para
consagrar a la iglesia (San Pedro de Roma) pero of una voz diciendo que una nueva
consagración no era necesaria, que el Santísimo Sacramento había permanecido
siempre allí. (AA. II.204)
Debían entonces celebrarse muy solemnemente una doble fiesta: un jubileo universal
y la restauración de la iglesia. El Papa, antes de comenzar la fiesta, había ya
dispuesto a sus gentes que echaron fuera de la asamblea de los fieles, sin encontrar
ninguna oposición, una muchedumbre de miembros del alto y bajo clero. (AA.II.204)
Vi que ellos dejaron la asamblea murmurando y llenos de cólera. El Papa tomó a su
servicio otras personas, edesiásticas e incluso laicas. Entonces comenzó la gran
solemnidad en la iglesia de San Pedro. (AA.II.204)
Los hombres del delantal blanco continuaban trabajando en su obra de demolición sin
ruido y con cuidado, cuando los otros no les veían: eran cuidadosos y estaban al
acecho. (AA.II.204-205)
En la fiesta de la Purificación, en 1822, ella contó lo que sigue:
He visto, estos días, cosas maravillosas en torno a la Iglesia. La iglesia de San Pedro
estaba casi enteramente destruida por la secta: pero los trabajos de la secta fueron
también destruidos y todo lo que les pertenecía, sus delantales y sus pertrechos
fueron quemados por el verdugo en una plaza marcada de infamia. Era solamente
cuero de caballo y la hediondez era tan grande que me puso enferma.
He visto en esta visión a la Madre de Dios trabajar de tal manera para la Iglesia que mi
devoción hacia Ella todavía se incrementó más. (AA.III.115)